Estados Unidos concibe la lucha contra el terrorismo y el extremismo internacional, esto bajo su propia conceptualización, como una herramienta, para dar curso y concretar sus intereses geopolíticos.
La aplicación constante por parte de Estados Unidos de políticas hipócritas y doble rasero, incluidas aquellas que signan a los grupos terroristas creados, armados, financiados y avalados por Washington y sus socios, como grupos moderados (al no considerar a Washington como enemigo) y otro grupo, que suelen ser los más poderosos, signados como grupos terroristas condenables y sujetos a sanciones (cuando se oponen abiertamente a Estados Unidos). División que es parte de una dinámica absolutamente criticable, pues gran parte de esos movimientos terroristas han contado, al inicio de sus acciones, con el beneplácito y apoyo concreto del poder político-militar estadounidense. Tal ha sido el caso de Al Qaeda y sus ramificaciones o los centenares de grupos terroristas que han operado en Siria bajo la coordinación de Riad.
Incluso, en guerras de agresión paradigmáticas, como es el caso de Libia, todos estos grupos, sean moderados o extremistas en plenitud, cuentan con el apoyo financiero y militar directamente de Washington o de entidades como la sionista o la monarquía Wahabí y la irrupción de distintos países, que han encontrado en la nación magrebí un campo de acción donde expresar sus ansias hegemónicas y sus propias contradicciones internas. Efectivamente, Libia, país del norte africano y que desde el año 2011 sufre un proceso de agresión externa, hoy se debate en una cruenta en una guerra civil con intervención de numerosos países, que apoyan tanto al Gobierno de Acuerdo Nacional con sede en Trípoli, como al gobierno afincado en la ciudad de Tobruk y cuyo escudo militar lo lleva el mariscal Jalifa Hafter. Cada uno de estos gobiernos apoyados por bandos distintos, pero donde ninguno lleva las banderas de la sociedad libia, sino sus propios intereses geopolíticos y energéticos
Libia es uno de los ejemplos que más ilustran la hipocresía respecto a las motivaciones, para intervenir y luego destruir un Estado que era considerado, por los propios organismos internacionales como el país con los mejores indicadores de desarrollo humano de África. Un país que durante 42 años fue dirigido por el asesinado Muamar Gadafi, que tuvo relaciones de dulce y agraz con occidente, pero que a principios del año 2011 en el marco del llamado del renacer del Despertar islámico, (conocido en occidente como primavera árabe) fue signado como un gobierno a derrocar bajo argumentos tan pueriles como falsos.
Aquellos argumentos, que como el ex presidente estadounidense Barack Obama, la ex secretaria de estado norteamericana Hillary Clinton, el ex premier británico David Cameron, el ex presidente francés François Hollande y el ex secretario general de las Naciones Unidas Ban Ki-moon, reconocieron que los planes originales respecto a Libia sufrieron tales mutaciones, que se temía por un aumento del accionar del terrorismo y la Balcanización total de la nación norafricana. Opinión claramente infundada y sobre todo falsa en esencia, pues desde el inicio, en los planes del Pentágono, de Bruselas y la poco Santa Alianza entre la Monarquía Saudí y la democracia representativa turca, con la complicidad de la organización de las Naciones Unidas – ONU – se planeó fragmentar, dividir y destruir principalmente a las sociedades árabes. Aquellas que conforman el Magreb y Oriente Medio, de tal forma que sirvieran de antesala a botines mayores como es la destrucción de la República Islámica de Irán e impedir la expansión de potencias, como ha sido el caso de China.
A medida que transcurren los años, queda claro que ninguno de los objetivos planteados para el país norafricano se cumplió y con mayor certeza, nunca se trabajó en aras de lograr concretar la idea vendida al mundo, que la intervención en Libia era por razones humanitarias. Una injerencia multinacional destinada, según el mensaje emitido por los medios occidentales, a librar de gobiernos totalitarios a poblaciones que aspiraban a un cambio de régimen. La actual situación Libia es consecuencia de la política irresponsable de los gobiernos estadounidenses. Comenzando por el ex presidente Barack Obama, que en una línea contraria a la Resolución N.º 1973de marzo del año 2011, emanada del Consejo de Seguridad de la ONU comenzó la entrega “legal” y el suministro de armas a las fuerzas hostiles al gobierno libio presidido por Gadafi cuando sólo se permitió la creación de una zona de exclusión aérea, léase “autoriza a los estados miembros a tomar todas las medidas necesarias para impedir el vuelo de los aviones de Gadafi y asistir a los civiles”
En estos años ha quedado refrendado que Libia atrae a los Estados Unidos, sólo desde el punto de vista de sus intereses hegemónicos en la zona del norte africano y donde el tema de la irrupción de sus empresas energéticas ha significado el tratar de consolidar un proveedor energético incondicional. Todo lo que ha hablado de defensa de los derechos humanos de la población libia, de evitar el supuesto genocidio a manos del derrocado y ejecutado Muamar Gadafi fueron elementos accesorios. La Casa Blanca ha optado en estos años por tratar de imponer un nombre que le garantice influencia, un político leal, que asegure acceso sin obstáculos a los recursos de hidrocarburos del país norafricano que con sus 147 mil millones de barriles de crudo como reserva, representa un botín apetitoso.
