Los comunistas chinos consideran que las empresas conjuntas con productores extranjeros son una manera de impulsar sus industrias a lo largo de la cadena de valor hacia sectores más sofisticados y al país hacia las filas de las naciones ricas. La tecnología adquirida mediante asociación económica con entidades de alto desarrollo tecnológico se difunde en […]
Los comunistas chinos consideran que las empresas conjuntas con productores extranjeros son una manera de impulsar sus industrias a lo largo de la cadena de valor hacia sectores más sofisticados y al país hacia las filas de las naciones ricas. La tecnología adquirida mediante asociación económica con entidades de alto desarrollo tecnológico se difunde en la economía china, contribuyendo a que las empresas chinas compitan con las extranjeras de mayor nivel de desarrollo.
China busca alcanzar la autosuficiencia en alta tecnología para el año 2025 mediante un plan denominado Hecho en China 2025 que apunta a la idea de saltar para entonces a las primeras filas de la alta tecnología, igualando y finalmente superando a las empresas de Occidente.
Los países que han llegado a dominar al mundo en la economía, la política y militarmente siempre han sido antes grandes defensores de la libertad de comercio. Estados Unidos no utilizó el libre comercio hasta que se convirtió en la potencia económica dominante tras la Segunda Guerra Mundial. Hasta entonces, los aranceles que imponía Estados Unidos eran los más altos del planeta. Al salir de la Segunda Guerra Mundial como la potencia económica más fuerte del planeta, Washington ha hecho cuanto ha podido para imponer el libre comercio, los mercados libres y la libre empresa en la mayor parte del mundo que dominaba, y no dudó en usar la guerra económica, la CIA y la fuerza militar para lograr sus objetivos.
Hoy Washington, en cambio, se opone con tanta intensidad al modelo chino en la economía, que está dispuesto a utilizar la guerra económica, la intimidación militar y tal vez incluso la guerra convencional para enfrentarlo.
El acceso a los mercados chinos y a la mano de obra de bajos salarios es muy valorado por Estados Unidos, pero a Washington le molesta que el acceso dependa de acuerdos de riesgo compartido o joint venture que permitan que la tecnología estadounidense sea asimilada por las empresas chinas. Estados Unidos, por su parte, exige que sus inversionistas sean eximidos de esos condicionamientos, y que se conceda a las empresas estadounidenses acceso sin trabas a todos los mercados internos chinos y se les permita a empresas de Estados Unidos competir con las empresas chinas en igualdad de condiciones, sin favorecer a las chinas. Washington basa estas demandas en dos objetivos de sus inversores: maximizar las oportunidades de ganancia disponibles para los inversionistas estadounidenses en China e impedir que Beijing construya grandes «corporaciones nacionales» capaces de competir con las corporaciones de Estados Unidos.
La élite económica estadounidense ha expresado durante años sus disgustos contra las empresas estatales de China. Se quejan de que a los consorcios estadounidenses «se les niega acceso al negocio lucrativo del Estado en China. Los empresarios de Estados Unidos afirman que «en los últimos años, China ha aumentado significativamente el papel del gobierno en la economía, que ha impulsado el sector estatal desplazando a las empresas privadas y extranjeras». Lamentan que las «empresas estatales chinas fuertemente protegidas y subsidiadas… están golpeando a las empresas estadounidenses no sólo en China sino también en la competencia mundial».
En respuesta a estos supuestos agravios, Washington presiona para reducir el papel de las empresas estatales chinas en la economía del gigante asiático».
Cuando China habló de construir la Franja Económica de la Ruta de la Seda, poco después, planteó ampliar el proyecto con una ruta de la Seda Marítima.
China ha privilegiado también su relación con América Latina dentro del gran proyecto de inversiones e intercambio económico. El proyecto tiene como raíz la reconstrucción de la antigua Ruta de la Seda y la creación de una marítima paralela, que impactará a unos 70 países, que cuentan con el 75% de las reservas energéticas conocidas del mundo, el 70% de la población mundial y estaría en capacidad de generar cerca del 55% del PIB mundial. La ruta se sostendrá sobre cinco pilares: comunicación política, circulación monetaria, entendimiento entre los pueblos, conectividad vital y fluidez.
La ruta de la seda pretende generar para los países involucrados una mejor distribución de los ingresos, reducción de la pobreza y la marginalidad, aumento del empleo y una nueva distribución de las economías regionales.
El Gobierno chino aspira que la ruta se encuentre operando para el año 2049, cuando se cumplen 100 años de fundación de la República Popular.
Blog del autor: http://manuelyepe.wordpress.com/
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