Traducido para Rebelión y Tlaxcala por Ángela Blum.
Los medios de comunicación británicos han comenzado una campaña de apoyo a los planes de Washington y Londres de demonizar a las próximas víctimas potenciales del poder occidental, ya sean Irán o Latinoamérica. Pensemos en la «Gran pregunta» planteada el martes pasado por el periódico londinense «Independent», que abiertamente se declara crítico:
«¿Debería preocuparnos el ascenso de la izquierda populista en América del Sur?» (David Usborne, «¿Debería preocuparnos el ascenso de la izquierda populista en América del Sur?»,The Independent, 4 de mayo de 2006; http://news.independent.co.uk/world/americas/article361780.ece)
Démonos cuenta de que la «Gran pregunta» NO era:
«¿Deberíamos sentirnos esperanzados ante el ascenso de la izquierda populista en América del Sur?»
El artículo a página completa informaba de que:
«Una corriente de líderes, partidos y movimientos «izquierdistas» ha acaparado el poder en un país sudamericano desde 1998″.
Esta transformación ha tenido lugar ante las narices de Bush.
La parte central del artículo es un gran mapa de América Central y del Sur, con fotografías y rótulos que muestran a los líderes de la nueva corriente izquierdista y entre los que se encuentran Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Michelle Bachelet en Chile.
El artículo habla de una región que ha sufrido una atroz devastación debido a la violencia militar y económica de EE.UU. o apoyada por EE.UU. Se ha recurrido sistemáticamente al uso de la fuerza para conseguir los recursos naturales de la zona y para abortar cualquier movimiento de autodeterminación que pudiera extender el «virus» de resistencia al control de EE.UU.
Podemos recordar, por ejemplo, los horrores de la era Reagan en la década de los 80. Se inventó el concepto de «amenaza del comunismo» para justificar un baño de sangre que Washington canalizó mediante dinero, armas, dictadores escogidos por EE.UU. y pelotones de la muerte entrenados por ellos que lucharon contra el nacionalismo independiente en toda América Central. El balance de muertes asciende a 70.000 asesinatos políticos en El Salvador, más de 100.000 en Guatemala y 30.000 asesinados en Nicaragua en la guerra contrarrevolucionaria apoyada por el gobierno estadounidense. El periodista Allan Nairn describió el gobierno Reagan como «una de las mayores campañas de asesinatos en masa de la historia reciente». (Democracy Now, 8 de junio de 2004)
José Napoleón Duarte, ex-presidente de El Salvador, resumía de esta forma la historia de su país:
«Cincuenta años de mentiras, cincuenta años de injusticia, cincuenta años de frustración. Ésta es la historia de un pueblo que se muere de hambre, que vive en la miseria. Durante cincuenta años el poder, el dinero, el trabajo, la educación y las oportunidades han estado siempre en manos de los mismos.» (William Blum, ‘Killing Hope: US Military and CIA Interventions Since World War II’ [Asesinando la esperanza: intervenciones de la CIA y el ejército de Estados Unidos desde la II Guerra Mundial], Common Courage Press, 1995, p.353)
La semántica de la sumisión al poder
El lenguaje que utiliza David Usborne en el análisis del Independent bien podría pertenecer a un comunicado de prensa del Departamento de Estado de EE.UU o al ministerio de Asuntos Exteriores británico. Veamos un pequeño ejemplo:
El uso peyorativo del término «populistas» en lugar de «popular».
El venezolano Hugo Chávez «ha convertido la provocación a Estados Unidos en un deporte» y el peruano Humala Ollanta es un «agitador izquierdista».
Un candidato progresista a la presidencia mejicana es «famoso por conceder fondos públicos», expresión que exhala un tenue olor a corrupción, ¿por qué no «por invertir fondos públicos»?
Chávez y Morales «satisfacen a sus partidarios», en lugar de a los inversores con sede en EE.UU., como siempre ha sido norma en la región. Imagínense, ¡un gobierno que hace aquello para lo que ha sido elegido!
