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EE.UU., frenesí contrarrevolucionario

Fuentes: Rebelión - Mapa de interferencia de EE.UU. en cambios de gobierno y en procesos electorales.

Al margen de coyunturas electorales, la destrucción de las revoluciones Cubana y Bolivariana está entre los objetivos primordiales de política exterior de Estados Unidos y su gigantesco aparato de inteligencia y subversión.

Las últimas arremetidas económicas y otros trajines truculentos de Estados Unidos contra Venezuela y Cuba llevan un inconfundible tufo electoral. Los 29 votos electorales del estado de Florida suelen ser decisivos para ganar una elección apretada, como la que parece estarse configurando y Trump trata de conquistar, sin importar cómo, el voto ultraderechista de las nutridas colonias venezolana y cubana que allí residen.

El fenómeno de actuar sin la mínima consideración ética para cachar sufragios es tradicional en la política estadounidense, particularmente cuando se acercan los comicios presidenciales. Por eso se habla tanto de la “sorpresa de octubre”, por lo general referida a una acción militar llevada a cabo el mes previo a las elecciones de noviembre, dirigida a unificar al país en torno al presidente y a transferirle así una cantidad importante de votos, emitidos principalmente por miedo. Lo que es nuevo con la administración de Trump es el grado de desesperación y, frecuentemente, amateurismo, con que se conducen las acciones de cacería de votos, o para el caso, todas sus acciones. Al punto que a veces moverían a risa si no derivaran en crímenes de lesa humanidad,  más en medio de una pandemia, tanto la asfixia económica como las acciones armadas y terroristas que las caracterizan, las últimas en el caso de Venezuela. Cuba sufrió décadas de sangriento terrorismo de la CIA y de las organizaciones contrarrevolucionarias de pantalla creadas por ella. Yéndonos más a fondo, lo que ocurre en el caso del magnate es que tanto él como su equipo más cercano son fiel reflejo de la extremadamente profunda y ya irreversible crisis moral, política y económica que experimentan el sistema imperialista de Estados Unidos y las instituciones que gestionan la “democracia” de ese país. A la vez, expresan la guerra civil en germen entre importantes grupos de poder económico y político que se disputan hoy, no una elección, sino el control y el rumbo definitivo de la nave imperialista yanqui en el momento más crítico de su historia. Difícil encontrar una mejor prueba de la generalización de esta crisis que el decadente y vulgar primer debate entre Trump y su rival demócrata Joseph Biden.  Habría que añadir también, que en la conducta del multimillonario tiene una enorme influencia la irrefrenable y patológica obsesión de continuar en la Casa Blanca cuatro años más no importa los medios, mismo propósito de su círculo cercano, frenético por quedarse en el gobierno, tanto por razones de negocios como de impulsar por largo tiempo su agenda ultraderechista a escala local e internacional.

En la reciente gira antivenezolana  -y antichina, habría que añadir- de Pompeo, el secretario de Estado fue a instigar a los nuevos presidentes de Surinam y Guyana contra Venezuela, a la vez que calentaba las fronteras brasileña y colombiana con ese país. En esta son frecuentes las acciones de paramilitares y bandas criminales, rechazadas firmemente por la Fuerza Armada Nacional Bolivariana pero que han costado sangre de sus miembros. Paralelo al viaje de Pompeo se daba a conocer el bochornoso informe de derechos humanos de la “misión independiente de determinación de hechos”, cocinado por el pestilente Grupo de Lima a espaldas y en contra de la actividad que realiza en Venezuela, con todas las garantías, un grupo de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para Derechos Humanos. En esos días los órganos de seguridad bolivarianos capturaron un agente gringo, mercenario de la empresa MVM inc., en labores de espionaje y preparación de actos terroristas contra refinerías, líneas eléctricas y otros importantes objetivos. Todo lo antes mencionado dirigido a incrementar la guerra irregular contra Venezuela y a exacerbar nuevamente el ambiente de linchamiento internacional contra la Revolución Bolivariana. A crear un clima propicio a la justificación de acciones terroristas, o acaso, algún tipo de ataque de mayor escala contra su territorio.  Un objetivo fundamental de este conjunto de acciones es impedir, o hacer fracasar, las estratégicas elecciones parlamentarias del 6 de diciembre en la patria de Bolívar.

Mientras, Washington era derrotado ignominiosamente en su intento de impedir que Cuba fuera electa al Comité Ejecutivo de la Organización Panamericana de la Salud y Trump decretaba un cierre total a la posibilidad de que los pocos estadounidenses que reciben autorización de viajar a la isla se alojen en hoteles del Estado, participen en eventos o compren habanos y ron, que encima de otras medidas anteriores, significa la casi imposibilidad para estos de visitar Cuba.

Un asunto debe quedar claro: Al margen de coyunturas electorales, la destrucción de las revoluciones Cubana y Bolivariana está entre los objetivos primordiales de política exterior de Estados Unidos y su gigantesco aparato de inteligencia y subversión. Esto se desprende de muchos de los documentos secretos ya desclasificados de la CIA, el Pentágono y otras agencias, y es cada vez más explícito en el discurso imperialista.

Twitter:@aguerraguerra

Imagen de portada: Mapa de interferencia de EE.UU. en cambios de gobierno en el mundo y en procesos electorales. Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International