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La izquierda en India

La revolución naxalita

Fuentes: CEPRID

El año que viene, en el mes de mayo, se van a celebrar elecciones generales en India, un país de más de mil millones de habitantes y que acaba de firmar un acuerdo nuclear con Estados Unidos que le sitúa, de forma inequívoca, dentro de la órbita occidental. Una vieja aspiración de la oligarquía india […]

El año que viene, en el mes de mayo, se van a celebrar elecciones generales en India, un país de más de mil millones de habitantes y que acaba de firmar un acuerdo nuclear con Estados Unidos que le sitúa, de forma inequívoca, dentro de la órbita occidental. Una vieja aspiración de la oligarquía india que en los últimos 19 años se ha traducido en la imposición de políticas neoliberales, desmantelando paulatinamente su hasta entonces economía centralizada y privatizando los principales sectores. Junto a este hecho, y en un intento por reforzar este paso al occidentalismo, India ha alcanzado acuerdos militares con Israel (lo que ha provocado un auge del islamismo que se está traduciendo en atentados por todas las ciudades del país y en ataques contra otras confesiones religiosas, en especial contra los cristianos, en estados como Orissa) y estudia «congelar» el acuerdo de construcción de un oleoducto de gas con Irán.

Es, por tanto, un año crucial para la izquierda india, muy numerosa y con responsabilidades de gobierno en estados como Bengala Occidental, Kerala, Minipur, Tamil Nadu y en Tipura (que albergan a unos 220 millones de indios en total, casi la cuarta parte de la población del país), todos gobernados por el Frente de Izquierda hegemonizado por el Partido Comunista de India (marxista). Pero también en India se está asistiendo al auge, cada vez mayor, de la insurrección naxalita (1* –Recomendada la lectura del artículo que aparece en el enlace de esta nota para entender el proceso revolucionario en India-), liderada por el Partido Comunista de India (maoísta) y su brazo armado, el Ejército Popular Guerrillero del Pueblo. Existe, además, otra organización guerrillera impulsada por el Partido Comunista Marxista-Leninista Guerra Popular. Estas dos organizaciones ya han hecho un llamamiento a boicotear las elecciones.

Fuente: Centro Asiático de Derechos Humanos. El mapa está fechado en abril de 2008.

Los naxalitas se están convirtiendo en un movimiento político de alcance nacional. Actúan en 14 (15 según el mapa del CADH) de los 28 estados de India (Chhattisgarh, Jharkhand, Uttar Pradesh, Asma, Uttaranchal, Kerala, Tamil Nadu, Bengala Occidental, Gujarat, Andhra Pradesh, Madhya Pradesh, Orissa, Maharashtra y Bihar) y que, en cifras, significa que en 182 distritos, de un total de 602 en que está dividido administrativamente el país, son los maoístas quienes controlan la situación (2). Hay que hacer notar que en el mes de abril se consideraba que actuaban en 165 distritos (170 según del CADH), por lo que el que ahora estén activos en 17 distritos más indica claramente su progresión imparable que se produce no sólo en el campo, sino que está comenzando a extenderse a las ciudades, especialmente a las zonas obreras e industriales de Delhi, Mumbai, Raipur, Pune y Jammu alternando las acciones propagandísticas con las militares. El propio gobierno indio consideraba hace un año que entre el 30% y el 35% del territorio de India está bajo el control de los naxalitas (3), porcentaje que será mayor en la actualidad.

