La decisión del Reino Unido de excluir a la multinacional china de tecnología Huawei de sus redes 5G y el anuncio del presidente estadounidense Donald Trump de que prohibirá la aplicación Tik Tok en su país marcan una escalada en la guerra comercial y geopolítica que enfrenta a Estados Unidos y China por el dominio de la infraestructura, los datos y los negocios de internet. Un conflicto que está en el centro de las luchas por el poder global y que se anuncia feroz.
Fuente: El Atlas de la revolución digital (hacer click para ampliar)
Como antaño las rutas comerciales, los territorios y los recursos naturales, las batallas geopolíticas por el poder y la soberanía se libran hoy en torno a los datos, las tecnologías digitales y las infraestructuras de Internet. En este terreno, los principales contendientes son Estados Unidos y China. El gigante asiático ha alcanzado un desarrollo tecnológico impresionante en las últimas décadas y expande su imperio a través de la Red. Es el único país capaz de competir al nivel de la potencia norteamericana y amenazarla en su propio juego. Un juego devenido en el centro de una feroz guerra comercial, industrial y de inteligencia por la reconfiguración de las relaciones de fuerza globales, que obliga a aliados y terceros a posicionarse o, mejor dicho, alinearse, con el riesgo explícito de sufrir severas represalias de ambas partes.
En efecto, la escalada del enfrentamiento entre Estados Unidos y China, en la que arrecian las acusaciones de espionaje, retrotrae a las tensiones de la Guerra Fría y toma tintes peligrosos en momentos en que se intensifica la campaña presidencial en Estados Unidos. Así lo demuestra el cierre forzado del consulado chino en Houston, el pasado 22 de julio, una medida sin precedentes desde el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países en 1979, a la que China respondió en represalia con el cierre del consulado estadounidense en la ciudad de Chengdu.
En el núcleo de este conflicto se destaca particularmente la multinacional de tecnología china Huawei, bestia negra del presidente estadounidense Donald Trump, que la acusa de ser una herramienta de inteligencia de la República Popular. Creada en Shenzen en 1987, Huawei opera actualmente en unos 170 países y se ha convertido en el mayor fabricante de equipos de telecomunicaciones del mundo y el segundo mayor fabricante de smartphones. Por sobre todas las cosas, lidera la carrera por la implementación del 5G –quinta generación de tecnología inalámbrica para redes digitales móviles–, que permitirá un salto cuantitativo y cualitativo en las telecomunicaciones, los vehículos autónomos y la Internet de la Cosas (IOT, en inglés).
El pasado 14 de julio, en un vuelco respecto de decisiones recientes, el Gobierno del primer ministro británico Boris Johnson anunció que prohíbe a las empresas de telecomunicaciones que operan en el Reino Unido comprar equipos de Huawei para la implementación de sus redes 5G a partir de 2021, y que todos los equipos ya instalados deberán ser desmantelados antes de 2027. Una decisión fundada oficialmente en los temores planteados por el Centro Nacional sobre Cíberseguridad (NCSC, en inglés) respecto de la capacidad de Huawei para garantizar la seguridad de las redes y sus datos a partir de las sanciones impuestas en mayo por el Gobierno de Estados Unidos, que impiden a la empresa acceder a componentes esenciales como los semiconductores y software de su país. El Reino Unido se suma así al grupo de países que prohíben oficialmente a Huawei como proveedor de sus redes 5G: Estados Unidos, Australia, Japón y Taiwán. Una lista tan breve como selecta e influyente, que representa más de un tercio del Producto Interno Bruto global.
Al tiempo que el Gobierno británico realizaba su anuncio, el presidente estadounidense Donald Trump celebraba su victoria contra China atribuyéndose el logro (“Lo hice yo”) y advirtiendo que quien quiera hacer negocios con la potencia norteamericana deberá vetar a Huawei. En efecto, detrás de bambalinas, representantes del Gobierno de Johnson habrían reconocido a ejecutivos de la empresa china que la decisión se fundaba en razones geopolíticas, es decir, fuertes presiones del Gobierno estadounidense en momentos en que el brexit obliga a reforzar las relaciones con el aliado americano. Para intentar suavizar las futuras consecuencias de su acción también señalaron que la medida podría incluso ser revisada en función del resultado de las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos (1). La prohibición conlleva importantes pérdidas financieras y retrasos en la implementación de la red 5G para el Reino Unido, además de posibles castigos comerciales que ya se están haciendo notar: alegando el “amplio contexto geopolítico”, ByteDance, la compañía con sede en Pekín dueña de Tik Tok, nueva estrella de las redes sociales y la primera aplicación de origen chino en expandirse fuertemente en Occidente –fue la más descargada globalmente en marzo de 2020 y cuenta con 800 millones de usuarios activos mensuales (2)–, puso un freno a las negociaciones para instalar su sede de negocios exteriores en Londres, amenazando la creación de unos 3.000 empleos (3).
