Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Mientras los soldados estadounidenses y británicos se preparan para atacar la ciudad de Marjah en la provincia Helmand de Afganistán, los comandantes militares y los medios de comunicación comparan abiertamente la operación con el asedio a Faluya en noviembre de 2004, uno de los crímenes de guerra más sangrientos de la guerra de Iraq.
La operación en el centro de la provincia de Helmand, a lo largo de una zona donde hay una intensa resistencia a la ocupación dirigida por Estados Unidos, constituirá la mayor ofensiva militar desde que Washington invadió el país en octubre de 2001. Se espera que al menos 15.000 soldados sitien la ciudad a orillas del río Helmand que tiene 80.000 habitantes y que, según el ejército estadounidense, es un bastión de los talibán.
Un total de 125.000 personas viven en el distrito en torno a Marjah, que es un centro agrícola a 350 millas al oeste de Kabul. Su población ha aumentado con afganos que huían de los pueblos ocupados el verano pasado por los marines estadounidenses tras la orden dada por el presidente Barack Obama poco después de asumir la presidencia de enviar a 21.000 soldados más a Afganistán.
Los marines estadounidenses, frustrados y enfurecidos por las bajas sufridas a manos de un enemigo invisible que es capaz de atacar y luego mezclarse con la población local, se desatarán contra la ciudad en un violento ataque militar con unos resultados predecibles.
El general de brigada Larry Nicholson, comandante de los marines estadounidenses en el sur de Afganistán, explicó detalladamente el carácter de la próxima ofensiva. Las personas a las que encuentren en Marjah tendrán tres opciones. «Una es quedarse, combatir y probablemente morir», afirmó. «La segunda es hacer la paz con su gobierno y reintegrarse». La tercera sería tratar de escapar. «En ese caso, probablemente también tengamos a algunas personas fuera esperándolos».
«Vamos a ir a lo grande», afirmó Nicholson, comandante de la segunda brigada expedicionaria de marines. «No busco una lucha justa», añadió.
En una medida extremadamente inusual, el mano estadounidense ha anunciado públicamente sus planes para la ofensiva. «Es bastante poco convencional hacerlo así, pero da a todo el mundo la oportunidad de pensar qué va a hacer antes de que de pronto en medio de la oscuridad de la noche se vean atacados por una ofensiva», afirmó el general Stanley McChrystal, el mando estadounidense de mayor graduación en Afganistán.
El propósito declarado de revelar el objetivo de la futura ofensiva es permitir a los civiles huir antes de que entren los marines. También proporciona una coartada preventiva a la ofensiva estadounidense de describir a quienes no hacen caso del aviso como talibán acérrimos que merecen ser asesinados.
Stratfor, una página web de la inteligencia militar fuertemente vinculada al aparato de Estado estadounidense, informó el jueves [4 de febrero] que «el ataque probablemente incluirá acordonar la zona de manera que probablemente se obligará a muchos combatientes que la defiende a luchar hasta la muerte o a rendirse».
El artículo continuaba: «Con los ataques a Faluya y Ramadi a sus espaldas, los marines tienen experiencia en este tipo de ataque urbano».
¿Cuáles son los antecedentes de ataques urbanos » de este tipo»?
El ataque de los marines a Faluya en noviembre de 2004 redujo a escombros la mayor parte de la ciudad de 300.000 habitantes cuando los aviones de guerra arrojaron miles de toneladas de explosivos, y los helicópteros y tanques de combate dispararon misiles contra los edificios y destrozaron la zona a cañonazos.
El mando militar estadounidense afirmó haber matado a 2.000 «insurgentes», pero se sigue desconociendo la cantidad real de muertos. Los civiles que habían permanecido en la ciudad fueron sometidos a los mismos bombardeos. Algunos murieron por disparos durante los asaltos puerta a puerta que hubo a continuación y otros fueron asesinados mientras huían. Se ejecutó sumariamente a los combatientes heridos y las instalaciones médicas fueron objeto de ataques militares. Durante más de diez días se negó la comida, el agua y la electricidad a quienes permanecieron en la ciudad.
La operación fue un despiadado ejercicio de castigo colectivo contra la población de Faluya por el asesinato en ella de cuatro mercenarios de Blackwater y por la prolongada resistencia de la ciudad a la ocupación. Personificó la criminalidad de toda la guerra y se caracterizó por múltiples y graves violaciones de las leyes de guerra.
De creer a los comandantes estadounidenses, se está preparando una operación similar en Afganistán y por razones similares. La ciudad de Marjah se va a convertir en un campo de la muerte.
Al igual que en Faluya la venganza desempeña aquí un papel. Las fuerzas militares estadounidenses asistieron a lo largo del año pasado a un constante aumento de sus bajas, mientras que a finales de diciembre la CIA sufría un humillante ataque que acabó con la muerte de siete de sus agentes en la frontera afgana.
En Afganistán, como en Iraq, el mando militar estadounidense considera valioso convertir en un ejemplo a una población conocida por ser un centro de la resistencia a la ocupación, con lo que envía así un mensaje a toda la población de que esta resistencia es inútil y que se encontrarán con una masacre y destrucción.
Esta sangría se justifica oficialmente en nombre de una interminable lucha contra el terrorismo. Detrás de la propaganda, la fuerza motriz de la guerra en Afganistán, como en la guerra en Iraq, es el intento por parte de la clase dirigente estadounidense de contrarrestar la crisis del capitalismo estadounidense por medio del uso de la fuerza y de apoderara de posiciones estratégicas en el golfo Pérsico y Asia central, que son ambos centros de vastas reservas de energía.
Hace un año, cuando Barack Obama entró en la Casa Blanca, entre amplias capas de la población estadounidense existía la esperanza de que esta toma de posesión convertiría a palabras como Faluya, Abu Ghraib, Guantánamo, Blackwater, tortura y detenciones extrajudiciales en un léxico de un capítulo negro e ignominioso, pero cerrado, de la historia de Estados Unidos.
Los preparativos de la ofensiva de Marjah sólo ponen de relieve que lejos de haber terminado, los crímenes de la administración Bush continúan y se disparan bajo el presidente demócrata.
Actualmente hay más soldados estadounidenses desplazados en el extranjero en guerras y ocupaciones coloniales que bajo Bush, y los asesinatos se han extendido desde Iraq y Afganistán a Pakistán y Yemen. La administración Obama trata de conseguir 322.000 millones de dólares para las dos guerras y ocupaciones en curso, una cifra que sin lugar a dudas aumentará con posteriores demandas de fondos «suplementarios».
El supuesto candidato de la «esperanza» y el «cambio» se ha mostrado cada vez más claramente como un agente cuidadosamente seleccionado de sectores de la clase dirigente política y del complejo militar y de la inteligencia que querían efectuar ciertos cambios tácticos en la política al tiempo que continuaban empleando el militarismo en el extranjero y en casa emprendían implacables ataques contra la clase trabajadora.
La clase trabajadora estadounidense no puede aceptar una nueva ronda de crímenes de guerra llevados a cabo en su nombre. La exigencia de una retirada inmediata e incondicional de todas las tropas estadounidenses y extranjeras de Afganistán debe unirse a una ofensiva política contra la administración Obama y la oligarquía financiera a la que defiende.
Fuente: http://wsws.org/articles/2010/