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La Fundación «Henry Kissinger» y el nuevo orden imperial

Fuentes: Rebelión

La nueva administración de Bush II se ha embarcado en una nueva ‘campaña’ de marketing que enfrente -y trate de purificar- la deplorable imagen que en el exterior de los Estados Unidos ha supuesto la revalidación su mandato imperial. En el marco de esta empresa, la Fundación Henry Kissinger está realizando durante las últimas jornadas […]

La nueva administración de Bush II se ha embarcado en una nueva ‘campaña’ de marketing que enfrente -y trate de purificar- la deplorable imagen que en el exterior de los Estados Unidos ha supuesto la revalidación su mandato imperial.

En el marco de esta empresa, la Fundación Henry Kissinger está realizando durante las últimas jornadas una tarea especial de adoctrinamiento tanto en el interior de los EE.UU. como en el exterior de la metrópoli. Hace unas semanas la revista norteamericana Newsweek publicaba una entrevista con el que fuera Secretario de Estado y actual titular de la citada fundación, Henry Kissinger.

En la misma, el denostado premio Nobel de la Paz consideraba que en su nuevo periodo de poder George W. Bush deberá hacer frente a los más importantes retos tras la Segunda Guerra Mundial. A su juicio la actual situación mundial es equiparable a la vivida por Harry Truman en 1945, luego de la finalización de la conflagración mundial.

Kissinger se refería de este modo a la guerra en Iraq y a la llamada ‘lucha contra el terrorismo’, impuesta por el actual mandatario y convertida en bandera de la actual cruzada para intentar imponer sus intereses hegemónicos. «Nunca antes -explicaba Kissinger- fue necesario llevar una guerra sin frente ni frontera geográfica bien definidas, mientras se reconstruyen los principios fundamentales del orden mundial para sustituir el que desapareció entre la humareda de las torres del World Trade Center y el Pentágono». Como si los atentados del 11 de septiembre de 2001 no hubieran supuesto la coartada perfecta para llevar a cabo una política belicista y dinamitadora de toda la legalidad internacional -el llamado Proyecto para el Nuevo Siglo Americano- bajo la que se encuentra el planeta actualmente.

Siguiendo esa tesis, Kissinger explicaba que «la Unión Soviética se convirtió en una amenaza para el equilibrio mundial mientras que la guerra creó un vacío en Europa Central. Pero el reto soviético era concreto y geográficamente definido. Ahora las principales amenazas son abstractas y cambiantes». Y añadía: «El adversario principal es la franja fundamentalista militante del Islam, que quiere cambiar las sociedades islámicas moderadas y todas las otras que consideran que frenan la restauración del Califato». Además, si un gobierno radical llegara a instalarse en Bagdad, «el mundo islámico en su conjunto se hundirá en el caos».

Esa doble justificación -la equiparación del enemigo soviético al Islam fundamentalista y el inicio de las hostilidades contra las amenazas abstractas y cambiantes tras el 11S- es la columna vertebral del discurso urdido en la Fundación Henry Kissinger para llevar a los confines del mundo el mensaje apologético del tan manido ‘Nuevo Orden Mundial’.

Hace tan sólo tres días, Walter Russel Mead, el Consejero principal de política exterior en la Fundación Henry Kissinger, se expresaba de manera similar durante el encuentro «La política exterior americana durante el segundo mandato del Presidente Bush», organizado por la Embajada de los Estados Unidos en Túnez.

Walter Mead señaló que durante la llamada guerra fría Europa constituyó el objetivo número uno en la política exterior de su país, en su lucha contra la ideología marxista. Esta labor cambió en los últimos tiempos debido a que los EE.UU y sus aliados ganaron la batalla. Ni corto ni perezoso, llegó a comparar a las milicias islamistas con la Falange de Franco y con el antiguo bloque soviético. Afirmó que igual que «ganamos la guerra contra la ideología marxista, lo lograremos contra los terroristas islámicos». Añadió que los EE.UU. librarán Oriente Medio del fascismo como lo hicieron en Europa durante la segunda guerra mundial. Y siguió con su discurso aseverando que el nuevo fascismo se encuentra en los movimientos radicales que se esconden tras la religión para aterrorizar al mundo entero como antes lo hicieron las ideologías marxistas.

Por todo ello, Oriente Medio se ha convertido en la actualidad, en la zona prioritaria para la Administración estadounidense. Esta nueva orientación de la política exterior se basa en una estrategia nacional en la cual se hallan comprometidos tanto republicanos como demócratas. Prueba de ese consenso es que «Los demócratas apoyan el mantenimiento de la presencia norteamericana en Iraq». Por esta razón, las relaciones entre los diferentes gobiernos árabes y el de EE.UU. se verán, de manera general, reforzadas y consolidadas.

Este cambio estratégico es el que está originando cierto endurecimiento en las relaciones entre estadounidenses y europeos. Circunstancia ésta que -en palabras del Consejero- condiciona la seguridad en la región de Oriente Medio. Sin embargo, estimó que se trata de un simple conflicto de intereses que serán corregidos a medio plazo pues las dos regiones defienden el mismo proyecto de sociedad. «Nosotros no conocíamos Europa antes de la Segunda Guerra Mundial. La hemos conocido mejor después». De igual modo, precisó que los estadounidenses llegarán a comprender la realidad del mundo árabe-musulmán, y es por ello que ahora los EE.UU. revisan su programa de reformas para la región de Oriente Medio. «Pues -precisó- todo cambio debe venir del interior de las sociedades y de los pueblos que son los dueños de su destino».

Pasando por alto, la invasión de Iraq, los más de 100 mil muertos causados por las tropas de ocupación estadounidenses, y el apoyo incondicional al régimen genocida de Tel Aviv, Walter Mead se atrevió a afirmar que «desde luego, los EE.UU. ayudarán a reforzar la sociedad civil en los países árabes, pero les pertenece a los pueblos decidir su suerte». Y recordó que su país ha aprendido las lecciones del pasado para tratar de no cometer los mismos errores en la región. Según su punto de vista, EE.UU. no abandonará Iraq salvo en el caso de que el próximo gobierno, que será elegido democráticamente, así se lo demandara.

Para el ‘ideólogo’ estadounidense, las reformas que proponen tanto los norteamericanos como los europeos coinciden en el interés por los aspectos sociales, económicos y educativos pues revisten una importancia capital para la promoción y el desarrollo de su modelo de ‘democracia’.

En relación al conflicto entre árabes y palestinos, Walter Mead estimó que el presidente Bush ha sido el único presidente estadounidense comprometido realmente en la creación de dos estados, uno israelí y otro palestino, mas a condición de que exista una hoja de ruta clara y coherente a la que deberán adherirse palestinos, israelíes, estadounidenses, europeos y también la ONU. Consideró que Israel no aceptará jamás el retorno de los refugiados palestinos, por lo cual se necesitará una alternativa internacional susceptible de regular esta cuestión tan delicada que deberá estar sometida a la ONU.

Por último, tuvo unas palabras de consideración hacia el país anfitrión del encuentro, y elogió al gobierno de Túnez por haber realizado importantes progresos que lo distinguen de otros países árabes. Por todo ello, indicó que las relaciones entre Túnez y EE.UU. serán reforzadas.