Alrededor de 50 civiles murieron en la medianoche del pasado martes 24, producto de bombardeos de la fuerza aérea de Pakistán, para lo que utilizó una combinación de aviones y drones contra diversos objetivos en el interior de Afganistán. Las víctimas, en su mayoría, eran refugiados provenientes de Waziristán, una región montañosa del noroeste de Pakistán fronteriza con Afganistán.
Ya a principios de marzo aviones paquistaníes habían bombardeado áreas de las provincias de Paktika y Khost contra bases terroristas del grupo Hafiz Gul Bahadur (HGB), una activa khatiba adscrita al TTP.
Estos últimos ataques han sido la respuesta a la acción terrorista del pasado 21 reivindicada por el grupo Tehreek-e-Taliban Pakistan o TTP (Movimiento de los Talibanes Pakistaníes), que asesinó a 16 hombres policías en un puesto de control en Waziristán del Sur.
Según Islāmabad, los bombardeos fueron dirigidos contra cuatro campamentos del TTP ubicados en la provincia afgana de Paktika.
El TTP, fundado en 2007, más allá de su nombre, según lo que los mullah afganos han reiterado en infinidad de oportunidades, nada tiene que ver con ellos. Según un informe del Consejo de Seguridad de la ONU del mes de julio, este grupo tendría unos 6.500 combatientes y opera contra el ejército, las fuerzas de seguridad y el Gobierno pakistaní, además de atacar a minorías religiosas como los chiitas hazaras, considerados por los fundamentalistas sunníes takfiris (apóstatas).
Los talibanes pakistaníes habían establecido, de manera unilateral, un alto el fuego en junio de 2022, el cual, dado el fracaso de las negociaciones con Islāmabad, rompieron la tregua en noviembre de ese mismo año. Desde entonces las operaciones terroristas contra intereses de Islāmabad se reiteran de manera continua, aunque nunca han conseguido la repercusión del ataque en diciembre de 2014 a una escuela primaria en el interior de la principal base del ejército de la ciudad de Peshawar, la capital de la provincia de Khyber Pakhtunkhwa (KPK), a la que asistían hijos de militares. Allí murieron unas 150 personas, en su mayoría alumnos.
Se estima que desde el año 2000 los diversos grupos insurgentes que operan en Pakistán asesinaron a cerca de 90.000 personas. De estas organizaciones es el TTP la más letal, habiendo generado, solo desde la ruptura de la tregua, entre 2-000 y 3.500 muertos. El año 2023 fue hasta ahora el más sangriento de los registrados en el TTP, que en 650 ataques asesinó a más de 1.000 personas, cifra que se estaría superando este año.
El TTP se vale de los intrincados pasos montañosos de la larga frontera con Afganistán, de cerca de 2.700 kilómetros, conocida como Línea Durand, por el diplomático británico Henry Mortimer Durand, quien la trazó en 1893 (la que nunca fue reconocida oficialmente por ningún gobierno afgano), para golpear en Pakistán y volver a refugiarse al otro lado. A raíz de esa estrategia Islāmabad ataca con alguna frecuencia posiciones del TTP en el interior de Afganistán.
Según el Gobierno pakistaní, los ataques del día 24 fueron dirigidos contra los campamentos insurgentes, en los que se destruyó un centro de entrenamiento matando a más de 40 muyahidines.
Por su parte Kabul denunció que los ataques habrían destruido numerosas viviendas civiles en cuatro localidades de la provincia de Paktika y acerca de los muertos, dice que fueron, en su mayoría, niños y mujeres.
Los ataques afectaron a siete aldeas de la región en Barmal, en proximidades de la Línea Durand, resultando las más afectadas la de Laman y la Murg Bazaar, en la que asesinaron a 18 miembros de una misma familia.
El bombardeo se habría producido después de un encuentro en Kabul entre el enviado especial de Pakistán, Mohammad Sadiq, con altos funcionarios del Gobierno de los mullah, entre ellos el ministro de Asuntos Exteriores afgano, Amir Khan Muttaqi, y el poderosísimo ministro del Interior, Sirajuddin Haqqani, emir de la Red Haqqani, fundada en 1980 por su padre, Jalaluddin, aliado clave para la victoria de los talibanes en 2021.
Otro bombardeo pakistaní en territorio afgano se produjo en marzo pasado contra las provincias afganas de Khost y Paktika, fronterizas con las provincias pakistaníes de Beluchistán y Khyber Pakhtunkhwa (KPK), ambas con una intensa actividad insurgente.
La geografía de la provincia de Paktika, extremadamente escabrosa y boscosa, brinda y ha brindado al grupo insurgente un lugar inigualable para refugiarse después de operar al otro lado de la Línea Durand, al tiempo que la porosidad de la frontera permite el tránsito de hombres y armamento de un lado al otro sin mayores inconvenientes. Durante la guerra antisoviética en Afganistán (1979-1992) estos pasos fueron fundamentales para derrotar al Ejército Rojo.
En este contexto de mutuas agresiones, Islāmabad, desde hace más de un año, comenzó el Plan de Repatriación de Extranjeros Ilegales, una campaña de búsqueda y expulsión de indocumentados afganos, los que se calculan en unos cuatro millones. En noviembre del 2023 repatrió a más de medio millón y en junio de este año llegó a los 800.000. Islāmabad justifica estas acciones aduciendo razones de seguridad y la severa crisis económica que enfrenta. (Ver: Pakistán, expulsión, persecución y robo).
Una relación tortuosa
Estos recientes ataques han incrementado lo tortuosa relación entre Islāmabad y Kabul desde la victoria de los talibanes sobre los Estados Unidos en agosto del 2021, lo que no solo afecta a esas dos naciones, sino que también involucra a jugadores claves de la región: Irán, India y China, además de los Estados Unidos.
Washington, nuevamente, se ha convertido en un importante vector de presión y decisión en Pakistán después de que, junto al ejército pakistaní, perpetrara un golpe de Estado contra el Gobierno del primer ministro Imran Khan en abril del 2022.
Khan se encuentra detenido bajo cargos de cohecho, cuando su verdadero crimen había sido el de trazar políticas independientes de los Estados Unidos. (Ver Pakistán, la última puntada contra Khan).
Mientras la Casablanca, tras haber conseguido ubicar a uno de los suyos, Shehbaz Sharif, como nuevo Primer Ministro, trabaja en generar mayor inestabilidad en la región para demoler la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, para lo que Beijing ha realizado importantísimas inversiones en Pakistán. (Ver: Pakistán: el viejo orden está de vuelta).
Mientras, el Gobierno de los mullahs está estrechando alianzas con China, Rusia, Irán y otros países de Asia central, intentando dejar atrás su imagen de estado terrorista.
El Ministerio de Defensa afgano, por medio de un comunicado, advirtió que: “El Emirato Islámico de Afganistán (nombre oficial de este país) no dejará sin respuesta este acto cobarde, y considera que la defensa de su territorio y soberanía es su derecho inalienable”. La respuesta que menciona el Ministerio, tanto por los bombardeos de diciembre como por los de marzo, hasta ahora se había limitado a fuego de artillería pesada que no ha producido mayores daños en Pakistán, aunque las últimas informaciones indican que tras el nuevo bombardeo del día viernes en Paktika dejó al menos cinco civiles muertos y tres heridos.
Un choque armado entre talibanes afganos y el ejército pakistaní se produjo en el distrito de Dand Aw Patan, en su extremo nororiental de la provincia de Paktika, que habría dejado una veintena de militares pakistaníes muertos y podría hacer escalar la tensión que se registra a lo largo de la Línea Durand en algo más intenso que un juego de guerra.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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