Los gobiernos de Estados Unidos y Canada junto a la Unión Europea formalizaron hace algunos días un nuevo momento de la disputa con la Venezuela de Nicolás Maduro.
El comunicado común entre los dos países entierra la estrategia Trump, conducida por los halcones John Bolton, Mauricio Claver-Carone, Mike Pompeo y Elliott Abrams, quienes, recordemos, se convencieron de que una intervención directa en Venezuela promovería un levantamiento de fuerzas militares contra Nicolás Maduro.
Lo intentaron sin disimulo, primero el 23 de febrero de 2019, en la incursión por la frontera de Colombia, avalada incluso por presidentes latinoamericanos en la zona fronteriza; luego con el intento de golpe de Estado en abril de ese mismo año y más tarde, en 2020, con el desembarco de mercenarios en costas cercanas a Caracas. Todos estos planes necesitaban de un levantamiento militar que nunca ocurrió y tampoco hubo apoyo de sectores importantes de la población, más que algunos alineamientos políticos detrás de Guaidó, que fueron desapareciendo con el tiempo y la acumulación de fracasos.
Estados Unidos, y por ende sus satélites dentro de Venezuela, ya no reclaman elecciones presidenciales antes de las que prevé el cronograma electoral venezolano, a fines de 2024. En la nueva estrategia de Estados Unidos para Venezuela que recoge la declaración conjunta con la UE y Canadá se sustituye la meta del derrocamiento, por una táctica de carácter electoral y concebida para un plazo más largo. En el documento ya no se habla de “gobierno interino”, la idea del “poder dual” diseñada por los halcones de Trump.
¿Esto podría considerarse una victoria del gobierno venezolano? Claramente, que no haya un intento de golpe, o de invasión, a la vuelta de las esquina, es un avance. Pero no hay que apurarse, porque todavía no hay reconocimiento de las instituciones venezolanas y las sanciones, la apropiación de activos, el congelamiento de fondos y la propiedad de la petrolera Citgo, continúan igual. Incluso en los últimos días Guaidó entregó el control de la empresa Monómeros, a la empresa panameña Lion Street. Los negocios siguen.
Esto hace bastante difícil seguir adelante en una negociación entre gobierno y oposición, que por ahora no tiene imagen pública, ni cronograma, ni objetivos definidos, aunque la declaración de Estados Unidos, Canadá y la UE dejan abierta la posibilidad de relajar las sanciones.
Mientras tanto pasan los días y se asoma en el horizonte el 24 de noviembre, la fecha de las elecciones regionales y municipales, que podrían ser un punto de inflexión en cuanto a la participación o no de toda la oposición. Por ahora, el gobierno da señales, como la eliminación de la figura de los protectores en los estados que queden eventualmente en manos de la oposición, pero por otro lado la tensión no cede, el presidente Maduro denunció en las últimas horas un plan de la CIA para asesinarlo.
Todo esto mientras la oposición guadosista intenta salvar la ropa con un llamado a apoyar en unos dizque congresos regionales para respaldar un “acuerdo de salvación nacional”. Ya se ha perdido la cuenta de los intentos del guadosismo en este sentido. En la mañana del 5 de julio, fecha patria en Venezuela, intentaron por enésima vez conmover a los propios pero el acto central en una plaza del este de Caracas fue escuálido. Otra vez.
Al revisar la profunda crisis de la oposición interna, solo resta ver si hacia noviembre puede aparecer algún liderazgo nuevo y aglutinador, lo cual parece muy difícil. Esta es la principal tranquilidad del gobierno, que más allá de una verificable merma en apoyo y movilización, cuenta todavía con un núcleo duro en el Partido Socialista Unido de Venezuela, para resolver pleitos electorales. El último fin de semana el partido de gobierno comenzó su proceso de selección de candidatos, con una participación de más de dos millones de afiliados, y más de 183 mil candidatos propuestos. Un músculo que no pueden mostrar, ni de lejos, otras organizaciones políticas.
Así, si en el corto plazo aparecen las elecciones de noviembre, en el largo plazo el interrogante sigue siendo si Estados Unidos resignará en algún momento un plan que, aunque cambien las administraciones en la Casa Blanca, se mantiene igualito: el de volver a tener a Venezuela, con sus riquezas naturales estratégicas, bajo su pleno control, al estilo de la vecina Colombia.
Esa es la disputa a largo plazo, donde aparecen otros actores internacionales, empezando, nada más y nada menos, que Rusia y China. Las dos potencias de donde, entre otras cosas, vienen hasta ahora la inmensa mayoría vacunas que Venezuela aplica contra la Covid-19, otro tema en el que Estados Unidos y aliados mantienen bloqueada a Venezuela.
*Periodista argentino del equipo fundacional de Telesur. Corresponsal de HispanTv en Venezuela. Editor de questiondigital.com. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)