Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez
Joel Andreas es profesor asociado del Departamento de Sociología de la Universidad Johns Hopkins. En 2003 se doctoró en sociología en la Universidad de California en Los Ángeles. Recientemente ha publicado un libro, Rise of the Red Engineers: The Cultural Revolution and the Origins of China’s New Class, en el que analiza la polémica fusión de las élites antiguas y nuevas de China durante la era socialista.
Entre los libros que tratan el tema del desarrollo rural en China durante la era de Mao Zedong, el de Dongping Han sobresale por dos motivos. El autor nació y se educó en una aldea y trabajó muchos años en una tienda de maquinaria de una aldea antes de matricularse en la universidad en 1978. En segundo lugar, simpatiza con el proyecto de desarrollo rural colectivo emprendido durante la era de Mao Zedong y, concretamente, con el giro radical que adoptó durante la década de la Revolución Cultural (1966-1976). En este libro, un estudio minucioso del condado rural en que se crió (el de Jimo, en la provincia de Shandong) expone una argumentación contundente sobre las contribuciones de la Revolución Cultural al desarrollo rural.
En capítulos alternos, Han desarrolla dos tesis: una sobre la educación en el medio rural y la otra, sobre la política en este tipo de aldeas. En los capítulos dedicados a la educación describe primero el atraso de las escuelas rurales antes de la Revolución Cultural y analiza los motivos por los que la mayoría de los niños y niñas del lugar no progresaban más allá de unos pocos cursos en la escuela primaria, sosteniendo que el Partido Comunista Chino (PCC) desatendió la educación en los entornos rurales durante las primeras décadas de ejercicio del poder. A continuación pasa a describir la expansión generalizada de las escuelas de enseñanza media de esas zonas rurales y el desarrollo de la formación profesional orientada al mundo rural durante la década de la Revolución Cultural. En los capítulos dedicados a la política escribe que, una vez que el PCC accedió al poder, los cuadros de los entornos rurales adoptaron el estilo autocrático de las antiguas élites políticas rurales. Ese estilo autocrático, a su juicio, fue cuestionado con eficacia durante la Revolución Cultural por algunas organizaciones rebeldes y, en consecuencia, los aldeanos de a pie adquirieron la seguridad en sí mismos necesaria para enfrentarse a los cuadros que cometían abusos de poder.
Han trenza estos dos hilos analizando su impacto en el desarrollo económico del medio rural. Antes de la Revolución Cultural la agricultura progresaba muy despacio en el Condado de Jimo y, aunque se construyeron muchas fábricas rurales durante el Gran Salto Adelante (1958-1960), casi todas cerraron sus puertas durante el colapso económico posterior. Según expone Han, durante la década de la Revolución Cultural la producción agrícola empezó a incrementarse sustancialmente y despegó la industria rural en el condado de Jimo. La expansión de las escuelas rurales y, sobre todo, de los nuevos programas de formación profesional, según sostiene Han, proporcionaron a los jóvenes de las aldeas la formación necesaria para modernizar la agricultura y abrir pequeñas fábricas. Esta primera generación de jóvenes de zonas rurales con una formación académica adecuada contribuyó a que las brigadas de producción de las aldeas empezaran a mecanizar la agricultura, desarrollar sistemas de regadío a gran escala, introducir abonos químicos y experimentar con semillas, cultivos y métodos nuevos, y que también pasaran a nutrir de personal las más de 2.500 pequeñas fábricas y demás empresas creadas en las aldeas de Jimo durante la década de la Revolución Cultural. Han postula que los cambios que la Revolución Cultural introdujo en la cultura política de las aldeas también desempeñaron un papel importante en el despegue económico. En primer lugar, escribe, la Revolución Cultural revitalizó el empeño colectivo, que había languidecido tras el desmoronamiento del Gran Salto Adelante, y aportó los cimientos organizativos y financieros para la mecanización, el regadío y los proyectos industriales. En segundo lugar, los cuadros del medio rural, escarmentados al ver que en los primeros años de la Revolución Cultural su autoridad quedaba puesta en duda, se vieron obligados a demostrar su competencia y diligencia y a implicar a los aldeanos en la toma de decisiones sobre la producción.
