La visita que realiza el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez a la República de Argelia Democrática y Popular, es una prolongación de los lazos de hermanad que durante 60 años han unido a las dos naciones y que desde un principio fueron forjados por el líder de la Revolución, Comandante en Jefe Fidel Castro y los dirigentes argelinos.
La proclamación de la independencia de Argelia, el 3 de julio de 1962, fue celebrada por el gobierno y pueblo cubanos como una gran victoria obtenida mediante una larga lucha armada contra el colonialismo francés. El 26 de septiembre, la Asamblea Nacional de ese país eligió a Ahmed Ben Bella como primer ministro, quien se convirtió en un gran amigo de la Revolución cubana y entusiasta sostén de las luchas de los pueblos oprimidos del Tercer Mundo.
Cuba había ayudado al Frente de Liberación Nacional (FLN) de Argelia cuando en diciembre de 1961 el barco Bahía de Nipe desembarcó en Casablanca, Marruecos, un gran alijo de armas para el FLN y llevó hacia Cuba a 78 guerrilleros argelinos heridos, para que se atendieran y recuperaran, y a 20 niños huérfanos que vivían en campamentos de refugiados para que estudiaran en la Isla.
El 27 de junio de 1961, La Habana también fue el único país del hemisferio occidental que reconoció al gobierno argelino en el exilio.
A los pocos días de su elección, Ben Bella llegó a Nueva York para participar en la ceremonia de admisión de Argelia en las Naciones Unidas. El 15 de octubre se trasladó a Washington para entrevistarse con el presidente estadounidense John F. Kennedy y al siguiente día, desde Nueva York, subió a un avión cubano para realizar una visita de dos días a la Isla del Caribe.
En el aeropuerto internacional “José Martí” de La Habana, lo esperaba el Comandante en Jefe, Fidel Castro. Las 36 horas que duró su estancia fueron de un trabajo intenso, con prolongados intercambios entre los dos estadistas.
Unas pocas horas después de la visita de Ben Bella, Fidel pronunció un discurso en la inauguración de la Escuela de Medicina “Playa Girón” de La Habana, donde planteó la idea de enviar una brigada médica para ayudar a esa nación que tras la independencia sufrió la salida en masa de los galenos franceses, al punto de quedar solo en el país 600 galenos, 285 argelinos y los otros voluntarios que prestaban servicio por períodos cortos, para atender a cerca de 11 millones de habitantes.
En su discurso Fidel señaló: “La mayoría de los médicos de Argelia eran franceses y muchos han abandonado el país. Hay cuatro millones más de argelinos que de cubanos y el colonialismo les ha dejado muchas enfermedades, pero tienen solo un tercio –e incluso menos- de los médicos que nosotros tenemos…Por eso les dije a los estudiantes que necesitábamos 50 médicos como voluntarios para ir a Argelia. Hoy podemos enviar solo 50, pero dentro de 8 o 10 años, quién sabe cuántos, y estaremos ayudando a nuestros hermanos…porque la revolución tiene el derecho de recoger los frutos que ha sembrado…”
Las palabras de Fidel tuvieron una inmediata respuesta por parte de numerosos médicos que ofrecieron su disposición para ir a ayudar a los valerosos argelinos que habían defenestrado, a sangre y fuego, al régimen colonial.
Cuba no podía brindar más profesionales de la salud en esos momentos porque, impulsados por el gobierno de Washington, salieron del país 3 000 galenos de los 6 000 que existían antes del triunfo de la Revolución.
De octubre de 1962 a mayo de 1963 se recogieron las proposiciones y se inició el proceso de selección.
El 23 de mayo de 1963, un avión Britania de Cubana de Aviación con 29 médicos, 4 estomatólogos, 14 enfermeros y 7 técnicos medios de la salud, con el ministro de Salud Pública, doctor José Ramón Machado Ventura al frente del grupo, viajaban con destino a Argelia. Se iniciaba así la primera misión médica internacionalista cubana en la historia de la Revolución, y fue la primera de las muchas que han ido durante más de 60 años hacia África, América Latina y Asia a prestar desinteresadamente sus humanos y profesionales servicios.
Una de las doctoras que dio inmediatamente su disposición y a quien entrevisté para confeccionar el libro “Historias Secretas de Médicos Cubanos” fue Sara Perelló Perelló, (ya fallecida) quien había nacido el 15 de abril de 1920 en el pueblo matancero de Cárdenas. Graduada como especialista en pediatría en 1963, decidió con el corazón por delante y el enorme espíritu de humanismo que tuvo desde un principio la Revolución cubana, partir a prestar sus servicios a la recién liberada República de Argelia.
Cuando la entrevisté, en 2003, me dijo con una dulce sonrisa, “este año acabo de cumplir 50 años de graduada de médico, (1953) igual que el guerrillero heroico Ernesto Che Guevara.
“Enfrenté esa misión de una forma muy espontánea, afirmó, y con la voluntad de servir a Fidel a la Revolución cubana y a Argelia”.
La ubicaron en Sidi Bel Abbés. Como pedíatra hacía guardia todos los días y cuando no estaba trabajando, se ponía a estudiar el idioma árabe. Escribía mucho pues le hacia un diario a su mamá.
Le pusieron a una muchacha como traductora que sabía francés y árabe. De todas formas, comenzó a aprender árabe solo por el sonido para no tener que suspender la consulta si la joven no iba.
Una tarde le dijeron que a las siete de la mañana del siguiente día, el comandante Ernesto Che Guevara iría a visitarlos y que estuvieran a las siete en la Casa de Gobierno.
Cuando llegaron a la puerta de esa Casa, aquel 13 de julio de 1963, ya el Che los estaba esperando. Se tomaron fotografías y después el Guerrillero Heroico les hizo muchas preguntas, además de pedirles que le expusieran los inconvenientes y las anécdotas que creyeran interesantes.
La doctora Sara Perelló concluyó aquella entrevista con la certeza de que esa misión fue muy útil e importante para Cuba, Argelia y para ellos mismos pues: “Nos sentimos más crecidos, más humanos, más útiles, que nuestra carrera tenía un sentido más elevado del que le habíamos dado”.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.
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