Tronó el cardenal ultraconservador Robert Sarah calificando el texto como «una herejía que mina la Iglesia».
Ardió la SECAM (Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar) que publicó un texto de cinco folios titulado «Ninguna bendición para las parejas homosexuales de las iglesias africanas».
Propagaron también las llamas los obispos polacos, húngaros, ucranios, más los obispos y las plumas ultraconservadores globales (eccola la lista de los opositores), si bien acudieron a sofocar el fuego como pudieron algunas conferencias episcopales de la Europa occidental.
El papado de Francisco ha entrado en su recta final y el papa, para sorpresa de muchos, aun cojo, esprinta. Del graderío, casi vacío, se oyen los abucheos de sus fanáticos opositores.
Agitados por los vientos y la saña de este mundo, a veces se nos pasa celebrar las raras buenas nuevas, los pocos segundos de cordura en ese corrimiento inexorable llamado Historia. El pasado 18 de diciembre Francisco firmó la declaración Fiducia supplicans en la que se abre una diminuta rendija a la “la posibilidad de bendiciones de parejas en situaciones irregulares y de parejas del mismo sexo” (§ 31).
El documento se tradujo a cinco lenguas y se publicó sin pasar previamente por la Secretaría de Estado ni consultar con otros dicasterios (para entendernos, ministerios vaticanos) involucrados. Nadie la esperaba, pues, ni siquiera en el propio Vaticano. Y desató una tormenta seca con mucho aparato y varios focos de incendio.
Tronó el cardenal ultraconservador Robert Sarah calificando el texto como “una herejía que mina la Iglesia”; ardió la SECAM (Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar) que publicó un texto de cinco folios titulado “Ninguna bendición para las parejas homosexuales de las iglesias africanas”; propagaron también las llamas los obispos polacos, húngaros, ucranios, más los obispos y las plumas ultraconservadores globales (eccola la lista de los opositores), si bien acudieron a sofocar el fuego como pudieron algunas conferencias episcopales de la Europa occidental. “Hagan lío”, suele aconsejar Francisco, pero esta vez fue él mismo quien lo montó. Sin embargo, la sociedad civil no creyente, siempre atenta y sensible a los desaciertos y la injerencia de la Iglesia en lo laico, este diminuto gestito de tan soberbio mastodonte de la Historia, o no lo ha catado, o le ha traído bastante sin cuidado.
La cuestión es la siguiente: que la Iglesia bendiga a homosexuales, ¿constituye o no un hecho histórico? ¿Debe interesar o no a los no creyentes? ¿Afecta o no a la comunidad LGTBI? Antes de contestar, conviene que veamos con más detalle los particulares del texto mismo, así como el contexto en que se producen.
Fiducia supplicans (FS en adelante) es una declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, institución que, como es notorio, hasta principios del siglo XX recibía el nombre de Sacra Romana y Universal Inquisición o Santo Oficio. Para calibrar la magnitud del documento, cabe recordar que la anterior declaración de este organismo es la Dominus Iesus, firmada por el cardenal Joseph Ratzinger, donde el futuro Benedicto XVI acuñó el concepto de “principios no negociables”, que posteriormente esgrimirían políticos conservadores de todo carisma y pelaje. Así pues, FS tiene entidad: es una declaración, no una mera respuesta (responsum), ni tampoco una carta; es pastoralmente importante.
FS zanja la diatriba interna de si la Iglesia dispone del poder para impartir la bendición a uniones de personas del mismo sexo. A ese interrogante en 2021 se había respondido que no y Francisco cambió al responsable del Dicasterio y puso a un hombre de su confianza, el cardenal “Tucho” Fernández. Ahora se concluye que sí, y en el texto se explica por extenso, el fondo y la forma de esas nuevas bendiciones. Ya desde su Presentación se aclara que “la presente Declaración se mantiene firme en la doctrina tradicional de la Iglesia sobre el matrimonio, no permitiendo ningún tipo de rito litúrgico o bendición similar a un rito litúrgico que pueda causar confusión”, y se insiste a lo largo de todo el documento en que ni es matrimonio, ni hay rito, ni liturgia, ni puede coincidir con otros matrimonios, y, por no poder, una no puede ni siquiera recibirla vestida de novia. Como último mecanismo para evitar quilombos, se deja a la “prudencia pastoral” la decisión de cuándo o cómo tener ese gesto para con los individuos que componen las parejas. Menos, evangélicamente imposible.