Los éxitos revolucionarios en el campo son incuestionables: ni la policía ni los funcionarios estatales se atreven a entrar en Bastar, una extensa zona del estado de Chhattisgarh de unos 100.000 kilómetros cuadrados (4), y sus acciones contra los paramilitares de Salwa Judum (que se traduciría como «Cazadores de la paz», armados por terratenientes y el propio Estado que les ofrece, además, un sueldo) están provocando la desmoralización y deserción de estos mercenarios en cuanto se produce un combate ante las constantes bajas que sufren. El periódico «Indian Express» relataba con crudeza lo ocurrido tras un ataque maoísta que causó 55 muertos a una fuerza conjunta de policías y paramilitares al hacerse eco de un informe oficial en el que se recogía la investigación llevada a cabo: «la cobardía, la deserción, la excesiva dependencia de los oficiales de policía respecto de la Policía Especial Local [los paramilitares de Salwa Judum tienen la categoría de agentes policiales rurales], la carencia de un entrenamiento apropiado y el consumo de sustancias tóxicas influyeron en las causas de la matanza de los 19 policías y 39 PEL [Salwa Judum]». Para minimizar un tanto el efecto de la derrota, el informe recogía que dicho ataque había sido efectuado por una fuerza de «por lo menos 400 naxalitas» (5). Aunque este ha sido, hasta el momento, el ataque con un mayor número de muertos, constantemente se reportan bajas entre los policías y paramilitares, incluyendo los comandos de élite de Andhra Pradesh, denominados «Galgos», que el pasado mes de junio sufrieron 38 bajas mortales al ser atacado el barco en el que se dirigían a realizar una operación militar contra un campamento maoísta (6).

Los naxalitas han dado el paso de la guerra de guerrillas a la de movimientos, con una mayor acumulación de fuerzas y siguiendo el esquema clásico maoísta de «diez contra uno, uno contra diez», es decir, obligar a las fuerzas estatales, bien sea el Ejército o la Policía, a asumir una posición defensiva táctica -que es fácilmente atacable en base a la superioridad de fuerzas- para, debido a estos golpes militares, obligarles posteriormente a asumir una posición defensiva estratégica, o sea, la inmovilidad y la concentración de fuerzas en un solo punto para defender una ciudad o un territorio. Se puede afirmar que la guerrilla naxalita actúa en brigadas de hasta 300 combatientes. Si hay que hacer caso a la prensa india, los ataques contra estaciones de policía, locales de los paramilitares, empresas mineras, ferrocarriles, estaciones de telecomunicaciones, construcciones eléctricas e, incluso, asaltos a cárceles -en el mes de diciembre de 2007 atacaron la cárcel de Raipur, la capital de Chhattisgarth, logrando que pudieran fugarse 299 presos, 100 de ellos guerrilleros- se producen por fuerzas de entre 40 y 150 combatientes aunque en ocasiones llegan a los 400. No obstante, eso no quiere decir que los naxalitas mantengan grandes formaciones guerrilleras con carácter permanente, sino que se constituyen en función de la estrategia.

Los datos son esclarecedores: en el año 2007 los naxalitas realizaron 8.488 ataques a establecimientos policiales en 91 distritos de 11 estados, según un informe presentado por el Ministro del Interior, Sriprakash Jaiswal, en el Parlamento indio (Lok Shaba, Cámara del Pueblo) (7). Y la guerrilla está comenzando a buscar la complicidad de los policías, a quienes realiza llamamientos para que se pasen a sus filas si no quieren seguir sufriendo sus embestidas militares. Desde el mes de junio de 2007, cada vez que se realiza un ataque contra un establecimiento policial los guerrilleros dejan en el lugar panfletos en los que se puede leer «Estás luchando para impedir el levantamiento del pueblo, por lo que tu vida está en juego porque el pueblo, al que estás matando, es de tu propia clase. Levántate contra el sistema» (8). Merece la pena indicar que el Ejército, como tal, no está implicado en la lucha con los guerrilleros aunque algunas de sus unidades de élite sí han participado en operaciones concretas contra la dirigencia naxalita.

La situación ha llegado a tal extremo que el gobierno, que ya consideró hace unos años a la insurgencia maoísta como el principal problema de India, ha decidido poner en marcha un plan para contener el avancede la guerrilla: iniciar un programa de desarrollo de las zonas más empobrecidas de India, modernización de la Policía, creación de infraestructuras viales que sirvan tanto a las poblaciones como para facilitar el traslado rápido de las fuerzas policiales y la creación de seis escuelas de guerra, es decir, la formación de unidades antiguerrilleras para poder atacar y destruir los campamentos naxalitas en la selva. La idea del gobierno es crear unos batallones específicos para la lucha contra la guerrilla que estén compuestos por 14.000 efectivos y en los planes aparece que antes de que finalice el año tiene que haber dos o tres en funcionamiento (9). En la actualidad la Fuerza Central de Reserva de la Policía, junto a los paramilitares de Salwa Judum, lleva el protagonismo en la lucha contra los maoístas: cuenta con 201 batallones, de los que 32 están desplegados en las zonas donde operan los naxalitas (10) pero se han mostrado altamente ineficaces y reciben cada vez con más frecuencia contundentes golpes militares, por lo que ahora se ha decidido la creación de los batallones antiguerrilla al estilo del tristemente célebre Batallón Atlacalt de El Salvador, perpetrador de innumerables matanzas en zonas rurales del país centroamericano.

