Pareciera que los partidos políticos independiente de sus bases ideológicas nacen teniendo en su seno complejas contradicciones; son los partidos políticos conjuntos conformados por seres sociales con sus virtudes y limitaciones de toda lógica por lo que, inmediatamente que nacen, comienzan a desarrollarse esas contradicciones por todas los razonares humanos que serán impulsados por razones […]
Pareciera que los partidos políticos independiente de sus bases ideológicas nacen teniendo en su seno complejas contradicciones; son los partidos políticos conjuntos conformados por seres sociales con sus virtudes y limitaciones de toda lógica por lo que, inmediatamente que nacen, comienzan a desarrollarse esas contradicciones por todas los razonares humanos que serán impulsados por razones siempre discutibles. Los partidos políticos como expresión necesaria de la modernidad deberían asumir sus tiempos históricos cuando la Historia, en su imparable caminar, va guiando a las sociedades hacia sus naturales desarrollos temporales hacia la buscada y anhelada horizontalidad social por derecho divino.
Es cierto que la ideología es, probablemente, la variable más importante que incide en los miembros fundamentales de un partido político y, en consecuencia y no necesariamente, dependiendo de las realidades circundantes, afectan la cotidianidad de ese partido político cuando la relación de diferentes variables se conjugan, obligatoriamente, con la ideología que sustentan los quehaceres diarios de la dirigencia del partido político porque, en última instancia, aunque un partido político pudiere tener afiliados al 75% del conjunto de la sociedad decisoria siempre las responsabilidades fundamentales decisorias recaerán sobre la dirigencia de ese partido político la cual pudiere ser escogida por medios variables según tanto los tiempos históricos como las realidades ideológico-estructurales nacionales.
En ese orden, un partido político «ve la luz de su ser» según cada país, cada realidad interno-histórica de ese país, de las influencias exteriores que afectan directamente sobre ese futuro partido político y la sicología social de las clases sociales que podrían conformar la base fundamental de un partido político nacional, of course. Es de máxima lógica que para la conformación de un partido político se deberán conjugar una serie de variables cuales, probablemente, están en concordancia con realidades sociales y afectaciones externas que, probablemente, podrían convertirse en «faro-guía» de la conformación legal y/o clandestina de ese partido político. Al tiempo y a la vez cuando afrontamos cualquier análisis sobre una nación y sus partidos políticos podemos alcanzar la conclusión inmediata que en cada país se expresan diferentes formas de constitución de un partido político independientemente de las lógicas influencias temporales de carácter filosófico e ideológico histórico-mundiales que afecten las siquis de los constituyentes de cualquier partido político que se conforme pero esas influencias filosóficas e ideológicas, evidentemente, se tendrán que ir acomodando a las realidades nacionales correspondientes con sus lógicas y necesarias realidades histórico-nacionales de un ejemplo concreto a analizar. Por ejemplo tomando el caso específico del Imperio del Japón cuando las dirigencias sociales políticas, económicas y militares decidieron confrontar las contradicciones internas con las realidades externo-imperialistas que se iban imponiendo en la región del Asia-Pacífico durante el siglo XIX cual llevó a la toma de decisiones de desarrollar aquello que históricamente se lo ha denominado como la «Restauración Meiji». Es decir, las debilidades objetivas internas estructurales del Imperio japonés no iban a poder confrontar, independientemente de la dignidad nacional, aquel avance sobre sus costas de, por ejemplo, los EEUU de América cuando Washington decidió, por primera vez, tener presencia efectiva en aquella región de Asia-Pacífico. (Actualmente, la «nueva política Obama», según la tesis de José Vicente Rangel Vale, sería el segundo avance en el marco de la Política de Estado presente que impulsa el Poder estadounidense en esa región en referencia).
Al tiempo, aquella dirigencia arriba en mención con la objetividad requerida apreció la importancia de las imposiciones que las «14 Potencias Extranjeras» iban imponiéndole, según cada realidad nacional-imperial-europea-estadounidense, al imperio chino desde la «Guerra del Opio» y el «Tratado de Nanjing». Además, los tiempos por los cuales se desarrollaba el Shogunato estaban en perfecta decadencia y aquella dirigencia política percibió su propio fin a menos que se tomaran decisiones de «cambios profundos» del Estado japonés pero manteniendo la figura fundamental del Emperador. La «Restauración Meiji» llevó a tomar decisiones de Estado en lo económico-financiero, en lo militar y constitucional con la conformación de los zaibatsu.
Pero ¿cuáles eran aquellas realidades que estaban impactando seria y profundamente el status quo asiático no solo oriental sino en la península de la denominada, posteriormente, según la historiografía euro-céntrica como Indochina y, fundamentalmente, para el Imperio británico de la Reina Victoria, el subcontinente de la India?
