Después de trece años de retraso, el acuerdo para construir el gasoducto transafgano, ha sido firmado. Este sueño de los consorcios estadounidenses que ha costado tantas vidas afganas y tantos dólares, en sus 1.735 kilómetros llevará el oro azul de Turkmenistán al océano índico y mercados mundiales, pasando por Afganistán, Pakistán y la India. Miles […]
Después de trece años de retraso, el acuerdo para construir el gasoducto transafgano, ha sido firmado. Este sueño de los consorcios estadounidenses que ha costado tantas vidas afganas y tantos dólares, en sus 1.735 kilómetros llevará el oro azul de Turkmenistán al océano índico y mercados mundiales, pasando por Afganistán, Pakistán y la India. Miles de militares se harán cargo de su seguridad. ¡Y falta que hará!
Washington, así, pretende privar a China del fuel de la región, debilitar el dominio ruso-iraní sobre los conductos de Eurasia y disuadir a Pakistán y la India para que abandonen el «gasoducto de Paz» que iban a construir con Irán.
Aplicado a la Estrategia de la Ruta de la Seda energética, sigue a marcha forzada el «Sistema de Seguridad transeurasiático (SRS)» diseñado por EE UU en 1999, que consiste en hacerse con el control de una vasta red de ferrocarriles, carreteras, y ductos que canalizan el gas y el petróleo de la cuenca del mar Caspio, mediante su militarización.
Los europeos, que pretenden reducir su dependencia a Rusia, han lanzado el proyecto Nabucco que tratará, a partir del 2015, abastecerse de los pozos de Azerbaiyán, en un Cáucaso donde nuevos actores – Turquía e Israel- se hacen fuertes. Difícil tarea. A la inestabilidad de una región aún bajo influencia de Moscú, se añade la poca capacidad de Azerbaiyán para cubrir las necesidades de Europa. Que no barajen, como solución, la posibilidad de alargar esta cañería hasta Turkmenistán, cruzando el Mar Caspio, pues se toparían con dos problemas: que este gran lago carece de un estatuto jurídico (por discrepancia entre los países ribereños); y que Turkmenistán ya tiene su gas más que repartido. Acaba de inaugurar el gasoducto más largo del mundo que le conecta con China. Otro más modesto, con Irán.
Moscú, en una exhibición de su poderío energético, se unirá a China con el gigantesco gaseoducto Altai al tiempo que, para neutralizar Nabacco, diseña nuevas rutas de suministro de energía a Europa, que esquiven Polonia y Ucrania.
Los Países Exportadores de Gas (FPEG), liderados por Rusia, Irán y Qatar amenazan con crear una OPEP del gas en 2011. El Gran Juego continúa. Encrudece.