El gran salto adelante

Hasta este momento la guerrilla estaba dejando a un lado las ciudades para centrarse en el control total del campo, siguiendo la vieja estrategia de cercar las ciudades desde el campo. La estrategia es penetrar en las áreas rurales, consolidarse en ellas y, una vez que consideran seguras sus bases de apoyo, ir estableciendo coordinaciones eficaces y efectivas entre las diferentes células en otros Estados. Esto ha dado inmejorables resultados en Nepal. Al igual que sus camaradas nepalíes, los maoístas indios respetan a los cargos locales -incluyendo a policías- si el pueblo considera que son honestos y no están comprometidos en casos de corrupción o represión. También respetan a las empresas que están instaladas en sus zonas de influencia, pero las cobran un «impuesto revolucionario», que oscila entre el 15 y el 20% de sus beneficios, con el que financian sus actividades. Por el contrario, los naxalitas son implacables en su lucha contra las Zonas Económicas Especiales (ZEE) que está poniendo en marcha el gobierno central, con el apoyo de los gobiernos de los estados, para establecer industrias, incluidas las metalúrgicas y mineras, y que están provocando el desplazamiento de sus hogares de decenas de miles de habitantes rurales, que por consiguiente están perdiendo sus medios de vida. La enorme mayoría de desplazados son aparceros sin tierra, artesanos y pequeños comerciantes, provenientes de las comunidades desfavorecidas de dalit y adivasi y de minorías religiosas (11).

Precisamente el trabajo con los dalits, los intocables en el sistema de castas y los parias dentro de India, es con quien está centrando su trabajo político la guerrilla naxalita, según lo acordado en su IX Congreso, realizado en enero de 2007. Esta decisión ha estado en el origen de la expansión guerrillera por toda India. En este congreso se acordó, además, como eje del trabajo político y militar la extensión de la guerra popular a todo el país, «el apoyo a las luchas nacionales contra el expansionismo indio» en Cachemira y Jammu, la expansión del movimiento a las ciudades para tener presencia entre las masas urbanas, empobrecidas, y la clase media con la finalidad de «lograr un movimiento masivo contra las políticas neoliberales» y, por consiguiente, la lucha contra las Zonas Económicas Especiales que han sido creadas en los últimos años en India y que han provocado, a su vez, «la dislocación de las pequeñas industrias y de los comerciantes, que han sido empujados a la bancarrota por la ofensiva masiva de las imperialistas compañías transnacionales y de los compradores-burócratas-burgueses» y que son calificadas de «enclaves neocoloniales» (12).

La entrada en las ciudades es «el gran salto adelante» de los maoístas indios. Hay presencia de células naxalitas en las zonas obreras e industriales de Delhi, Mumbai, Raipur, Pune y Jammu. Aunque por el momento la principal actividad es la propagandística, en algunas zonas donde el movimiento naxalita es especialmente fuerte se están ya realizando acciones militares. Es el caso de Nayararh, una de las más importantes ciudades del estado de Orissa, donde un comando naxalita realizó una de sus más audaces acciones hasta el momento: el 16 de febrero de este año se produjo el asalto a una comisaría de policía y la requisa de 1.069 armas almacenadas en este establecimiento policial. El gobierno indio sólo ha dado la cifra, no la calidad de las armas capturadas, lo que indica que en poder de la guerrilla hay ahora un material más sofisticado, como se pondría de relieve en las últimas operaciones militares donde se han bombardeado instalaciones policiales con morteros de 80 milímetros y se están usando lanzagranadas para atacar las caravanas de vehículos policiales y paramilitares.

