Las personas con VIH/sida de las áreas tribales de Pakistán tienen dificultades para desplazarse hasta el centro de tratamiento por los ataques de aviones no tripulados de Estados Unidos y el fuego cruzado entre combatientes del movimiento islamista afgano Talibán y el ejército pakistaní. La gente de las Áreas Tribales Administradas Federalmente (FATA) se ve […]
Las personas con VIH/sida de las áreas tribales de Pakistán tienen dificultades para desplazarse hasta el centro de tratamiento por los ataques de aviones no tripulados de Estados Unidos y el fuego cruzado entre combatientes del movimiento islamista afgano Talibán y el ejército pakistaní.
La gente de las Áreas Tribales Administradas Federalmente (FATA) se ve obligada a cruzar la frontera hacia Afganistán y dar un rodeo para llegar a Peshawar, capital de la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, para recibir el vital tratamiento con antirretrovirales, que reducen la carga del VIH (virus de inmunodeficiencia humana), causante del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).
«Gasté 200 dólares en ir a Peshawar por las condiciones de seguridad en la Agencia Kurram, donde vivo», señaló Akbar Jan, de 39 años, a quien le diagnosticaron el VIH en enero del año pasado.
Kurram es una de las siete agencias tribales de FATA, que queda entre las provincias de Khyber Pakhtunkhwa y Balochistán, también fronterizas con Afganistán.
El noroeste de Pakistán se convirtió en refugio para el Talibán y elementos de la red extremista Al Qaeda que llegaron a este país tras la invasión encabezada por Estados Unidos en Afganistán en 2001.
Jan llegó a Peshawar a través de Afganistán para realizarse análisis y determinar la dosis correcta de antirretrovirales en el centro de salud de Peshawar.
«La mayoría de los 44 pacientes infectados con VIH en Kurram no pueden llegar a Peshawar porque los caminos están cerrados por el ejército y no pueden costearse el viaje a través de Afganistán», dijo Jan a IPS.
El gobierno de Pakistán había creado en 2005 un centro de tratamiento con apoyo financiero y técnico de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El centro tiene registrados 531 pacientes, 277 son de FATA y 254 de Khyber Pakhtunkhwa. A la gente de las áreas tribales les cuesta mucho llegar a Peshawar, confirmó el médico Shahid Ali, quien teme por la salud de ellos.
«Muchos morirán pronto porque es necesario que el tratamiento sea continuo para prolongar sus vidas. Habíamos previsto atenderlos en sus casas pero la escalada de violencia complicó la iniciativa», dijo a IPS.
La situación no es mejor en la Agencia de Waziristán del Norte, donde hay 57 pacientes, 36 hombres, 16 mujeres y cinco menores, y solo una decena de medicamentos disponibles.
«Los pacientes con recursos se trasladaron a Peshawar u otros lugares seguros para asegurarse el tratamiento, mientras la mayoría está destinada a morir», indicó Shahid.
Se pidió al gobierno que facilitara el acceso a FATA para atender a los pacientes de la zona, pero no hubo respuesta, señaló Omar Ali, de la OMS.
La cantidad de personas con VIH/sida aumentó por el uso de drogas intravenosas, la falta de centros de análisis clínicos en los bancos de sangre, el uso de utensilios de dentista no esterilizados y el reciclaje de jeringas desechables, indicó Ali.
Cuando el centro comenzó a funcionar, los pacientes no querían concurrir por el estigma social asociado con la enfermedad, pero son actitudes que cambian de a poco.
«Con el tiempo, la situación cambió y la gente viene a atenderse porque saben que los antirretrovirales pueden mejorar su calidad de vida», señaló Ghufran Jan, activista de la organización no gubernamental AIDS PLUS, que ayudan a la gente a recibir atención médica.
«Recibimos 35 pacientes en 2005 y 136 en 2009, las cifras aumentaron a 531 este año, lo que muestra el crecimiento de la demanda», indicó Ali.
«La mayoría de los pacientes de FATA están deseosos de concurrir al centro regularmente porque ven que quienes están bajo tratamiento están vivos y llevan una vida normal», señaló Mohammad Karim, de 30 años, del distrito de Charsadda, en Khyber Pakhtunkhwa.
Karim tiene esperanza de llevar una vida productiva y cuidar a sus dos hijos, de ocho y tres años. Fue deportado de Emiratos Árabes Unidos después de que el análisis del VIH le dio positivo hace tres años.
Imran Shah, quien logró llegar a Peshawar desde la Agencia de Waziristán del Sur, contó los problemas sociales que al principio acarreó su enfermedad.
«Mis hermanos y hermanas ni siquiera me hablaban por temor a contraer alguna enfermedad incurable», recordó.
Ahora recibe tratamiento en el centro y comenzó a trabajar. «Mi familia ya no tiene miedo de interactuar conmigo porque sabe que es una enfermedad manejable», señaló Shah.
El centro tuvo que depender de fármacos importados de India, suministrados sin costo a la gente, indicó Ali, de la OMS.
El centro de Peshawar, con enfermeras y médicos capacitados en India, ofrece antirretrovirales, tratamiento contra las infecciones oportunistas, asesoramiento voluntario y análisis clínicos.
«Debemos supervisar los efectos adversos del tratamiento, así como ofrecer apoyo médico y psicológico en muchos casos», indicó.
Muchas mujeres, niños y niñas con VIH atraviesan situaciones críticas por la falta de tratamiento, indicó Jamila Bibi, enfermera del centro de Peshawar. «Varios nos contactan por teléfono, pero no podemos hacer nada si no vienen al centro», se lamentó.
La mayoría de los pacientes de FATA son pobres y analfabetos y se les otorga la prioridad que requieren los casos, señaló. El mes pasado murió una niña por la suspensión del tratamiento, añadió Bibi.