Han pone orden en las estadísticas del Condado de Jimo para documentar la expansión de las escuelas, la mecanización y la producción agrícola que apuntalan sus argumentos, pero sustenta las cifras con descripciones detalladas de los cambios experimentados por la vida económica, política y social de la aldea. Es esta descripción meticulosa, basada sin duda en el conocimiento adquirido no durante unos cuantos meses de investigación etnográfica, sino gracias a las décadas que vivió en la aldea, lo que confiere a sus tesis una contundencia singular. Es preciso hacer una advertencia a los lectores: el Condado de Jimo, situado cerca de la ciudad portuaria de Qingdao, se encuentra en una de las zonas del país más desarrolladas desde el punto de vista económico. Aunque era pobre en comparación con otras regiones vecinas, gozaba de una situación mucho más saludable para modernizar la agricultura y desarrollar la industria que la mayoría de los condados de zonas rurales.
Han concluye el libro con un capítulo breve sobre la era de reformas posterior a Mao. A la zona de Qingdao le ha ido particularmente bien en las últimas décadas, y el Condado de Jimo ha compartido esta prosperidad. Sin embrago, Han se centra en las consecuencias negativas del desmantelamiento de la colectivización y la introducción de la reforma del mercado: la degradación de la atención sanitaria y el estancamiento de la educación en las zonas surales, el deterioro de las instalaciones de regadío, la desaparición del espacio político público que había nacido con la organización colectiva, la corrupción y los abusos de poder crecientes por parte de los cuadros, y el incremento acusado de la desigualdad económica. Aunque reconoce que Jimo ha seguido desarrollándose durante la era de las reformas del mercado, prefiere a todas luces la anterior senda del desarrollo colectivo. Pero este capítulo no es más que un epílogo; no compara a fondo las estrategias de desarrollo de las dos épocas.
El libro de Han constituye una defensa declarada del orden colectivo y la Revolución Cultural, para lo que elabora una argumentación muy sólida. El conocimiento privilegiado que le otorga haber vivido allí le permite escribir con perspicacia y autoridad, y su punto de vista firme afila particularmente todos sus razonamientos. Aunque la mayoría me parecen convincentes, diría que la estructura del libro convierte al año 1966 en una línea divisoria más marcada de lo que se suponía. La estrategia de desarrollo rural que identifica con la Revolución Cultural se remonta a los orígenes de la era de la colectivización. El desplome catastrófico del Gran Salto Adelante casi aniquiló esta estrategia (la descripción que hace Han del Condado de Jimo demuestra lo traumáticas que fueron las consecuencias de dicho desplome), pero en 1963 Mao Tse-Tung había conseguido reintroducir la estrategia con sus elementos agrícolas, industriales, educativos y sanitarios. Si bien la estrategia solo empezó a cuajar en muchas zonas rurales durante la década de la Revolución Cultural (como sucedió en el Condado de Jimo), sería un error considerarla un mero producto de la Revolución Cultural. Respecto a la cultura política, la Revolución Cultural sacudió sin duda al aparato del partido y del Estado a todos los niveles, pero no estoy seguro de que el cambio fuera tan espectacular como sugiere Han. Muchos de los problemas anteriores a 1966 que describe persistieron más adelante, y muchas de las cualidades positivas que atribuye a la Revolución Cultural hundían sus raíces en la época anterior. Pero se trata de cuestiones de énfasis. Han ha escrito uno de los libros más importantes sobre el desarrollo rural y la vida política de las aldeas durante la era de Mao; cualquier estudioso de esta época aprenderá mucho de este libro y tendrá que tomarse sus argumentos muy en serio.