El 8 de octubre del 2021 se celebró en Moscú una mesa redonda titulada “Las guerras en red en el espacio postsoviético: cómo Occidente interfiere y destruye los Estados nacionales”. Los participantes en el evento debatieron principalmente sobre las formas en que Estados Unidos interviene en las elecciones y los procesos políticos de las antiguas repúblicas soviéticas, además de tocar temas como las “revoluciones de color” y los golpes de Estado suaves, las operaciones híbridas y la guerra psicológica, entre otras cuestiones de actualidad y que están relacionadas con los intentos de Occidente de provocar divisiones y obstáculos en el proceso de integración euroasiático que esta aconteciendo en el espacio postsoviético.
El director del Centro de Riesgos Geopolíticos, Valery Korovin, inauguró la mesa invitando a los participantes a debatir y analizar los sistemas de redes que usa Occidente para realizar agresiones en el espacio postsoviético y de ese modo crear mecanismos que nos ayuden a derrotar estas amenazas. El propósito de estas agresiones es conseguir que los Estados terminen bajo el control de los globalistas mediante la manipulación de la opinión pública, los flujos de información y la imposición de una cultura que permitan “sometimiento” de ciertos territorios sin la necesidad de recurrir al poder militar. Según Korovin ha nacido una forma de hacer la guerra y controlar los Estados que ya no necesita de las fuerzas armadas.
Korovin dice que “estamos ante un método de ocupación que hace que un Estado sea controlado desde afuera al provocar que las élites locales queden desconcertadas porque no saben qué está pasando ni tampoco entienden cómo reaccionar ante semejantes ataques”.
En el encuentro participaron algunos representantes destacados de varios países que ha experimentado de primera mano el uso directo de estas nuevas formas de agresión en red y que ahora se encuentran bajo el control de agentes externos. Estos autores compartieron lo que significa para sus países la censura ideológica de la información y el daño que han causado estas nuevas formas de guerra en países como Ucrania, Armenia y Moldavia. Por otro lado, también hubo representantes de países que lograron superar las “revoluciones de color” y la presión que ejercieron estas fuerzas externas con el objetivo de que las autoridades nacionales cambiaran su política exterior, como son el caso de Bielorrusia y Azerbaiyán.
Bogdan Țîrdea, doctor en ciencias políticas y miembro del Parlamento de la República de Moldavia, además de presidente de la rama moldava del Club Izborsk, señaló que no debemos confundir a la sociedad civil con las ONG que son financiadas desde el extranjero. Una autentica sociedad civil se autoorganiza y autofinancia a sí misma.
Según Țîrdea, en la Unión Soviética existía una verdadera sociedad civil. El colapso de la URSS no era un proceso irreversible, sino que fue el resultado de una “toma de conciencia” que no fue otra cosa que la imposición de conceptos impuestos desde el extranjero.
La intervención de Țîrdea fue un resumen de su libro La sociedad civil moldava: Intervenciones, ONG y guerras culturales, el cual es un análisis excelente de la forma en que las ONG operan en el espacio postsoviético. Todo el material analizado en el libro es una recopilación de fuentes públicas e informes presentados por organizaciones como la National Endowment for Democracy, la Fundación Soros, la European Endowment for Democracy, la Fundación Konrad Adenauer y entre otras. Se trata de un estudio de cerca de 800 informes financieros que detallan la actividad de 102 ONG.
Las cifras citadas en este libro demuestran claramente cómo ha ido creciendo la intervención extranjera en los países de la CEI y cómo el dinero usado en estas intervenciones ha tenido resultados concretos, especialmente si tenemos en cuenta que ha habido países que han prohibido a muchas de estas organizaciones (Rusia, Bielorrusia y Azerbaiyán), mientras que otros terminaron cayendo bajo el control de estas fuerzas (Ucrania, Georgia, Moldavia y Armenia). Por otro lado, muchos de los representantes de estas fundaciones occidentales no solo se han convertido en asesores de los parlamentos de estos países, sino que también ocupan puestos importantes dentro del gobierno, los medios de comunicación, los tribunales, las fiscalías e igualmente en las fuerzas de orden público. Un ejemplo claro de todo esto es Moldavia, donde el presidente, el jefe de gobierno y el presidente del parlamento trabajan para la Fundación Soros.