Pero no solo eran las realidades obligantes que los imperios europeos desarrollaban cuando confrontaban la «Revolución Industrial» con todos sus significados socio-económicos sino, también, las expresiones consecuenciales intelectuales que terminaron conformando el «socialismo blanquista» para pasar hacia las tesis históricas de Karl Marx y Federico Engels en un mundo profundamente cambiante y camino hacia la «perfecta mundialización del imperialismo como fase superior de aquel sistema capitalista en desarrollo en los campos de la ciencia y la tecnología». Es evidente y demostrable que el catalizador de aquella realidad, por grave que nos parezca la propuesta, sería la 1ra. Guerra Mundial que en este próximo mes de julio celebra su trágico natalicio. Proponemos aquella realidad como catalizador porque su principal conclusión sería la «Revolución Bolchevique» junto a todas sus consecuencias político-global-ideológicas conjuntamente con las propuestas en mesa elevadas en las diferentes Internacionales Comunistas celebradas por aquellas fechas históricas tanto la 2da. Internacional como la fundamental 3ra. Internacional. Entre las propuestas fundamentales podríamos mencionar, por ejemplo, el carácter colonial y su futuro revolucionario y el «Frente Unido Nacional», dos (2) temas políticos e ideológicos fundamentales a lo largo de tiempos históricos posteriores. En el caso concreto del Frente en China, entrémosle, en primera instancia, a aquel neonato partido comunista que se fundara, precisamente, en el mes de julio, en la ciudad de Shanghai bajo un caluroso clima veraniego como lo describiera uno de sus participantes a aquel 1er. Congreso cual, a su vez, sería fundacional.
China inmediatamente que alcanzó su independencia de lo real-objetivo-significativo del concepto imperio en su realidad histórica, es decir, cuando se constituyó como «la República», saltaron a los escenarios sociales intelectuales que buscaban «ir más allá» de la aquella consecuencia chucuta de 1911. Intelectuales europeos, Bertrand Russell, por ejemplo, y Rabindranath Tagore, el poeta indio, ejercieron sus influencias en ciertos sectores intelectuales y empresariales chinos. La Revolución Bolchevique titulado como la «Revolución de Obreros y Campesinos», era el «faro-guía» que asumiría aquella cohorte de inquietos ciudadanos chinos que estaban inconformes con la corrupción, la burocracia y el kow-tow a las «14 Potencias Extranjeras» que mantenían sus lares bien consolidados en las estructuras económicas, financieras y aduanales chinas. Aquella intelectualidad se vistió variopinta: liberales, anarquistas, estudiosos de los textos de Vladimir Ilich Lenin, nacionalistas y algún que otro estudioso del marxismo según aquellas traducciones japonesas que se sustentaban en texto en ingles publicados en los EEUU de América.
Para no hacer el cuento largo aún en sacrificio de la necesaria descripción política, con la participación de un emisario especial de la 3ra. Internacional (Komintern, Comintern), un pequeño grupo de intelectuales chinos provenientes de algunas provincias, en aquel verano, se reunieron en los salones de clase de un colegio de niñas en aquella húmeda y calurosa ciudad de Shangahi en la denominada «French Concession» para así poder evitar a los espías de las potencias extranjeras no francesa y a la policía shanghainesa. En aquel Congreso fundacional se encontraban presentes liberales, anarquistas, nacionalistas, algún comunista y cualquier inquieto intelectual representante de su provincia natal. Era una democracia participativa y respetuosa. Pero el Partido Comunista Chino (PCCh) tenía en su propio seno un muy grave problema: la ideología; el conocimiento real de la política internacional; las debilidades histórico-síquicas de 5.000 años de Historia nacional y de las contradicciones inter-personales de sus miembros fundadores. La Internacional Comunista llevaba sus directrices decididas por Joseph «el padrecito» Stalin en contradicción a las tesis de León Trotski y en función de los intereses nacionales rusos que buscaba consolidar Stalín vista las realidades que se circunscribían alrededor de las fronteras rusas cuando los imperios europeos capitalistas trataban de aislar las realidades en curso internas que iba imponiendo Stalin en su concepto de revolución. Es decir, maestro de la política, Joseph Stalin percibió, con la astucia que lo caracterizaba, que sí golpeaba el centro fundamental de la base fundamental del imperialismo cual era China, inmediatamente, obligaba a los imperios europeos desviar no solo sus atenciones al escenario chino sino militares y presupuestos para poder mantener sus intereses nacionales en territorio chino. Interesante conocer la «Huelga de los Estibadores» de Hongkong, puerto de salida de las mercaderías chinas hacia los mercados europeos.
Es decir, el PCCh nació «tocado en sus intereses nacionales» gracias a la imposición de políticas diseñadas allende sus fronteras, en Moscú, como bien lo demuestra la historiografía correspondiente. Pero no dejemos nada en el tintero porque los tiempos corrientes así lo requieren. En el marco del diseño estalinista, es decir, la supervivencia de Joseph Stalin como «el padrecito» y su propia supervivencia en su concepción revolucionaria cual difería de las propuestas de Vladimir Ilich Lenin, era conformar un frente nacional donde se pudieran incorporar todo «lo real-chino-nacionalista» dejando en segundo plano los objetivos fundamentales de la Revolución China. Aquella propuesta se alcanzó «chucutamente» para lo-real-político-chino pero, en contrario, benefició los objetivos trazados y diseñados por Stalin (reitero, es demostrable al consultar la extensa bibliografía de «tirios y troyanos» sobre aquellas realidades objetivas). Era evidente que las tesis de Joseph «el padrecito» Stalin caminaban al más contundente fracaso por lo que obligó al PCCh a «mirarse en el ombligo fundacional» para decidir cuál sería su futuro como partido político nacionalista y revolucionario en función de alcanzar la «justa distribución» y la «horizontalidad social» ambas revolucionario-socialista-nacionalistas.