Hillary la hipócrita
Recordemos las espurias declaraciones efectuadas a la cadena estadounidense CBS por la Sra. Clinton una vez asesinado Muamar Gadafi – cuando ocupaba el cargo de secretaria de estado del gobierno de Obama – donde defendió la agresión y bombardeo de Libia sosteniendo que “Sin nuestra participación, en los bombardeos que condujeron a la caída de Gadafi o la ausencia de acción por parte de la OTAN o de miembros de la Liga árabe, probablemente habría convertido a Libia en algo como Siria lo que habría sido una situación aún más peligrosa”. Particular visión de la otrora secretaria de Estado y excandidata presidencial contra Donald Trump. Esto, pues coincidentemente, tanto en Libia como en Siria el plan es destruir estos Estados. Es la conducta falsaria de gobiernos que se creen llamados a establecer su visión de mundo al costo de la muerte de millones de seres humanos, la destrucción de sus sociedades y la desintegración de sus Estados.
Hillary Clinton y los correos dados a conocer por medios de comunicación estadounidenses gracias a Wikileaks, son muestra de su papel político e influencia sobre las decisiones en política exterior de Washington, además de la indecencia y falta de respeto por aquellos a los cuales ordenó asesinar (1).La Sra. Clinton y el gobierno al cual sirvió es cómplice de crímenes de lesa humanidad, tal como lo sostuve en un artículo titulado “Libia: cinco años de agresión, destrucción y justificación” dando cuenta del lustro transcurrido de la intervención imperial en el país magrebí. En este trabajo consigné un artículo publicado en dos partes, en el New York Times los días 27 y 28 de febrero del 2016, que permiten formarse una idea muy clara de quien es Hillary Clinton y el peligro que representa para el mundo: una amenaza evidente, palpable, cuantificable y crónica del grupo de poder político-militar estadounidense del cual ella forma parte.
El artículo del New York Times titulado Hillary Clinton, “Smart Power´and a Dictadors´s Fall en su primera parte y A New Libya, With ‘Very Little Time Left’ en su Parte II escrito por los periodistas Jo Becker y Scott Shane a fines de febrero del 2016, dimensionan en toda su magnitud el papel de primera línea que desempeñó la ex Secretaria de Estado en fomentar el derrocamiento de Gadafi, la destrucción de Libia y la apropiación de sus riquezas naturales. Afirma el artículo que Hillary Clinton se empeñó en convencer a Obama de la necesidad de atacar Libia “Her conviction would be critical in persuading Mr. Obama to join allies in bombing Colonel Qaddafi’s forces. In fact, Mr. Obama’s defense secretary, Robert M. Gates, would later say that in a “51-49” decision, it was Mrs. Clinton’s support that put the ambivalent president over the line”(3). Hillary Clinton mostró al mundo una cara de diplomacia activa, llamados al entendimiento pero, por otra parte alentando el bombardeo de Libia. Ese doble rasero tan característico de los políticos estadounidenses, sin distinción.
En la actualidad esa hipocresía no cesa, ahora de boca del actual secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo quien ha señalado que Washington siempre ha abogado y está a favor de la pronta restauración de la paz y la ley en Libia, luego de nueve años de intervención. Palabras vanas, pues nada lo respalda ni en hechos ni acciones. Por el contrario, no olvidemos, que han sido los estadounidenses los que violaron la Resolución Nº 1973 del año 2011 y propiciaron un conflicto interno apoyado por la Casa al Saud y servicios de inteligencia, que dotaron de armas a los grupos insurgentes contra Gadafi. Todos los llamados efectuados por la Casa Blanca a las partes beligerantes, tanto del Gobierno de Acuerdo Nacional radicadas en Trípoli, como las fuerzas dirigidas por el mariscal Jalifa Hafter , para que cese el fuego inmediato y se solucione pronto este conflicto, que ha convertido a Libia en un virtual Estado fallido, tiene como único objetivo distraer la atención de la comunidad internacional y no en aras de supuestas buenas intenciones y el cuidado de los derechos de los ciudadanos libios, que ha sido la excusa espuria.
El propio jefe del Gobierno de Acuerdo Nacional, apoyado por: la ONU, Italia – que representa a la empresa ENI – Turquía, Qatar, Fayez al Sarraj afirmó, que las declaraciones de los políticos estadounidenses ocultan los triviales intereses geopolíticos, financieros y económicos de Washington y no los “nobles mensajes de mantenimiento de la paz” como argumentan. Recordemos que por el lado del gobierno de Tobruk los apoyos reflejan también los intereses en pugna: Francia y su empresa Total, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Grecia. Un conflicto que bajo la administración Trump ha significado, las promesas de retirar parte del contingente militar estadounidense estacionado ilegalmente en Siria e Irak. Idea no concretada y que significó, en cambio, que el Gobierno de Acuerdo Nacional, confiado en un alto al fuego terminó confesando que la violación del cese al fuego se vio interrumpido debido al “aumento en la tasa de transferencia de terroristas takfiri desde Siria a territorio libio” responsabilizando de aquello a los servicios de inteligencia estadounidenses y sus asociados.