Pues bien: el Dicasterio de la Doctrina de la Fe, ante el pandemonio que se había formado en pocos días, hubo de sacar una nota de prensa el 4 de enero para aclarar lo que ya había quedado clarísimo. El contenido de esa nota orillaba en la ribera de lo cómico (“bendiciones de pocos segundos sin Ritual ni Bendicional […] Son diez, quince segundos.” § 5) pero también –poca broma– en la ribera de lo trágico (“Si hay legislaciones que penalizan con la cárcel, y en algunos casos con torturas e incluso la muerte el solo hecho de declararse gay, se entiende que sería imprudente una bendición. Es evidente que los Obispos no quieren exponer a las personas homosexuales a la violencia.” § 3).
10 segundos y sin Ritual ni Bendicional: Así es el ejemplo de bendición pastoral que propone Tucho Fernández https://t.co/0NVIw8pvnM a través de @ReligionDigit — Claudio Gelmi sj (@claudiogelmi) January 5, 2024
En resumen: las bendiciones habrán de hacerse rapidito, jamás en el altar, mejor de refilón, con “prudencia y cuidado”, y sobre todo, sin dar jamás lugar a escándalo. Decíamos que la gresca intestina ha sido sonada y sólo comparable –en sentido radicalmente inverso– a la que se produjo con la declaración Persona Humana (PH) acerca de ciertas cuestiones de ética sexual de 1975. Si esta declaración, que –recordemos– limitaba el sexo al ámbito del matrimonio, consideraba los actos homosexuales “por su intrínseca naturaleza desordenados y que no pueden recibir aprobación en ningún caso” (§ 8) y hallaba en la castidad el remedio infalible a los pecados carnales es el colofón de la neura sexual de la Iglesia católica, entonces FS sería la primera señal de una Iglesia que quiere sanar de la obsesión sexual que dictan tanto la “ley natural” como la interpretación literalista de ciertos pasajes de la Biblia (Lv 18,22-23, Gen 19,4-11, Rm 1,26-33, 1Cor 6,9-10). Según el historiador Daniele Menozzi [i], esa suerte de morbo sexual es relativamente reciente en la Iglesia y se debería a la pérdida de poder político de la Iglesia tras la Revolución Francesa: controlar la esfera íntima, la moral sexual, para evitar perder consenso, perder imperio. Tomemos nota: la Iglesia no propone ya curar a los homosexuales, sino acaso curarse ella misma de una retorcida fijación que la aleja de la realidad social.
Faltan meses para que se concluya el Sínodo de los Obispos, donde se celebrarán votaciones sobre cuestiones vinculadas al sexo. Se abordará el papel de la mujer en la Iglesia, el celibato sacerdotal, o la formación de los sacerdotes, a propósito de la cual se lee ya en FS que “la sensibilidad pastoral de los ministros ordenados debería educarse, también, para realizar espontáneamente bendiciones que no se encuentran en el Bendicional” (§ 35). El papado de Francisco ha entrado en su recta final y el papa, para sorpresa de muchos, aun cojo, esprinta. Del graderío, casi vacío, se oyen los abucheos de sus fanáticos opositores. Desconozco cuánta gente habrá respondido al llamamiento de los compañeros católicos progresistas de Religión Digital en apoyo de Francisco, pero me temo que habremos sido bien pocos.
No sería inteligente y sí muy hipócrita dejar los aplausos y el aliento a Francisco para el momento de los panegíricos fúnebres. Francisco y la Iglesia se la juegan ahora. De modo que, en primer lugar, congratulémonos con la comunidad LGTBI católica que podrá recibir estas bendiciones cuasiclandestinas porque carecían de ese derecho y noticias buenas hay pocas. “Lo ritual es el modo de actuar”, escribía Catherine Bell, y es obvio que Francisco ha apostado por una nueva socialización en la que “caben todos” y no hay que someter a terapias a nadie. Segundo: preocupémonos un poco más por lo relativo a la Iglesia: lo político estará siempre atravesado por lo teológico. Tercero: apoyemos sin duda al papa y su gente en una crucial batalla jurídica para que la homosexualidad deje de ser delito en todo el mundo.
Apoyemos sin duda al papa y su gente en una crucial batalla jurídica para que la homosexualidad deje de ser delito en todo el mundo»
¿Será la Declaración FS un parteaguas? Dependerá de quién suceda a Francisco. Y también del caso que hagamos a estas cuestiones. Por eso es importante cuando menos leerla, conocerla, debatirla. O incluso tener el coraje de aplaudirla. Aunque sea en un espacio público apartado. Aunque sólo sea durante diez, quince segundos.
Nota:
[i] Scaramuzzi, I.: Il sesso degli angeli. Pedofilia, feminismo, LGTBQ+: il dibattito nella Chiesa. Edizioni dell’asino, 2022, pp. 122-128.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.