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La desintegración de la China rural

Fuentes: New York Times

En un viaje a finales del año pasado a la casa de mi infancia en una aldea rural de China, me encontré con que mi hermano escondía un cuchillo militar en el cinturón cuando salía de casa. Le pregunté por qué lo hacía, y me respondió: «Ya no es tan seguro como antes por aquí». […]

En un viaje a finales del año pasado a la casa de mi infancia en una aldea rural de China, me encontré con que mi hermano escondía un cuchillo militar en el cinturón cuando salía de casa. Le pregunté por qué lo hacía, y me respondió: «Ya no es tan seguro como antes por aquí».

La aldea tranquila e idílica en la que crecí, como muchas otras aldeas rurales de China, ha sido desgarrada por la ruptura de las normas sociales tradicionales como consecuencia de décadas de políticas fallidas y el abandono del Estado. Muchos de mis paisanos preferirían volver en la actualidad a los viejos tiempos.

La nostalgia como sentimiento puede parecer extraña en China a quiénes tienen una imagen de la historia reciente del país marcada por los recuerdos de las desastrosas políticas de Mao, que en los años posteriores a la revolución comunista de 1949 provocaron la catástrofe económica, el hambre y la muerte en masa. Pero mi generación, que alcanzó la mayoría de edad después de la Gran Hambruna y al final de la Revolución Cultural en la década de 1970, evitó lo peor de esas miserias. Y de manera típicamente china, mis mayores prefieren no hablar de los malos días.

Mi infancia transcurrió en un momento único para China. Todavía nuestras vidas eran las tradicionales de la aldea, después de haber dejado atrás los horrores de Mao, pero aún lejos de la locura capitalista. Las familias eran fuertes, el crimen inexistente y el paisaje virgen. No nos importaba ser pobre – en el tercero y cuarto cursos de mi escuela primaria en la década de los 70, toda la escuela carecía de libros de texto – porque desconocíamos lo que nos faltaba. Viviamos en comunidades pacíficas, muy unidas.

Pero tejido social tradicional de China se ha desgarrado – y la desintegración es más evidente en las zonas rurales, donde las familias se están desintegrando, la delincuencia se ha disparado y el medio ambiente está matando a la gente. Muchos aldeanos que celebraban que el estado hubiese desaparecido de sus vidas privadas en las últimas décadas ahora claman por la intervención del gobierno. Hay que hacer algo para reconstruir la agonizante vida de aldea en China.

A partir de finales de 1970, las comunas se dividieron en explotaciones familiares, lo que provocó un aumento de la productividad y una mayor libertad para los campesinos. Los campesinos de repente tenían poder para decidir qué cultivar, cómo hacerlo y cómo vender sus cosechas y otros productos. Muchos agricultores decidieron abandonar la tierra para trabajar en fábricas en las ciudades que crecían rápidamente a lo largo de la costa sureste, trayendo dinero a casa, así como los nuevos conocimientos del mundo exterior. Muchos trajeron de vuelta habilidades muy necesarias para levantar sus propios negocios. Esta época de oro fue celebrada como el triunfo de la liberación económica de Deng Xiaoping.

Este período de renacimiento en el campo terminó a mediados y finales de la década de 1990. El crecimiento caótico del crédito bancario a golpe de imprenta del Banco Central causó años de inflación de dos dígitos que erosionaron rápidamente los ingresos en el campo y contribuyeron a ampliar las brechas entre los pueblos y las ciudades. Los salarios mensuales medios en las ciudades aumentaron desde los pocos cientos de yuanes de hace dos décadas a los 4.000 yuanes (650 dólares) de hoy, mientras que los ingresos en el campo quedaron muy rezagados.

Más importante aún, después de la privatización de la vivienda pública por el gobierno, los precios de las viviendas urbanas crecieron exponencialmente, de cinco a seis veces en muchos casos, mientras que el valor de las casas rurales aumentó poco en comparación. Demasiados residentes rurales han perdido con el boom inmobiliario de China, lo que contribuye a la brecha de riqueza entre las ciudades y el campo.

Los gobiernos locales han hecho poco por ayudar. A medida que más y más agricultores emigraron a las fábricas en las ciudades costeras, los distintos niveles de gobierno local se descuidaron y decayeron. Finalmente, se construyeron fábricas en las ciudades cercanas a las aldeas rurales, anegando lagos y envenenando los ríos y el aire. Los expertos estiman que China tiene más de 450 aldeas cancerígenas, pueblos en los que los casos de cáncer superan enormemente las tasas medias. Los aldeanos han pagado un alto precio. Algunos residentes de mi pueblo han muerto de enfermedades desconocidas en sus 40s y 50s.