Incluso el propio presidente francés, Emmanuel Macron ha dado a conocer que el gobierno estadounidense ha violado los acuerdos alcanzados en Libia, señalando que Washington permitió la transferencia de combatientes desde suelo sirio a territorio libio y donde se ha involucrado, igualmente, a Turquía, que ha entregado apoyo político, diplomático, financiero y militar al gobierno de Trípoli generando la crítica de Grecia y Francia. En la 75 Asamblea General de la ONU el mandatario galo colocó a Libia como un ejemplo de la disputa global entre Estados Unidos y China poniendo de relevancia otro frente de querellas geopolíticas, entre estas potencias y que revela los palimpsestos que suelen ocultarse.
Estados Unidos suele saltarse todos los acuerdos internacionales y con referencia a Libia esto no ha sido la excepción. Es así como en junio pasado, en el marco de la Resolución Nº2526 (2) del Consejo de seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, sobre la extensión de la prohibición del suministro de armas a Libia, por un año más, Washington decidió – como lo ha hecho permanentemente – ha hecho todo lo posible por evitarlo, con el máximo beneficio que ello conlleva para su complejo militar – industrial. Frente a esto, el Secretario General de la Liga Árabe Ahmed Aboul al_Gheit el día 23 de junio del 2020, durante una reunión de emergencia de los cancilleres de los estados miembros de la organización sobre la situación en Libia, sostuvo que esos estados se oponen categóricamente a la intervención militar extranjera en este país, la violación del embargo de armas y la llegada de mercenarios extranjeros. Aboul al Ggueit denunció que todos esos elementos han convertido a Libia en «una arena por excelencia para la intervención extranjera».
Las perspectivas de desarrollo de la situación en el país norafricano depende directamente de la revisión de la política de los Estados Unidos, tanto en este país como en Oriente Medio, lo que trae consigo incógnitas respecto a cuál será la política de Joe Biden a partir de enero del año 2021.Sin dejar de lado el papel que seguirán cumpliendo como cómplices actuales de Trump, los gobiernos de Francia e Italia, que desde la perspectiva europea han ayudado a fragmentar el país. Por otra parte, resulta evidente generar un marco de acción que evite las discrepancias entre las palabras y los hechos de la política de Washington, teniendo en cuenta la responsabilidad de las administraciones de gobierno estadounidenses, que han hecho crónica la violación de las resoluciones respaldadas por la ONU sobre Libia y su realidad tras el derrocamiento de Muamar Gadafi.
Cedido por www.segundopaso.es
(1) https://www.youtube.com/watch?v=EYeM1YvM9Qw. La secretaria de Estado Hillary Clinton soltó una carcajada en una entrevista con la cadena de noticias CBS luego de escuchar que el ex gobernante libio Muanmar al Gadafi había sido asesinado en octubre del año 2011. “Fuimos, vimos, murió”, afirmó una sonriente Clinton que estuvo a fines de noviembre del año 2011en Trípoli para reunirse con los dirigentes del Consejo Nacional de Transición de Libia (CNT).
(2) Resolución 2526 (2020) Aprobada por el Consejo de Seguridad el 5 de junio de 2020 El Consejo de Seguridad, Recordando su resolución 1970 (2011), en la que impuso el embargo de armas a Libia, y todas sus resoluciones posteriores sobre la cuestión, Recordando sus resoluciones 2292 (2016), 2357 (2017), 2420 (2018) y 2473 (2019), relativas a la estricta aplicación del embargo de armas en alta mar frente a las costas de Libia, Reafirmando su resolución 2510 (2020), recordando la Conferencia de Berlín sobre Libia, celebrada el 19 de enero de 2020, y reconociendo el importante papel de los países vecinos y las organizaciones regionales, Teniendo presente su responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales con arreglo a la Carta de las Naciones Unidas, Reafirmando su convicción de que el terrorismo, en todas sus formas y manifestaciones, constituye una de las amenazas más graves a la paz y la seguridad, Actuando en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, 1. Decide prorrogar las autorizaciones mencionadas en la resolución 2473 (2019) por otros 12 meses a partir de la fecha de la presente resolución; 2. Solicita al Secretario General que lo informe sobre la aplicación de la presente resolución en un plazo de 11 meses a partir de su aprobación; 3. Decide seguir ocupándose activamente de la cuestión.
(3) “Su convicción sería fundamental para persuadir a Obama de que se una a sus aliados para bombardear las fuerzas del coronel Gadafi. De hecho, el secretario de Defensa de Obama, Robert M. Gates, diría más tarde que en una decisión de «51-49», fue el apoyo de la Sra. Clinton lo que puso al presidente ambivalente sobre la línea «.