Țîrdea señaló que estas organizaciones en red se han extendido por todo el espacio postsoviético y movilizan sus recursos en ciertos momentos críticos y de acuerdo a las ordenes que se les da desde afuera. Para combatir a estas redes, Țîrdea propone crear redes paralelas que unifiquen a los intelectuales que comparten ciertos sistemas de valores, ya que este seria el primer paso para lanzar una contraofensiva.
Valery Korovin, comentando la intervención de Țîrdea, llamó la atención sobre el hecho de que lo que se define como “sociedad civil” no es más que un modelo tecnológico mediante el cual se van propagando sistemas occidentales que buscan la deconstrucción del Estado. Es por esa razón que el objetivo de estas organizaciones es promover una imagen virtual de una sociedad civil ideal que finalmente lleve a los ciudadanos a desmantelar con sus propias manos el Estado.
La intervención de Leonid Savin, redactor en jefe de Geopolitica.ru, partió de la premisa de que las guerras en red son formas de ocupación y destrucción del Estado donde los individuos y el dinero son las fuerzas de choque usadas para cambiar el orden imperante. Es una guerra, pero una “guerra librada por otros medios”, como dicen nuestros adversarios. Savin llamó la atención de que el ejército estadounidense desarrolló la guerra en red y los golpes blandos durante la década de 1990. Pero este método solo tiene éxito cuando consigue prevalecer a un nivel organizativo, social y tecnológico. Savin dice que es necesario dominar estos nuevos medios de lucha y usarlos para atacar al enemigo usando sus propias armas.
Por su parte, Valery Korovin dijo que uno de los objetivos prioritarios de estas organizaciones es conquistar la imaginación de las masas. Esto fue precisamente lo que sucedió en Ucrania, donde las masas creyeron en las promesas de que les esperaba “un futuro europeo brillante”.
Aleksandr Svistunov, miembro del movimiento nacional ruso, declaró que el principal error que cometió Rusia en Ucrania fue confiar en las autodenominadas “fuerzas prorrusas”, especialmente en el entonces imperante Partido de las Regiones, que asestó un golpe mortal a la idea de crear un “mundo ruso” unido cuando comenzó a perseguir a todos los partidarios de este objetivo, despejando de ese modo el camino para que los nacionalistas radicales se hicieran con el poder.
Svistunov propone que es necesario corregir los errores del pasado, pero bajo la garantía de que estos procesos se lleven hasta sus últimas consecuencias y sin dejar nada a medias.
Ante estas declaraciones, Valery Korovin sostuvo que algo muy parecido está ocurriendo en Bielorrusia en estos momentos.
Vladimir Kireyev, politólogo bielorruso, afirmó que Occidente trató de seguir en Bielorrusia la misma agenda que ya había aplicado en Ucrania. No obstante, mientras que en Ucrania la violencia fue escalando gradualmente, en Bielorrusia los manifestantes chocaron directamente con la policía y atacaron los centros electorales. El intento de golpe de Estado en Bielorrusia fracasó ante la voluntad férrea de Alexander Lukashenko que defendió a su país de estos ataques. De todos modos, aunque Bielorrusia no siguió el mismo destino de Ucrania, eso no significa que haya acabado la desestabilización.
Valery Korovin dijo que esta clase de ataques no cesarán hasta que se consiga un dominio global sobre todos los países. Si estas fuerzas no tienen éxito con un golpe de Estado suave, donde el presidente huye inmediatamente, como sucedió, por ejemplo, en Túnez, entonces se pone en practica un golpe duro donde las fuerzas del orden y la población civil chocan, y se generan miles de víctimas, como sucedió en Ucrania. Si este escenario también fracasa, llega la hora de sumir a los Estados nacionales en una sangrienta guerra civil donde intervienen las fuerzas militares de la OTAN, algo que ha acontecido en Libia y Siria.
Es más, Korivin sostiene que el mejor método para obstaculizar cualquier proceso de integración es la guerra civil abierta, ya que esta busca destruir cualquier eje geopolítico alternativo, como, por ejemplo, el eje Rusia-Irán o Rusia-Turquía. Estas tácticas se han puesto en práctica en el Cáucaso, especialmente en Azerbaiyán y Armenia, donde Occidente ha promovido el conflicto de Nagorno Karabaj, que a su vez ha desatado otro conflicto entre Bakú y Teherán al cerrar varias carreteras. Korovin también dice que Rusia se ha visto obligada a detener varios de estos conflictos promovidos por Occidente en varias regiones con la intención de desestabilizar y apoderarse de varios territorios.
La politóloga azerí Nazaket Mammadova estuvo de acuerdo con los comentarios de Korovin y afirmó que existen fuerzas en su país que propagan imágenes negativas tanto de Rusia como de Irán, ya que según estas organizaciones ambos países tienen “ambiciones imperialistas” en Azerbaiyán. El objetivo de estas organizaciones es disminuir el poder de Rusia en la región y hacer que las fuerzas de paz rusas se retiren de allí, debido a que estas le pusieron fin a la guerra sin ni siquiera esperar a que terminaran las negociaciones trilaterales.
Mammadova señaló que la propaganda antirrusa difundida por los medios de comunicación independientes está financiada por Occidente. Además, muchos de estos medios de comunicación atacan a las autoridades estatales por tener canales diplomáticos abiertos con Rusia y hacen constantemente llamados a que la población y las fuerzas armadas imiten las “revoluciones de color” que han tenido lugar en las vecinas Armenia y Georgia.
El escritor y profesor universitario armenio Gagik Ohanjanian realizó un breve repaso de la unificación del Cáucaso por parte de Rusia y señaló que ni en el Imperio ruso ni en la Unión Soviética existieron formas de discriminación racial, por lo que los choques entre los armenios y azeríes son artificiales y manipulados desde afuera. Ohanjanian dice que estamos enfrentado una poderosa ideología, “la ideología del mal absoluto”, cuya naturaleza debemos estudiar si queremos contrarrestarla.
Mientras tanto, Yevgeni Balakin, jefe de la Unión de Juventudes Eurasiáticas, propuso como alternativa ideológica la creación de un “frente cultural” para luchar hacer nuestras propias guerras en red. Balakin sostiene que es necesario formar intelectuales que sean capaces de crear contenido artístico e imágenes con las cuales contrarrestar la propaganda enemiga. Según él, la URSS perdió esta lucha.
Vladimir Bukarsky, director ejecutivo de la rama moldava del Club Izborsk, representante del Consejo Mundial del Pueblo Ruso en la República de Moldavia y jefe del proyecto “Civilización ortodoxa”, resumió todas las ponencias del evento y enumeró las herramientas que utiliza Occidente para realizar sus guerras en red: estas organizaciones no solo tienen como objetivo propagar la imagen de un “futuro brillante”, sino que también buscan deshumanizar a los actuales dirigentes de su país y de ese modo preparar los enfrentamientos callejeros que acontecerán en un futuro.
Bukarsky dice que estamos en guerra y debemos aprender de nuestros errores para superar los escenarios de conflicto que probablemente tendrán lugar.
Finalmente, el último orador invitado, el conocido cristiano ortodoxo Kirill Frolov, terminó diciendo que las guerras en red son un arma de doble filo y se han convertido en una nueva forma de disuasión estratégica, como sucedió con las armas nucleares en el siglo pasado. Por lo tanto, ser capaces de dominar estas nuevas armas y ponerlas en funcionamiento nos permitirá disuadir a nuestros agresores en caso de que decidan atacarnos.
Fuente: https://katehon.com/ru/news/setevye-voyny-bit-vraga-ego-zhe-oruzhiem