Los recientes atentados suicidas en Amman han puesto de manifiesto que Jordania no es el apacible país del desierto que las agencias de viaje y el Ministerio de turismo jordano nos quieren presentar. Hablar del reino hachemí de Jordania es hablar indefectiblemente de Palestina y de Irak, y lo cierto es que es tan sensible […]
Los recientes atentados suicidas en Amman han puesto de manifiesto que Jordania no es el apacible país del desierto que las agencias de viaje y el Ministerio de turismo jordano nos quieren presentar. Hablar del reino hachemí de Jordania es hablar indefectiblemente de Palestina y de Irak, y lo cierto es que es tan sensible a los acontecimientos de la región como cualquier otro país de Oriente Próximo.
El fantasmagórico Abu Musad Al Zarqawi, cuyo nombre real es Ahmed Fadhil Nazzal al Khalayleh, y que procede de la ciudad de Zarqa, 27 kilómetros al nordeste de Amman, reivindicó los atentados y amenazó a la corona hachemí por su «apoyo a los judíos y los cruzados», en referencia a las buenas relaciones del régimen de Abdallah II con el vecino Israel, y del apoyo que por brinda a EEUU en la guerra de Irak. La importante familia beduina de los Khalayleh, a la que pertenece al Zarqawi, recientemente ha repudiado a su oveja descarriada y afianzado su lealtad a la corona jordana. «Si mi hijo fuera un terrorista, no dudaría en matarlo yo mismo», declaró el patriarca Musa al Khalayleh en nombre de la tribu. La gran mayoría de las víctimas de las explosiones en los tres hoteles de lujo de la capital jordana eran árabes, tanto jordanos como palestinos, así como un reducido grupo de ciudadanos de otras nacionalidades. Las explosiones golpearon de lleno a los invitados de sendas bodas, terminando con la vida del director de cine de origen sirio Mustafa Akkad que asistía a la boda de su hija, tam bién muerta. Murieron además varios funcionarios palestinos de alto rango: el jefe de la inteligencia militar en Cisjordania, General Bashir Nafeh, así como el coronel Abed Allun y otros dos delegados comerciales de la embajada del Cairo. Ello, junto a los rumores de que se evacuó a ciudadanos israelíes poco antes de las explosiones (desmentidos más tarde por el diario «Haaretz»), hizo surgir dudas sobre los objetivos de los atentados. Informaciones certeras No obstante, parece que la culpa finalmente ha caído sobre la difusa Al Qaeda. Un reciente comunicado atribuido a al Zarqawi lamentaba la muerte de musulmanes a pesar de que se encontraran en «focos de inmoralidad», y defendía los ataques en base a «informaciones certeras de que los hoteles eran centros de reunión de los servicios de espionaje estadounidenses, israelíes y jordanos», en un claro aviso para el llamado «tirano de Amman», en referencia al rey jordano. Los atentados han alterado el escenario político de Jordania. El reciente nombramiento del general Mohamed al Zahabi, muy pro-occidental, como jefe de la inteligenciaa, es un anuncio de la dirección que el monarca hachemita quiere tomar. A pesar del pro-occidentalismo de Abdallah, el régimen jordano no es una excepción entre los regimenes represivos de Oriente Próximo. Los atentados no han hecho sino aumentar el control del gobierno en los asuntos políticos, y socavar aun más las libertades de sus ciudadanos. El flamante primer ministro Marouf al Bakhit, anterior jefe de la seguridad nacional y embajador en Israel, acaba de anunciar nuevas leyes que dan otra vuelta de tuerca en la restricción de las libertades políticas. La casa real mantiene, por su parte, un poder casi absoluto, por no decir totalmente, en los asuntos políticos, el derecho sobre los nombramientos de los cargos públicos así como la posibilidad de gobernar por decreto y de disolver el parlamento. Tras probar en los noventa con unas elecciones relativamente libres en las que los grupos islámicos y de izquierdas obtuvieron amplia representación parlamentaria, el régimen volvió a cerrarse en banda. Las elecciones se han aplazado sistemáticamente desde 1997. Jordania es un país que los ingleses crearon para los beduinos, su población ha sufrido serios cambios a causa de las guerras árabe israelíes, que trajeron grandes oleadas de refugiados de Palestina. Tanto es así que actualmente más de la mitad de su población es de origen palestino, lo cual ya produjo un serio conflicto entre el gobierno y los fedayines de la OLP en 1970, conocido como Septiembre Negro. Aunque Jordania participó en las dos primeras guerras árabe israelíes, se acabó desentendiendo, renunciando a su reclamación sobre Cisjordania y firmando la paz con Israel en 1994, lo que le valió una suculenta entrada de divisas amen de la condonación de 700 millones de dólares de deuda externa por parte de EEUU. La población de origen palestino, a pesar de gozar de la ciudadanía, está ciertamente discriminada. El ejemplo de Mahmoud, un trabajador del aeropuerto, es muy ilustrativo: «Aunque mi madre es de Amman, mi padre vino de Haifa en el 48. Eso me hace palestino». Mahmoud intenta ocultar su origen cuando va a pedir trabajo, o conoce a una chica. «Yo quería ser policía», comenta, «pero los palestinos no podemos entrar en las fuerzas de seguridad jordanas». Marginación Aunque las elites jordanas hablen arabizi, una mezcla de inglés y árabe similar a la de Beirut, y en su país gocen de productos occidentales de primera línea, existe un serio problema de pobreza y marginación social. El gobierno se ha avenido a los dictados del FMI, eliminando los subsidios a productos de primera necesidad, lo cual ha producido recurrentes protestas y motines populares. La pobreza y el desempleo son rampantes, y cada vez se ensancha más la fractura social. Las buenas relaciones entre la familia hachemí, una de las mas importantes de la Meca y descendiente directa del profeta, y el gobierno británico, ahora sustituido por el estadounidense, vienen de lejos. Ya en 1916, el coronel Lawrence, llamado de Arabia, espía del Mi6, ayudó a Hussein a levantar a los árabes en contra del dominio turco, precipitando la caída del imperio Otomano y configurando el Oriente Próximo que hoy conocemos. Los analistas de EEUU quizás aún quieran jugar a resucitar el sueño inglés de crear un estado hachemí que englobe Jordania e Irak (¿y por qué no Siria?), pero a la vista de la situación, lo que tienen entre manos es otra bomba de relojería. Ricard BOSCAR es colaborador del Gabinete Vasco de Análisis Intenacional (GAIN).