El indescriptible salvajismo del genocidio que se desarrolla en Gaza y la absoluta impunidad de los genocidas israelíes y sus patrocinadores occidentales han provocado ondas de indignación en el mundo y desencadenado una intifada global de solidaridad con Palestina. El genocidio muestra tanto el pasado como el futuro, una redición de la oscura historia del colonialismo europeo que alcanzó su cenit en los siglos XIX y XX y una visión horrorosa del futuro de un capitalismo global, cuyo impulso de exterminio está en pantalla completa ante una crisis sin precedente.
Estructuralmente la crisis es de sobreacumulación. El estancamiento crónico ejerce una presión creciente sobre los agentes políticos y militares del capital trasnacional para que abran de manera violenta espacios de acumulación. Al mismo tiempo, estos agentes deben contener la rebelión desde abajo provocada por el descontento generalizado con el statu quo global. La creciente desigualdad, el empobrecimiento y la inseguridad de las clases trabajadoras tras décadas de penuria social provocada por el neoliberalismo socavan la legitimidad del Estado, desestabilizan los sistemas políticos, ponen en peligro el control de las élites e impulsan el surgimiento de una derecha neofascista.
El último medio siglo de globalización capitalista ha acarreado una vasta ronda de acumulación primitiva y expulsiones en todo el mundo. El alter ego del excedente de capital es el excedente de trabajo. Cientos de millones de personas han sido desplazadas del campo del antiguo tercer mundo y en el antiguo primer mundo millones más han sido arrojados al desempleo y el abandono por la desindustrialización y el neoliberalismo. Las filas del excedente de humanidad, los estructuralmente excluidos y relegados a los márgenes de la existencia, son miles de millones.
No hay símbolo más potente y trágico del destino del excedente de humanidad que el genocidio que perpetra Israel. El proletariado palestino en Gaza dejó de servir como mano de obra barata para la economía israelí cuando se impuso el bloqueo en 2007 y el territorio se convirtió en campo de concentración al aire libre. De ninguna utilidad para el capital israelí y trasnacional, los gazatíes obstaculizan la expansión capitalista global en Medio Oriente y son totalmente desechables.
Gaza es un microcosmos y manifestación extrema del destino que espera a los trabajadores y al excedente humano a medida que el orden global se endurece hasta convertirse en formas de dominación más virulentas y violentas, lo que simboliza una etapa radical en las modalidades de control de la clase dominante, la creación de geografías de contención y matanza generalizada de poblaciones excedentes que se interponen a la apropiación y expansión capitalista trasnacional.
Gaza, como gigantesco campo de concentración, puede ser un caso extremo de gestión del excedente de humanidad, pero estas geografías de megaprisiones se extienden por todo el mundo. En 2023, el gobierno salvadoreño inauguró su draconiana megaprisión, el Centro de Confinamiento del Terrorismo, la mayor del mundo; encerró a 40 mil presos, casi todos ellos jóvenes desempleados y empobrecidos. Si Gaza nos muestra la opción del exterminio, El Salvador proporcionó un modelo de control sobre la humanidad superflua en la manipulación de la inseguridad y la inducción del miedo ante el crimen y la violencia social, efectos de pobreza, desempleo y privaciones crónicas.
Las megaprisiones como método para contener el excedente de humanidad se han extendido muy rápido. Tras El Salvador, Brasil, China, Turquía, Tailandia, Filipinas e India, entre otros países, anunciaron planes similares para prisiones que albergarían a decenas de miles. Entre 2016 y 2021 comenzó en Turquía la construcción de nada menos que 121 nuevas prisiones. Sri Lanka anunció en 2021 que construiría un complejo penitenciario de 200 acres que permitiría detener a 100 mil personas en todo el país, más de tres veces la población carcelaria de ese año. Egipto anunció ese año que pronto abriría una prisión para 30 mil presos.
Las insurgencias paramilitares y los despliegues militares multinacionales han desplazado a más de 7 millones de personas en Congo en los últimos años, la mayoría en las provincias orientales, para abrir el acceso a los vastos recursos minerales del país: oro, diamantes, plata, cobalto, coltán, estaño, petróleo, gas natural y más. A menudo reportadas como conflictos étnicos o luchas entre facciones locales por el control político, estas son causas próximas de guerras trasnacionales por el capital trasnacional y estados para apoderarse de recursos.
Las fronteras se convierten menos en marcadores físicos del territorio que en ejes en torno a los cuales se organiza un control intensivo sobre los expulsados. Están cada vez más militarizadas. Las fronteras entre jurisdicciones nacionales se convierten en zonas de guerra y zonas de muerte. La patrulla fronteriza de EE.UU. informó más de 7 mil muertes en la frontera con México entre 1998 y 2023, quizá una gran subestimación, pues no tiene en cuenta aquellos cuyos cuerpos no fueron recuperados ni los muchos que murieron en el largo viaje a través de Centroamérica. y México. Las cifras de muertes en el Mediterráneo son absolutamente impactantes: más de 20 mil personas se ahogaron o desaparecieron entre 2014 y 2023.
Gaza, Congo y otros infiernos similares son señales de alarma en tiempo real de que el genocidio puede convertirse en una poderosa herramienta en las próximas décadas para resolver la intratable contradicción inherente al capitalismo entre el excedente de capital y el excedente de humanidad. En pocas palabras, el caos político y la inestabilidad crónica pueden crear condiciones bastante favorables para el capital. Estamos en medio de una guerra civil global, no en el sentido de que haya dos ejércitos opuestos en combate, sino más bien en el sentido de que el proletariado global y las clases populares se enfrentan en todas partes a los grupos dominantes y los estados que controlan, desde Kenia a Argentina, Francia a Estados Unidos y Bangladesh a Nigeria. No hay duda de que se vislumbran trastornos catastróficos en el horizonte. Llegó la hora de la resistencia trasnacional en masa. Es urgente tejer agendas populares viables y transfronterizas contra la agenda del exterminio del capital.
William I. Robinson: Distinguido profesor de sociología. Universidad de California en Santa Bárbara.
Fuente: https://www.jornada.com.mx/2024/08/12/opinion/016a2pol