«El populismo al estilo Chávez» se compara con «opciones más pragmáticas, que dan especial importancia a los programas sociales pero que presentan limitaciones en cuanto a la macro-economía y las políticas exteriores».
El nuevo acuerdo comercial entre Bolivia, Cuba y Venezuela «tiene como objetivo específico minar los esfuerzos de Bush por extender el libre comercio por toda América», y en esta frase «libre comercio» se utiliza en el sentido orwelliano de comercio que protege los derechos de las empresas y de los ricos inversores estadounidenses a costa de los más pobres.
El presidente de Brasil, Lula da Silva, «recuperó pronto la confianza de los inversores extranjeros» en lugar de «en seguida adoptó políticas favorables a los inversores extranjeros a costa de la población nacional.»
«George Bush, distraído con el terrorismo y con Irak, no le ha concedido la atención suficiente a sus vecinos del sur. Ahora Washington se da cuenta de que no tiene apenas poder para detener el giro a la izquierda de estos países».
Ni siquiera se insinúa lo que ese éxito a la hora de parar ese giro «a la izquierda» ha supuesto tradicionalmente para las víctimas de la región ni se pregunta porqué razón los negocios de la superpotencia tienen que intervenir en la política de naciones soberanas.
Existen otros muchos ejemplos. El último que hemos citado fue el que más nos impresionó. Le escribimos un correo electrónico a David Usborne preguntándole lo siguiente:
«Su suposición implícita es que Washington tiene derecho a intervenir en esos países. ¿Por qué presupone ese hecho?» (Correo electrónico a David Usborne, 4 de mayo de 2006)
Usborne contestó:
«Es interesante que Latinoamérica despierte tanto interés en nuestros lectores. Me gustaría que nuestra cobertura sobre la zona fuera más regular. En cuanto a la frase sobre la incapacidad de Washington de hacer algo para detener el cambio a la izquierda, de ningún modo quiero decir que tenga el derecho de hacer tal cosa. Dios sabe que las intervenciones de Washington en Latinoamérica distan mucho de ser gloriosas. Lo que realmente quiero dar a entender es que hay suficiente gente en Washington a la que le gustaría mucho intervenir según la costumbre [sic] si pudiera. De hecho, celebro su incapacidad a este respecto». (Correo electrónico de David Usborne, 4 de mayo de 2006)
Volvimos a escribir a Usborne el mismo día, agradeciéndoles su respuesta y señalándole algunos ejemplos de guiños al poder que aparecía en su artículo:
«El tono global de su artículo, subrayado por un título amedrentador y por las principales preguntas anti-«populistas» planteadas, da a entender que *nosotros*, en occidente, *deberíamos* estar preocupados. O ¿ese «nosotros» se refiere a los centros de poder de Washington y Londres?»
Además añadimos:
«En su artículo no se cuestiona que Washington tenga derecho de interferir en Latinoamérica».
Y le escribimos también:
«Seguramente sabe que cientos de miles de personas han sido cruelmente asesinadas a causa a los intentos de EE.UU. de modelar el destino del hemisferio para sus propios fines. Ninguno de ellos merece aparecer mencionado en su artículo. ¿Por qué no?
Venezuela, debido a su «peligrosa» tendencia a perseguir los intereses de su propia población está ahora en el punto de mira del poder estadounidense. Como periodista en un importante periódico, tiene usted una gran responsabilidad por la forma en que informa, selecciona los hechos y enfoca sus comentarios.» (Correo electrónico a David Usborne, 4 de mayo de 2006)
Usborne respondió pasada la medianoche, diciendo que estaba a punto de salir de viaje a México: «Realmente no tengo tiempo de comentar cada punto, excepto por supuesto para decir que todos ellos son perfectamente legítimos. Por ejemplo, no existe ninguna razón por la que yo no debiera haber escrito un artículo preguntado si debemos celebrar el ascenso de la izquierda en América latina. Probablemente habría sido un enfoque mucho más interesante.»