El estado de la aldea de la casa de mi familia en Jingmen, provincia de Hubei, es común en China. Sus caminos no son ya transitables, porque no se han mantenido durante más de una década. Los edificios comunitarios han sido derribados; la última vez que estuve allí sólo ví azulejos rotos y polvo por todos lados.

Las familias rurales están sufriendo. La tasa de suicidios en el campo es tres veces superior que en las ciudades, según los informes de 2011. Mi tío, que habían estado viviendo en una choza improvisada después de que sus hijos mayores lo echasen de su casa, se ahorcó hace cuatro años, y nunca pudo superar la muerte de su esposa dos años antes.

Es habitual que ambos padres dejen a sus hijos pequeños en casa en la aldea mientras van a trabajar en las fábricas a otros lugares. Unos 60 millones de niños sufren este destino; la mayoría se quedan al cuidado de sus abuelos, pero más de 3 por ciento – millones de niños – viven solos. Los niños que se quedan a menudo tienen que hacer frente a la soledad (no muchos tienen hermanos) y la impotencia. Algunos informes dicen que el abuso sexual de estos niños aumenta.

Mientras tanto, un número creciente de niños de zonas rurales abandonan la escuela. Un estudio sugiere que hay al menos 20 millones de abandonos escolares en las zonas rurales, o 1 de cada 10 jóvenes aldeanos. La escuela primaria a la que asistí en la década de 1970 fue cerrada hace una década, debido a la disminución del número de estudiantes. Como resultado, los niños pequeños en el pueblo tienen que recorrer más de cinco kilómetros de caminos de barro cada día para ir a la escuela.

En muchos casos, los hombres van a trabajar a las ciudades, mientras que sus esposas se quedan con los niños de la aldea. Sólo se ven unos pocos días al año. La distancia, el estrés emocional y la frustración rompe las familias.

Según la revista Semanario del Aprendizaje, la tasa de divorcio rural en China creció cuatro veces entre 1979 y 2009. Lianhe Zaobao, un periódico de Singapur, y numerosas publicaciones gubernamentales han informado de que en muchas partes de la China rural reina la anarquía, con crecientes tasas de criminalidad y fraude electoral .

Los esfuerzo de Pekín para descentralizar la gobernabilidad del país durante las últimas décadas han jugado un papel importante en esta decadencia social. Las elecciones de los jefes de aldea son a menudo manipuladas y la corrupción es rampante. La retirada del Estado ha dejado un peligroso vacío de poder, y muchos aldeanos han sido abandonados a su suerte. Hay muchos rumores de grupos mafiosos que detentan el poder en la sombra.

El crimen, poco frecuente en la era comunista, está aumentando. Las estadísticas son difíciles de conseguir: la policía no las publica. En el campo, sólo los crímenes más extremos son investigados, pero incluso algunos casos horribles son ignorados. Hace varios años, mi primo fue casi asesinado a golpes por un compañero de la aldea y sus familiares en un conflicto por una relación extramatrimonial. Mi hermana informó de dicha atrocidad a la policía, pero nunca investigaron el caso.

En los viejos tiempos, los funcionarios de la aldea y en los municipios tenían el poder y los recursos para mediar en disputas, incluida la violencia doméstica. La policía patrullaba incluso las aldeas más remotas. Hoy la policía parece reservarse para las ciudades, y los jefes de aldea no tienen los recursos para intervenir en las cuestiones sociales. La abolición de un «impuesto a la agricultura» hace unos diez años ha contribuido a las restricciones presupuestarias de los gobiernos locales.

Mientras el gobierno sigue obsesionado con las tasas de crecimiento económico, la desigualdad en el país y un medio ambiente degradado – especialmente en los pueblos – son desafíos mucho mayores. Digan lo que digan los liberales radicales sobre las consecuencias indeseables del estado, muchos chinos rurales, particularmente los pobres, como mis parientes y paisanos, quieren una mayor intervención del gobierno. Los campesinos están formando grupos de peticionarios en varios lugares, exigiendo que el gobierno intervenga en las disputas por la tierra, en relación con la contaminación y el fraude electoral.

La miseria en el campo chino es grave pero tiene solución. El gobierno y la gente deben salir de las sombras y dar prioridad a la reconstrucción de la vida de aldea. El estado cuenta con los recursos financieros y la experiencia para hacerlo. Sólo necesita querer hacerlo.

Joe Zhang, fue unos de los directivos del Banco Popular de China, y autor de Party Man, Company Man: Is China’s State Capitalism Doomed?

Fuente: http://www.nytimes.com/2014/11/29/opinion/the-disintegration-of-rural-china.html?partner=rssnyt&emc=rss&_r=0

Traducido para www.sinpermiso.info por Gustavo Buster