Mientras tanto, la decisión del Reino Unido fuerza al resto de las potencias europeas y a otros aliados estratégicos de Estados Unidos a definirse. Es el caso de Alemania, de la que se espera una pronta decisión. Allí, los distintos operadores advierten sobre las postergaciones y los costos multimillonarios que conllevaría un veto a Huawei en la implementación del 5G. Su canciller Angela Merkel se ha expresado en favor de contar con una diversidad de proveedores, señalando a su vez la necesidad para la Unión Europea (UE) de controlar sus propios datos y de alcanzar la “soberanía digital”. En ese sentido, Berlín y París lanzaron un proyecto de nube europea denominado Gaia-X, que busca quebrar la hegemonía estadounidense y china en ese terreno. Asimismo, el pasado 16 de julio, el Tribunal de Justicia de la UE invalidó un acuerdo de transferencia de datos personales entre Bruselas y Washington, conocido como “escudo de protección”, debido paradójicamente a la falta de “protección” de esa información frente a los programas estadounidenses de vigilancia.
Particularmente sensible es el caso de Canadá, donde Meng Wanzhou, directora financiera de Huawei e hija del fundador de la empresa, Ren Zenghfei, se encuentra detenida desde diciembre de 2018, a raíz de un pedido de extradición estadounidense por violar el embargo con Irán. Canadá y Nueva Zelanda son los dos únicos miembros de los Cinco Ojos (una alianza entre agencias de inteligencia de estos dos países, Estados Unidos, el Reino Unido y Australia, que se remonta a la posguerra, y se dedica a la vigilancia de señales de telecomunicaciones globales) que aún no han vetado a Huawei. Nueva Zelanda sostiene que no prohibirá a ningún proveedor pero que se reserva su derecho a proteger la seguridad de sus redes en base a un “proceso regulatorio estable e independiente” (4). La decisión del Gobierno de Ottawa es más compleja. Tironeado entre las presiones de su vecino estadounidense, socio comercial esencial, y las represalias del gigante asiático, al que realizó exportaciones por 18.000 millones de dólares en 2019, Canadá debe ejercer un delicado equilibrio diplomático: nueve días después del arresto de Meng en Vancouver, el Gobierno chino arrestó a un ex diplomático y un empresario canadienses, detenidos desde entonces bajo cargos de espionaje.
El poder de los datos
Las acusaciones sobre las “puertas traseras” ocultas en las tecnologías de Huawei y otras empresas de punta chinas que permitirían el espionaje por parte del aparato militar de la potencia asiática, nunca del todo demostradas, favorecen a los gigantes tecnológicos estadounidenses (Facebook, Amazon, Google, Microsoft y Apple) que alegan la competencia china para defenderse de las acusaciones de posición monopólica y violaciones a la privacidad. Pero lo cierto es que resultan cuanto menos irónicas por parte de empresas y naciones que no dudan en violar abiertamente el derecho internacional y la privacidad de las telecomunicaciones, como demostraron las denuncias del ex agente de inteligencia estadounidense Edward Snowden sobre la red de vigilancia global implementada por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, en inglés) de Estados Unidos, en colaboración con los servicios del Reino Unido. Desde 2018, la Cloud Act estadounidense obliga a las empresas que operan en su país a proporcionar al Gobierno los datos almacenados en sus servidores, aun cuando éstos se encuentren en el exterior. China, por su parte, no permite que las empresas que operan en su territorio almacenen datos en servidores fuera del país.
La preocupación central podría deberse entonces no tanto al espionaje en sí mismo cuanto al hecho de que el avance de Huawei y otras multinacionales tecnológicas chinas en los mercados globales, al quitar cuotas de mercado a las compañías occidentales, quita a los servicios de inteligencia de Estados Unidos y aliados sus propias redes de vigilancia. El pasado viernes 31 de julio, Trump anunció que prohibiría Tik Tok, ¡a menos que sea comprada por Microsoft! La disputa entonces es por el monopolio de acceso a los datos que circulan por las redes, y el poder que éstos otorgan. Y el poder no se regala…
Notas.
1. Véase “Trump on UK’s Huawei ban: ‘I did this myself’”, YouTube.com; y Toby Helm, “Pressure from Trump led to 5G ban, Britain tells Huawei”, The Observer, Londres, 18-7-2020.
2. Clarisa Herrera, “Qué hay detrás del fenómeno Tik Tok”, La Nación, Buenos Aires, 18-7-2020.
3. Philip Inman, “Tik Tok halts on London HQ amid UK-China tensions”, The Guardian, Londres, 19-7-2020.
4. Rachel Thomas, “Andrew Little says New Zealand won’t follow UK’s Huawei ban”, Radio New Zealand, 15-7-2020.
Fuente: https://www.eldiplo.org/notas-web/guerra-de-espionaje-por-la-red/