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Una imagen sobre la perseverancia

Hasta que caiga el gobierno provisional de Túnez

Fuentes: Rebelión

Mientras el gobierno provisional anuncia la reapertura de colegios y universidades para hoy lunes, como un signo de normalidad democrática, los maestros de todo el país inician una huelga indefinida «hasta la caída del gobierno» con el fin de alcanzar, precisamente, la normalidad democrática. El ejecutivo gesticula, parece que gobierna; pero es el pueblo en […]

Mientras el gobierno provisional anuncia la reapertura de colegios y universidades para hoy lunes, como un signo de normalidad democrática, los maestros de todo el país inician una huelga indefinida «hasta la caída del gobierno» con el fin de alcanzar, precisamente, la normalidad democrática.

El ejecutivo gesticula, parece que gobierna; pero es el pueblo en la calle quien decide. El pueblo es el soberano (¿cuántas veces habrá que recordar este principio a esos gobernantes que se dicen «demócratas»?). Las manifestaciones se multiplican exigiendo la renuncia de todos los ministros vinculados a la dictadura. Llegan de todos los puntos del país para pedir una verdadera regeneración democrática. ¿Y qué hace el gobierno? Gestos.

El sábado, el sindicato de enseñanza primaria hizo un llamamiento a la huelga mostrando su «completa adhesión a las reivindicaciones de nuestro pueblo que buscan acabar con el gobierno actual, considerado una prolongación del régimen de Ben Alí». Al tiempo, ratificaron otra de las demandas populares: la disolución de la Reagrupación Constitucional Democrática (RCD) [partido de Ben Alí].

Por otras latitudes se muestra cierta aversión a que los términos ‘huelga’ y ‘política’ se presenten juntos o fusionados. Pero son precisamente la huelga y el movimiento de masas las únicas herramientas con las que la ciudadanía se expresa sin necesidad de intermediarios. En esto, como en muchas otras cosas, el pueblo tunecino está dando una lección de verdadera democracia. Afortunadamente esos reparos burgueses, reaccionarios, no hacen mella en el sindicato de enseñantes de Túnez que, sin medias tintas, exigió «la formación de un gobierno provisional que aparte, de entre sus miembros, a los enemigos de nuestro pueblo». Su decisión de convocar una huelga indefinida vino motivada por «la persistente negativa del gobierno ilegal a las demandas populares», y por ello llamó a «dar la voz al pueblo mediante la disolución de todas las estructuras del derrocado régimen».

¿Una huelga en la educación? ¿Y dónde mejor? ¿O es que acaso el gobierno pretende que se retomen en las aulas los programas y contenidos preparados por la dictadura? ¿Es eso también normalidad democrática?

Parafraseando a Reich-Ranicki, la mayoría de los políticos no entiende de política más de lo que las aves entienden de ornitología. Ellos están ahí para otra cosa: gestionar los intereses de las grandes empresas, de los bancos o los suyos propios. Pero en esta ocasión el pueblo tunecino, noble y generoso, les ofrece una propuesta crucial para que demuestren estar a la altura de los acontecimientos. Tienen la ocasión histórica de dimitir y marcharse a su casa.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

rCR