El 15 de enero de 2005, representantes del gobierno de China y de las autoridades en Taiwán sostuvieron una reunión en Macao, que fue descrita como «histórica». Concordaron en que, por vez primera desde 1949, habría vuelos directos de China continental a Taiwán. Ciertamente, este acuerdo sólo tendría duración de tres semanas, a contar del […]
Para evaluar su importancia, se debe apreciar el contexto histórico. Hablamos de la continuidad de la civilización china por más de 5 mil años. Pero si uno mira con detalle la historia de China, hubo una serie de imperios que duraron cierto tiempo, casi siempre seguidos por periodos en que la autoridad central se desmoronó. La historia política de China ha sido un intento continuo por mantener o restaurar la unidad del país.
En el siglo XIX, el imperio chino sufría la agresión de las potencias imperialistas extranjeras. El debilitamiento del poder imperial hizo posible la revolución china de 1911, que terminó la dinastía imperial. Pero a partir de 1911, China fue acosada por los regionalismos y la guerra civil, hasta que finalmente en 1949 el Partido Comunista y su ejército entraron en Shangai y proclamaron la República Popular China. La unidad estaba restaurada, o casi.
Lo que ocurrió, como sabemos, es que el gobierno previo, aquel de Chiang Kai-Shek y el partido Kuomintang, se replegó con parte de su ejército a la isla de Taiwán y continuó argumentando, con el respaldo del gobierno de Estados Unidos, que éste era el gobierno de China. Entonces, el mundo tuvo que escoger entre dos demandantes alternos: ambos decían ser el legítimo gobierno de la «única China», aquella del continente o la de Taiwán. Dado que la diferencia clave entre ambos gobiernos era política, el resto del mundo escogió -en gran medida- según su posición en el conflicto de guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Esto significó que el gobierno de Taiwán mantuvo durante mucho tiempo el asiento reservado a China en Naciones Unidas.
Sin embargo, poco a poco varios países cambiaron su postura y el número de naciones que reconocía a Pekín creció consistentemente. En julio de 1971, Henry Kissinger hizo una visita secreta a Pekín, para preparar una ulterior visita del presidente Richard Nixon. En octubre de aquel año, la resolución anual encaminada a reconocer al gobierno chino de Pekín como el legítimo ocupante de un asiento en Naciones Unidas fue finalmente adoptada por su Asamblea General. En febrero de 1972, Nixon llegó a Pekín y se reunió con Mao Tse Tung. Al final del encuentro, el 28 de febrero de 1972, Estados Unidos y China firmaron el Comunicado de Shangai en donde se declara que «Estados Unidos reconoce que todos los chinos a ambos lados del estrecho de Taiwán sostienen que existe una sola China y que Taiwán es parte de ella. El gobierno de Estados Unidos no impugna dicha posición».
En 1979, Estados Unidos y el gobierno de Pekín establecieron relaciones diplomáticas. Estados Unidos cortó tales relaciones con el gobierno de Taiwán y abrogó el pacto de defensa Estados Unidos-China. Pero, por supuesto, se mantuvo el gobierno de Taiwán. Aquí comenzó a evolucionar la disputa. Originalmente, en 1949, la disputa era exclusivamente en términos de política y guerra fría. Pero en los 80, comenzó a cobrar fuerza el grupo de Taiwán que mantenía la idea de una independencia taiwanesa. Había ahora un segundo aspecto, bastante diferente del primero. Conforme el asunto de la guerra fría se debilitó (y en los 90 desapareció en gran medida), el asunto de la secesión pasó a primer plano.
China hace un llamado a la reintegración de Taiwán dentro del contexto político del país. Los que en Taiwán se resisten invocan dos razones diferentes, su descontento con la naturaleza del sistema político de la República Popular China y la creencia en el derecho del los taiwaneses a separarse. Por supuesto, China -como casi todos los países del mundo que enfrentan el dilema de múltiples grupos étnicos dentro de sus fronteras- rechaza con firmeza la secesión. Actualmente hay posturas semejantes en Canadá, España, Francia, Rusia, Georgia, Turquía, Sudán, Sri Lanka e Indonesia, entre otros.
También se desarrolló otro cambio importante en la situación de las relaciones de China y Taiwán. A partir de los 60, Taiwán creció en fuerza económica y riqueza. Se convirtió en un locus importante de acumulación de capital. Sin embargo, a partir de los 80, el cambio en las políticas económicas de la República Popular China también la condujo a un crecimiento en riqueza y fuerza económica. Llegó el punto en que la prosperidad de Taiwán se vio amenazada por la competencia de la China continental. Una consecuencia de esto fue que los hombres de negocios con sede en Taiwán ansiaron mudar algunas de sus inversiones económicas al continente. Esto suma casi un millón de residentes taiwaneses que hoy trabajan en China continental. En el largo plazo, este grupo tiene todas las de ganar con más vínculos económicos entre el continente y Taiwán. Y esto puede requerir vínculos políticos más cercanos. Por primera vez podemos estar ante el hecho de que un poderoso grupo político de Taiwán se interese activamente en la reunificación.
Existe otro factor en juego. La cambiante escena geopolítica: la decadencia del poder estadunidense en todo el mundo y la creciente fuerza geopolítica de China. Esto no puede sino agitar un mayor nacionalismo chino entre los residentes taiwaneses y el deseo, surgido de intereses propios, de fluir con la marea geopolítica.
¿Es esto suficiente para lograr una reunificación en el futuro cercano? Depende de varias cosas: del grado en que se asiente de Estados Unidos el aislacionismo; de qué tanto mejoren las relaciones políticas entre Japón y China; de que se den pasos serios hacia la reunificación coreana. Todo esto puede inclinar la atmósfera política de manera importante, y cambiar la dinámica de las relaciones China-Taiwán. Si en 10 o 20 años se conforma un bloque regional en Asia oriental, serio, entre China, Corea y Japón, Taiwán no querrá quedarse fuera.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein