Las protestas pacíficas contra el gobierno militar se están convirtiendo en un movimiento de resistencia de los de “golpear y huir”.
Otra base aérea militar ha sido objeto de un ataque con cohetes en el centro de Myanmar. Un asalto oscuro pero estratégico que incluso los muy censurados medios de comunicación, controlados por la junta militar, han tenido la obligación de incluir en su información.
El 15 de mayo, tres cohetes de 107 mm fueron disparados contra la base aérea de Toungoo, situada a solo 95 kilómetros de la capital Naypyitaw, según el portavoz estatal Global New Light of Myanmar. El ataque con cohetes se produjo después de otros ataques similares, a finales de abril, contra las bases aéreas de Magwe y Meiktila. Ningún grupo ha reivindicado la autoría de los ataques, pero éstos se producen tras los recientes bombardeos aéreos del Tatmadaw en los estados Kayin y Kachin, donde las fuerzas armadas de las minorías étnicas luchan contra el ejército, y recientemente se han refugiado personas antigolpistas de la violencia letal y creciente que se vive en las zonas urbanas.
Las guerras civiles de Myanmar, hasta ahora confinadas principalmente a regiones fronterizas étnicas relativamente remotas, se están extendiendo ahora al corazón del país y a las zonas urbanas. Los recientes ataques no han sido lanzados por combatientes de los ejércitos de las minorías étnicas, sino muy probablemente por militantes de las nuevas generaciones de la mayoría étnica Bamar.
Se multiplican los atentados contra objetivos militares, tanto blandos como duros. El 18 de mayo fue asesinado un funcionario nombrado por la junta local, tras la explosión de dos bombas en su oficina, en el distrito de Lanmadaw en Rangún. Según fuentes de la ciudad, el funcionario era conocido por ser un informante militar clave y sus acciones habían llevado a la detención de varias personas manifestantes prodemocráticas.
También han estallado bombas en varias localidades de las regiones de Sagaing y Mandalay y en los estados Shan, Mon y Chin. Cuando el líder golpista, el General Min Aung Hlaing, visitó la ciudad de Sagaing el 18 de mayo, una bomba explotó allí a pesar de las fuertes medidas de seguridad.
Un ejemplo claro de esta nueva resistencia al dominio militar se pudo ver recientemente en Mindat, una localidad del estado Chin cercana a la frontera de la región central de Magwe. Un grupo local recién formado, las Fuerzas de Defensa Chin, tomó el lugar y solo se retiró después de que unidades fuertemente armadas del Tatmadaw contraatacaran con artillería y disparando desde helicópteros. Antes de que llegaran esos refuerzos, la militancia local, armada sólo con rifles de caza y bombas caseras, mató a varios soldados del Tatmadaw. Hasta el momento, el estado Chin es el único estado étnico de Myanmar que no ha visto una insurgencia generalizada. El Frente Nacional Chin, que se encuentra en fase de alto el fuego, no ha sido nunca una fuerza colosal.
Lo que comenzó como manifestaciones pacíficas, incluso alegres, contra el golpe de estado suspendiendo la democracia del 1 de febrero del General Min Aung Hlaing, se está ahora transformando en resistencia armada en todo el país. La lista de contraataques antimilitares crece día a día. El 16 de mayo explotó una bomba en la Oficina de Educación del municipio de Daik-U, en la región de Bago. Ese mismo día, otra bomba estalló en la oficina del administrador general del municipio de Mogok, en la región de Mandalay. El 17 de mayo, la oficina de administración del distrito de Htone Bo, en el municipio de Sagaing, fue incendiada. El 18 de mayo, un camión que transportaba alimentos para los soldados del Tatmadaw fue incendiado en la carretera Mogaung-Tanai Ledo, en el estado Kachin.
El cambio de protestas pacíficas a violentas se ha producido solo después de que las personas manifestantes hayan sido atacadas, de forma violenta y con consecuencias letales, por soldados y policías con francotiradores que, de acuerdo con informes, han disparado a adolescentes e incluso a menores de tan solo cinco años. Casi 800 personas han sido asesinadas por la policía y por el Tatmadaw desde que Min Aung Hlaing tomó el poder del gobierno electo. Cerca de 5.000 personas están detenidas, entre ellas personas del mundo de la política, la abogacía, periodistas y trabajadores comunitarios. Un número indeterminado de personas se encuentra ahora en escondites o ha huido a zonas fronterizas o al otro lado de la frontera hacia el exilio.
Los habitantes de Rangún afirman que la persistencia de los disturbios parece estar haciendo mella en la salud mental de policías y soldados en primera línea, a los que sus superiores ordenan utilizar fuerza letal contra la población. «Permanecen en hospitales, escuelas, comisarías y recintos aislados y, cuando se aventuran a salir, la resistencia local informa a activistas en otras partes de Rangún», dijo una fuente con base en la ciudad.
Tres meses y medio después del golpe, manifestantes antigolpistas siguen marchando por las calles en señal de desafío. De acuerdo con las fuentes, muchas otras personas se están preparando para acciones más violentas. Se dice que, probablemente, el asesinato del funcionario en Lanmadaw es solo el comienzo de lo que en poco tiempo podría convertirse en múltiples escenarios de guerrilla urbana en principales ciudades del país. Según los informes, activistas en Rangún ya están recibiendo granadas y armas automáticas.
Puede que Myanmar no se convierta en un estado fallido en toda regla. Gran parte de la economía funciona y ha funcionado siempre de forma clandestina y, por tanto, no se contabiliza en estadísticas oficiales. Pero la nación es ya, sin duda, un estado fracasado.
Decenas de miles de personas trabajadoras sanitarias y del sistema educativo han sido despedidas por participar en el llamado Movimiento de Desobediencia Civil. Las instituciones bancarias se están quedando sin dinero en efectivo ya que la gente, si tiene ahorros, intenta retirarlos. Muchos bancos han impuesto tasas de entre el 8% y el 9% para la retirada de fondos, o han impuesto límites directos a la cantidad que se puede retirar.
También ha comenzado una fuga de cerebros y muchas personas con buena formación están utilizando distintas vías para abandonar el país. No está claro lo que ocurrirá a continuación, pero la toma de poder de Min Aung Hlaing puede quizá calificarse como el golpe militar con menos éxito de la historia moderna de Asia.
Sin duda, hasta el momento las sanciones de los Estados Unidos y de la Unión Europea no han tenido ningún efecto disuasorio sobre la embestida militar. La medida más severa que puede adoptar la organización de las Naciones Unidas sería una resolución que pidiera la «suspensión inmediata» de las transferencias de armas a la junta militar. Aunque esta resolución ha sido presentada recientemente por el pequeño principado europeo de Liechtenstein, que no es miembro de la Unión Europea, pero tiene su apoyo, además del apoyo del Reino Unido y de los Estados Unidos, será vetada con toda probabilidad por China y Rusia, miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.
Sin embargo, está claro que Min Aung Hlaing ha arruinado su oportunidad de convertirse en un líder político creíble. Como comandante en jefe ha viajado, más que cualquiera de sus predecesores, en lo que el Tatmadaw llama «misiones de buena voluntad». Según un estudio elaborado por el Instituto Tagaung de Estudios Políticos, centro de investigación con sede en Rangún, sus viajes le llevaron a China, Rusia, Vietnam, Tailandia, India, Singapur, Malasia, Indonesia, Filipinas, Camboya, Laos, Nepal, Japón, Corea del Sur, Israel, Bielorrusia, Serbia, Brunei, Pakistán, e incluso Bélgica, Austria, Alemania e Italia.
Actualmente, es probable que no sea bienvenido en muchos de esos países. Su posición futura en Myanmar también se tambalea, con la crítica y comentaristas afirmando que ha destruido, por sí solo, su legado como comandante de las fuerzas armadas, al tiempo que ha desprestigiado todavía más a los militares e incrementado el desprecio de la opinión pública. Aunque el Tatmadaw se movilizara para destituirlo de sus posiciones de poder en un contragolpe para salvar cara, lo que en estos momentos es más un deseo que un escenario probable, no hay garantías de que sus sucesores militares estuvieran a favor del tipo de apertura que Myanmar disfrutaba desde el 2011, hasta el desastroso golpe de este año 2021.
Fuente original en inglés: https://asiatimes.com/2021/05/a-wider-war-spreads-fast-and-far-in-myanmar/