El vicepresidente electo de Taiwán, Lai Ching-te, ha sido siempre una especie de «enfant terrible» para las autoridades de China continental. Sus «veleidades independentistas», que no oculta, han sido objeto de afilada crítica en los últimos años. Ahora, de nuevo se ha visto en el ojo del huracán por una visita «privada» a EEUU. El […]
El vicepresidente electo de Taiwán, Lai Ching-te, ha sido siempre una especie de «enfant terrible» para las autoridades de China continental. Sus «veleidades independentistas», que no oculta, han sido objeto de afilada crítica en los últimos años. Ahora, de nuevo se ha visto en el ojo del huracán por una visita «privada» a EEUU.
El periplo de Lai a Washington es expresión del cambio cualitativo registrado en las relaciones «casi-diplomáticas» entre EEUU y la República de China, que fueron elevadas de nivel. Lai fue invitado a participar en el Desayuno de Oración, un evento que se lleva a cabo anualmente en Washington y da inicio tradicionalmente al curso político. Lai tomó parte en el acto «a título personal», aunque no desaprovechó el viaje para visitar Nueva York y reunirse con la diáspora taiwanesa así como con institutos académicos y políticos relevantes, entre ellos el senador Marco Rubio y otros destacados integrantes del lobby taiwanés ante la Administración Trump, entre ellos Jim Risch, presidente del comité de relaciones exteriores del Senado, o Cory Gardner y Bob Menendez. En dichos encuentros se destacó especialmente que la seguridad o las relaciones económicas y comerciales empujan a fortalecer los lazos entre EEUU y Taiwán.
Lai también visitó el Consejo de Seguridad Nacional acompañado, entre otros, del representante de Taipéi en Washington, Stanley Kao, y el director de asuntos políticos, Vincent Chao. Pese a no efectuar declaraciones públicas, esta visita, de unos 70 minutos de duración, es especialmente significativa.
El viaje de Lai a Washington tiene una peculiar relevancia: se trata del primero de un vicepresidente electo taiwanés desde que EEUU trasladó el reconocimiento diplomático de Taipéi a Beijing en 1979. Aunque oficialmente no tiene ninguna misión ni rol oficial, su importancia es evidente.
No es de extrañar que Beijing protestara airadamente ante EEUU por permitir la visita de Lai, instando a acatar los principios que rigen las relaciones bilaterales y a dejar de enviar «señales erróneas» a los independentistas de Taiwán.
En consonancia con el argumento de su viaje, Lai alabó la libertad religiosa de Taiwán y elogió las labores de los misioneros en la isla, unas declaraciones que fueron especialmente celebradas por su anfitrión, Bob Fu, un pastor que fue víctima de persecución de China continental. Al parecer, Fu es el responsable formal de la invitación a Lai, que le trasladaría tras su dimisión como primer ministro en enero de 2019.
Esta presencia de Lai en EEUU augura que las tensiones con China a propósito de Taiwán no se verán contagiadas de la tregua comercial y, por el contrario, podrían experimentar nuevas vueltas de tuerca en los meses venideros. Taipéi ayudará a la política de «casi guerra-fría» de Washington para contener la China gobernada por ese PCCh definido por Mike Pompeo como la principal amenaza para la democracia en el mundo.
Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China