Un río de hierro de armas ilegales fluye de EE.UU. a México, América Central y todo el hemisferio, lo que ayuda a convertir a las Américas en la región más homicida del orbe, con 47 de las 50 ciudades más asesinas del mundo.
Miles huyen de la violencia en el Triángulo Norte de América Central (Honduras, El Salvador y Guatemala) y buscan asilo en EE.UU., lo que aumenta la presión de los inmigrantes indocumentados.
Mientras los migrantes viajan hacia el norte, las armas de origen estadounidense fluyen hacia el sur. Los centroamericanos se dirigen al norte para huir de la violencia ocasionado en parte por las armas de origen estadounidense. La estrategia de Washington pasa por abordar las causas fundamentales de la migración procedente de América Central y ordena a las agencias estadounidenses que aborden la violencia, el crimen y la seguridad en la región, sin ir al fondo de la problemática.
El tráfico de armas es realizado por grupos criminales tradicionales y redes criminales transnacionales, las cuales tienen otras actividades ilegales como drogas o tráfico de personas. Es esta amplia variedad de delitos ligados al tráfico de armas lo que hace tan difícil contrarrestarlo.
Mientras un importante porcentaje de armas es ilegalmente adquirido en Estados Unidos y después traficado a través de la frontera con México, existen otras rutas más complejas hacia el Caribe y América del Sur, las cuales reciben menos atención, como las vías marítimas:. Las armas se esconden en embarcaciones, desmontadas y mezcladas con mercancía legal. Son casi imposibles de detectar debido al gran tamaño de los contenedores y la cantidad de mercancía que pasa por los puertos.
Entre 2007 y 2019, más de 179.000 armas de fuego fueron capturadas en México y cinco países centroamericanos y rastreadas hasta armerías y fábricas de armas en Estados Unidos. La Secretaría de Relaciones Exteriores de México cree que esto es la punta del iceberg y estima que más de dos millones de armas cruzaron el Río Grande en la última década.
Los cuatro países centroamericanos -Belice, El Salvador, Guatemala y Honduras- tienen altas tasas de violencia, incluido el homicidio. Según datos del departamento de delincuencia extranjera estadounidense, la mayoría de los homicidios en esos países se cometen con armas de fuego importadas legal o ilegalmente de otros países, en especial de EEUU. La violencia y la inseguridad en los países centroamericanos son factores contribuyentes en la migración hacia la frontera sur de Estados Unidos.
No se pueden entender las dinámicas de este tráfico sin primero resaltar rol de Estados Unidos tanto en el comercio legal como ilegal de armas. Armas fabricadas en Estados Unidos alimentan la violencia en varias regiones . Algunos datos son elocuentes: En Haití y las Bahamas 98 % de las armas ilegales provienen de Estados Unidos; en México esta cifra alcanzó 70% en la última década y en los siete países de América Central, 50 % de las armas ilegales llegaron de Estados Unidos.
En Estados Unidos una persona es asesinada con un arma cada 14 minutos; y hay un tiroteo masivo cada 25 horas (entre 2013 y 2018 se han registrado 400 tiroteos en escuelas); 76 000 personas resultan heridas con un arma cada año; y ocurre un disparo involuntario cada 18 horas.
Drogas, armas, poder
El académico Eugenio Weigened, coautor de Tráfico de armas y violencia: De la red global al reto de seguridad local, señala que “Hay que monitorear a los grupos de cabildeo y de interés que empujan por más armas, y su influencia en la legislación sobre políticas de armas y políticas de seguridad en general. Estados Unidos es un caso claro de lo influyentes que son. Hay intereses que protegen a la industria de las armas y no a los intereses o las demandas de la ciudadanía”.
En el libro se afirma que una de las principales causas del incremento de la violencia en la región es la guerra contra las drogas, lo que ha significado el retorno de los militares en misiones de seguridad interna, lo que a su vez implica la adquisición de armas por parte de actores estatales y no estatales en toda la región. Para los editores del libro, el problema que enfrenta Latinoamérica no es la droga misma, sino el tráfico de armas.
“Dejemos de hacerle la guerra a las drogas y hagamos la guerra a las armas”. “Si queremos reducir la violencia dejemos de hablar de drogas y pongamos a las víctimas y a las armas que las hacen víctimas al centro. Necesitamos que la academia hable más del tema. Necesitamos que ese sea el centro del debate”, señala el académico Carlos Pérez.
Según la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF), entre 2015 y 2019 (los datos más recientes disponibles) de unas 27.000 armas de fuego incautadas en delitos y sometidas a su rastreo de antecedentes, el 40 por ciento procedía de EEUU. y el resto de otros 39 países. Los datos de la ATF muestran que la mayoría de las armas de fuego enviadas para su rastreo eran pistolas, pero también eran de origen estadounidense algunos rifles y una cantidad de ametralladoras, alrededor del 1,7 % del total.
Las pistolas son la elección preferida de las bandas callejeras como las maras salvadoreñas MS-13 y la Calle 18, que cometen asesinatos y extorsiones en zonas urbanas de los países centroamericanos. Los rifles son más populares entre los traficantes de drogas, que usan armas estilo AR-15 o AK-47 para proteger los cargamentos de drogas, señaló el organismo de control del Congreso.
Las armas se originan en el mercado legal de armas de Estados Unidos, el más grande del mundo con diferencia, con 393 millones de armas de fuego en manos de civiles. Luego cruzan a un mercado negro paralelo a través de cuatro métodos principales: una escapatoria de venta privada; testaferros (personas con antecedentes penales pagados para comprar armas); robo en armerías; y la venta de piezas para fabricar armas no serializadas, o “pistolas fantasma”.
Los traficantes llevan estas armas de estados con leyes menos estrictas, como Virginia y Georgia, a ciudades con leyes más estrictas, como Washington y Nueva York, que están sufriendo un fuerte aumento de la violencia armada. También los pasan de contrabando al sur de México , a través de la frontera de 3,000 quilómetros, escondidos en autos y camiones.
Un reciente informe del centro Woodrow Wilson alerta de la transcendencia de este tránsito hacia el denominado Triángulo de la Muerte -Honduras, El Salvador y Guatemala-, una de las zonas con la mayor tasa de homicidios por armas del planeta, fortalecida por el narcotráfico y la corrupción y la fa,lta de atencón del gobierno de Washington a esta realidad.El Salvador y Guatemala tienen arsenal suficiente para surtir a cada uno de sus soldados con siete armas, de acuerdo con Naciones Unidas
Recomendaciones
Más que concentrar esfuerzos en perseguir a quienes poseen armas, la recomendación de los expertos es perseguir y controlar la producción, importación y comercialización ilegal y legal de armas. Otra recomendación importante es la separación de las burocracias que regulan y documentan las armas y aquellas que las utilizan, con la creación de una institución mixta, bajo control civil y militar y, con un claro sistema de pesos y contrapesos.
En la mayoría de los países de América Latina, la producción, comercialización, regulación, y uso de armas de fuego está bajo control de una sola entidad, usualmente el ejército, como es el caso de Colombia, México, Chile, Paraguay y Honduras, o el Ministerio del Interior/Justicia como es el caso de Argentina, Perú, Costa Rica y Brasil.
Este control institucional ha facilitado la corrupción, abuso de poder y falta de transparencia respecto a la compra, administración y distribución de armas. Pero nada de todo eso servirá, si Estados Unidos sigue alentando el uso –y la compra- de armas para sus ciudadanos y para la exportación (o contrabando) a naciones vecinas.
*Sociólogo venezolano, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)