Desde hace décadas se habla mucho sobre las consecuencias de la superpoblación y poco sobre los riesgos de la baja fertilidad y el envejecimiento de la población, fenómenos que comienzan a afectar a Japón. La preocupación por la fertilidad descendente en Asia llevó a que muchas instituciones comenzaran a tomar medidas para evitar las posibles […]
Desde hace décadas se habla mucho sobre las consecuencias de la superpoblación y poco sobre los riesgos de la baja fertilidad y el envejecimiento de la población, fenómenos que comienzan a afectar a Japón.
La preocupación por la fertilidad descendente en Asia llevó a que muchas instituciones comenzaran a tomar medidas para evitar las posibles consecuencias devastadoras, económicas y sociales.
La Asociación Asiática para el Desarrollo de la Población (APDA), que oficia de Secretaría de la Federación de Parlamentarios para la Población de Japón (JPFP) y que se dedica a investigar y a estudiar todo lo relativo a la población en países como Japón, en donde el trabajo al respecto ha sido limitado.
«El aumento de la población ha sido la principal preocupación a escala mundial, pero los riesgos de la baja fertilidad y la consiguiente disminución de la población no se previeron hasta ahora», observó Kei Takeuchi, presidente del Comité de Investigación sobre Envejecimiento de APDA.
«Por lo que es comprensible que no se hayan hecho investigaciones ni que el gobierno le haya prestado atención», acotó.
El joven, el viejo y el inquieto
La baja fertilidad no es un fenómeno nuevo, pero esa nación de Asia Pacífico ha visto su población disminuir con rapidez en los últimos años.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la fertilidad en Japón era de 2,75 hijos por mujer en la década de los años 50, muy por encima de los 2,1 considerados necesarios para mantener la estabilidad de la población.
En la actualidad, la fertilidad en Japón se ubica en 1,44 hijos por mujer, lo que hizo que la población disminuyera en un millón de habitantes en los últimos cinco años.
El Instituto Nacional de Investigación sobre Población y Seguridad Social concluyó que de continuar la tendencia, la población de Japón disminuiría de 126 millones, en la actualidad, a 88 millones, en 2065, y a 51 millones, en 2115.
Con menos niños y adultos jóvenes, comienza un círculo vicioso de disminución del gasto, que debilita la economía y atenta contra la posibilidad de que las familias tengan hijos, lo que a su vez, debilita la economía.
«Al disminuir las personas de 18 años, es necesario reducir el número de universidades, lo que reducirá el número de nuevos cargos académicos, y así las oportunidades de formar investigadores, reduciendo la competitividad de Japón en el concierto internacional», explicó.
Al mismo tiempo, como la esperanza de vida es mayor, los adultos mayores representan en la actualidad 27 por ciento de la población de Japón, muy encima de 15 por ciento, en Estados Unidos.
Eso implica menos ingresos y mayor gasto para el gobierno, menos fondos para pensiones y seguridad social y una economía más débil.
El presidente de la APDA, Yasuo Fukuda, ex primer ministro japonés, señaló que la disminución de la población no es mala en sí misma, sino la rapidez con que ocurre.
«El verdadero problema es que cuando la población disminuye de forma pronunciada, el sistema social no se puede sostener y es incapaz de responder a los problemas asociados a él, lo que dificulta que los jóvenes desarrollen visiones concretas de su futuro», explicó.
¿Están bien los jóvenes?
Uno de los factores que suelen considerarse responsables de la baja fertilidad es la urbanización, según APDA, pues suelen ser más bajas que en entornos rurales.
Eso es porque en las ciudades suele haber un mejor acceso a servicios, como educación y empleo, pero también equidad de género, lo que incide en las decisiones que toman las personas sobre si tener o no hijos.
Japón es uno de los países más densamente poblados del mundo.
En 1950, 53 por ciento de la población vivía en las ciudades, en 2014, la proporción se disparó a 93 por ciento.
Los pueblos rurales desaparecen de forma acelerada porque los jóvenes emigran a las ciudades, y los adultos mayores también emigran o se mueren. Los cerdos salvajes avanzan sobre las áreas abandonadas.
Pero la correlación entre urbanización y fertilidad todavía no está bien clara por los diferentes contextos y los limitados datos disponibles.
Muchos especialistas, de hecho, han señalado la falta de oportunidades para los jóvenes en el país.
El desempleo afecta a menos de tres por ciento de la población económicamente activa, pero el aumento de la flexibilidad laboral puede llevar a muchos hombres y mujeres jóvenes a no poder o no querer tener hijos.
Alrededor de 40 por ciento de la fuerza laboral japonesa es «irregular» o tienen empleos temporales o parciales con bajo salarios. Según el Ministerio de Trabajo, los empleados irregulares ganan 53 por ciento menos que los que tienen empleos estables.
Los hombres, todavía considerados como el sostén familiar, podrían estar menos dispuestos a considerar la posibilidad de casarse o de tener hijos porque no pueden asumir el costo que implica.
Por otro lado, la cultura japonesa de sobrecarga de trabajo podría impactar en la fertilidad, pues los jóvenes no tendrían tiempo para la vida social o ni siquiera para cubrir sus necesidades básicas de dormir y comer.
Esa situación derivó en «karoshi», la muerte por sobrecarga laboral en el país.
La periodista Miwa Sado murió de un paro cardíaco, y los investigadores concluyeron que había acumulado 159 horas de trabajo adicional en junio de 2013, un mes antes de su muerte.
En 2015, la joven Matsuri Takahashi, de 24 años, se suicidó, y resultó que había trabajado 100 horas extra en su empleo en el sector publicitario y apenas había dormido en los últimos tiempos antes de su muerte.
Ambas muertes se consideraron «karoshi».
Investigación y acciones necesarias
La falta de datos al respecto, hizo que APDA subrayara la necesidad de promover investigaciones para ayudar a crear e implementar políticas que garanticen el desarrollo sostenible de una población estable y saludable.
El gobierno de Shinzo Abe comenzó a trabajar en el asunto en los últimos años, y se comprometió a elevar la fertilidad a 1,8 por ciento para 2025.
También adoptó medidas para facilitar la crianza de los hijos, mediante educación gratuita, ampliación del cuidado de la primera infancia y otorgando licencia por paternidad.
Y los gobiernos locales incluso crearon servicios de citas en todo el país.
Pero el gobierno de Abe ha recibido críticas por no hacer lo suficiente para revertir la situación, en particular en lo que respecta a una reforma laboral.
«Las medidas contra la baja fertilidad, hacia una sociedad con igualdad de género y un equilibrio entre la vida social y laboral son tres pilares importantes», subrayó Makoto Atoh, asesor de investigación del Comité de Investigación sobre Envejecimiento de APDA.
El equipo de APDA también consideró la necesidad de invertir y revitalizar las comunidades y las áreas rurales.
«Esto es una situación grave. Debemos comprender la situación de la baja fertilidad, pero hay poca investigación al respecto», se lamentó Takeuchi.
La APDA planea realizar varias reuniones y otros eventos para crear conciencia y ampliar la cobertura sobre el problema de la baja fertilidad.
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2018/04/japon-riesgo-crisis-fertilidad/
Traducción: Verónica Firme