La presencia naxalita en las ciudades y centros industriales da un salto cualitativo a la guerra popular prolongada. Desde mediados de 2007 los naxalitas han actuado de forma preferente en las Zonas Económicas Especiales de una franja que comprende las ciudades de Bhilai-Ranchi-Dhanbad-Calcutta, por un lado, y de Mumbai-Pune-Surat-Ahmadabad por otro, al tiempo que han planteado bloqueos que han sido impuestos de forma desigual, dependiendo de las zonas donde tienen más fuerza, como es el caso de los estados de Jharkhand, Orissa, Chhattisgarh y Bengala Occidental y en los que menos, como en Haryana y Punjab. En Bengala Occidental, un estado gobernado por la izquierda, la ZEE prevista ha tenido que ser suspendida tras una revuelta popular campesina, que contó con el apoyo maoísta, que fue sofocada a sangre y fuego. Este hecho ha provocado un tremendo descrédito de la izquierda tradicional, del que se está beneficiando la insurrección naxalita que ve cómo los campesinos pobres se están incorporando en masa a sus filas. De este asunto, así como de otros parecidos, se tratará en la segunda parte que aborda la situación de la izquierda india.

En India hay en estos momentos 40 ZEE en funcionamiento y el gobierno central calcula que este año 2008 supongan un volumen de comercio superior a los 27.000 millones de dólares en cuanto a bienes, servicios y mercancías. En total, el gobierno indio tiene previsto aprobar 339 ZEE y dice que supondrán un empleo directo para 800.000 personas. Las ZEE son áreas que, gracias a las desgravaciones fiscales que hacen que las empresas no paguen ningún impuesto, gozan de ventajas fiscales y económicas para favorecer la productividad y donde se puede eludir la legislación normal del país en materia laboral, sindical y ambiental con el objetivo de atraer inversores locales y extranjeros.

El éxito político junto al militar

Los éxitos militares de los revolucionarios indios están siendo acompañados de un éxito político demostrable en las zonas bajo su control, donde se ha logrado una eficaz mejora del nivel de vida de la población, básicamente rural, y están en condiciones de ofrecer una alternativa a la izquierda tradicional y reformista. Esto está provocando que un cierto sector de los intelectuales indios vea con agrado y simpatía a la guerrilla y que, como es el caso de Arundhati Roy, se niegue a calificar su lucha de inmoral o como terrorista. O como el conocido músico Ravi Shankar, que ha dicho públicamente que los maoístas son «admirables».

Desde que los naxalitas comenzaron a realizar trabajo político en las ciudades, entre los pobres urbanos, los habitantes de los barrios marginales y de la clase obrera organizada, y especialmente tras la masacre de campesinos ordenada por el gobierno de Bengala Occidental -gobernado por el Frente de Izquierda hegemonizado por el Partido Comunista de India (marxista)- en marzo de 2007 cuando se oponían a la ZEE prevista en Nandigram, las voces para que los maoístas lideren otro frente de izquierda en India, de carácter inequívocamente revolucionario, se están alzando cada vez con mayor fuerza. Se les pide «una nueva dinámica en la propaganda», una mayor atención hacia los «no iniciados en política» y «una mayor atención a las clases medias».

Los maoístas están en ello, conscientes que el progreso de su guerra popular prolongada depende de la creación de una plataforma cultural y políticamente diferente de la que ha existido hasta ahora en India -de forma especial en lo que se refiere a la separación de castas, la opresión feudal de la familia y las costumbres- y, sobre todo, alejada de los pasillos del poder que tanto gustan a la izquierda tradicional.

Notas:

  1. Alberto Cruz, «India, entre la euforia nuclear y la insurrección naxalita» http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article267

  2. The Hindu, 23 de agosto de 2008.

  3. The Tribune, 7 de agosto de 2007.

  4. The Pioneer, 19 de agosto de 2008.

  5. Indian Express, 1 de septiembre de 2007.

  6. Asian Age, 29 de junio de 2008.

  7. Indian Times, 3 de diciembre de 2007.

  8. The Hindu, 13 de febrero de 2008.

  9. Asian Age, 17 de julio de 2008.

  10. Prensa Latina, 4 de febrero de 2008.

  11. Los dalit son los intocables del sistema de castas, los adivasi son pueblos indígenas y las minorías religiosas son, fundamentalmente, islámicos.

  12. Partido Comunista de India (maoísta), febrero de 2007.

 

 

 

Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor especializado en Relaciones Internacionales.

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