Continúa:
«Hay una psicosis [sic] sobre EE.UU y su historia en América Latina que es incomprensible (y sí, sé algo sobre ella) pero también puede abordarse desde la vía de debate racional.»
Dejaremos que los lectores descifren la lógica de la última frase. En realidad no existe tal psicosis. Lo que sí hay es mucha ignorancia en occidente: los medios de comunicación no tienen prácticamente nada que decir sobre los crímenes de EE.UU. en la región. La gente que sí sabe y a la que le preocupa, gente que se las arregla para penetrar en la niebla de la distorsión e indiferencia mediáticas, está sorprendida y horrorizada por lo que descubre, por todo lo que ha sido enterrado por nuestra «prensa libre».
Palabras de sabiduría: piensa por ti mismo
Varios lectores de Media Lens también escribieron a David Usborne después de leer su artículo, publicando correos electrónicos racionales y articulados en nuestro panel de mensajes. Las respuestas públicas de este tipo no son muy populares entre los periodistas profesionales, la responsabilidad al informar puede ser un concepto que acepten difícilmente. Después, Usborne nos dijo:
«Me doy cuenta de que lo que es extraño en este caso es que todos los correos que me han enviado hoy ponen en tela de juicio exactamente casi los mismos puntos del artículo, como si hubiera sido una respuesta coordinada. Espero que no sea el caso, porque haría que las cosas fueran mucho menos interesantes. Es mejor que la gente piense por si misma.» (Correo electrónico de David Usborne, 5 de mayo de 2006)
Los periodistas a menudo optan por ver respuestas «clonadas», «robóticas» o «coordinadas». Nosotros creemos que prefieren no reconocer la incómoda verdad, que un gran número de personas inteligentes y reflexivas es capaz de identificar las mismas obvias opiniones propagandísticas en sus artículos. En realidad nuestros lectores son bastante combativos, si cometemos errores, nos lo dicen inmediatamente. Si no están de acuerdo con nuestros argumentos, nos cuestionan a nosotros en lugar de a los periodistas a los que nosotros ponemos en entredicho. En su mayoría, son plenamente conscientes del peligro que supone la conformidad mecánica. Sabemos que desprecian la idea de que un par de personas que se declaran editores como nosotros puedan asumir que pueden decirles qué hacer. Leen nuestros argumentos, los argumentos de los periodistas y luego deciden. Y no nos gustaría que fuera de otro modo.
Aunque periodistas como Usborne se empeñen en pensar que la gente no piensa por si misma, que no escriben individualmente sus propias preguntas en respuesta a informaciones como la «gran pregunta» de The Independent. Deseamos que llegue el día en que los profesionales de los medios de comunicación decidan que «es mejor que los periodistas piensen por ellos mismos».
Los periodistas que contribuyen a la propaganda ofensiva contra países declarados enemigos oficiales de Washington y Londres tienen una gran responsabilidad al avivar las perspectivas de guerra: las consecuencias morales incluirán sin duda más asesinatos masivos de «no gente» que vive en tierras lejanas, más tortura, sufrimiento y miseria.
ACCIÓN SUGERIDA
El objetivo de Media Lens es promover la racionalidad, la compasión y el respeto por los demás. Rogamos encarecidamente a los lectores que cuando escriban a los periodistas mantengan un tono educado, sin agresividad y sin caer en el insulto.
Para escribir a David Usborne del Independent:
Dirección: [email protected]
Para escribir a Leonard Doyle, redactor internacional del Independent:
Dirección: [email protected]
Para escribir a Ian Birrell, redactor adjunto del Independent:
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Para escribir a Simon ‘Silent’ Kelner, redactor jefe del Independent & Independent on Sunday:
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Por favor envíe también una copia de los correos electrónicos a Media Lens:
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Ángela Blum es miembro del colectivo de Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft.