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Líbano: la violencia continúa

Fuentes: La Jornada

¿Cuándo, cuándo por fin dejarán los libaneses cristianos de destruirse unos a otros en combates? El «Partido Libre Democrático» del general Michel Aoun (pónganle color naranja brillante) se lanzó ayer, junto con sus aliados pro sirios, en contra del candidato falangista Amin Gemayel, ex presidente y padre de Pierre Gemayel, asesinado cuando era primer ministro […]

¿Cuándo, cuándo por fin dejarán los libaneses cristianos de destruirse unos a otros en combates? El «Partido Libre Democrático» del general Michel Aoun (pónganle color naranja brillante) se lanzó ayer, junto con sus aliados pro sirios, en contra del candidato falangista Amin Gemayel, ex presidente y padre de Pierre Gemayel, asesinado cuando era primer ministro -¿por los sirios?, ¿por cristianos rivales?- el año pasado.
Donde dice Gemayel léase autoridad, el poder del parlamento electo democráticamente, el gobierno de Líbano y, mucho más al caso, el gobierno libanés apoyado por Washington. Para Aoun -quien alguna vez, en 1990, dijo que buscaba «liberar» a Líbano de Siria, en una guerra desastrosa, pero quien ahora querría ser el presidente sirio de Líbano- fue un momento clave. Es posible que su candidato, Camille Khoury, no obtenga el triunfo, pero sí reformulará la política de Líbano de forma que «pro sirio» pueda volverse de nuevo una etiqueta política más respetable.
Los temas en juego son totalmente serios, en todos los sentidos de la palabra. Pierre Gemayel, hijo del exitoso candidato putativo Amin, fue asesinado en su automóvil en noviembre pasado y, por tanto, un voto a favor de este cristiano -hay pocos musulmanes en las hermosas colinas cubiertas de pinos del Metn- es un voto contra sus presuntos asesinos, los servicios de seguridad sirios.
Desesperado por evitar el lenguaje de la guerra civil -que todos los candidatos hablan en privado-, Aoun pronunció un discurso en un mitin en los suburbios de Beirut, desde atrás de un escudo a prueba de balas. Luego de caracterizar a sus opositores como «molinos de viento hechos de mentiras», añadió con desprecio: «No los llamaré hijos de serpientes, pero sí de rumores, y los rumores son como maleza sin raíz. Basta arrancarla para que muera».
Si tales palabras parecen siniestras, escuchemos la advertencia de Gemayel a sus opositores: «el Metn nunca será un suburbio de Damasco». Y aseguró que los aliados políticos de Siria, en especial Ali Qanso, del Partido Social Nacionalista Sirio, apoyan a Aoun. Agregó que los pobladores de estas colinas -donde su hijo está enterrado, en la cripta familiar de Bikfaya- saben que el ex general los está «arrastrando a una batalla que no desean» y que la contienda electoral es como «una danza sobre la sangre de los mártires».
Podría parecer un discurso normal en cualquier elección, pero en Líbano son palabras incendiarias. El hecho es que una vez más los cristianos están divididos -con gran placer de Siria, sin duda-, y el peligro de una guerra intestina, que la semana pasada cobró la forma de pedradas y golpes en las calles de Beirut, se ha incrementado. El sectario sistema de votación (cortesía en sus orígenes del mandato de la Liga de las Naciones a Francia) significa que el partido armenio Tashnak apoya a Aoun, hecho que ha indignado a los simpatizantes de ese grupo en el Estado armenio. ¿Qué ha hecho Aoun, preguntan, para que se reconozca el genocidio de millón y medio de armenios perpetrado por los turcos otomanos en 1915?
A final de cuentas, por desgracia, todo se reduce a una simple ecuación: si los libaneses confiaran unos en otros tanto como confían en Washington, Tel Aviv, Damasco, Londres o París, estarían seguros, pero el sectario sistema político vigente garantiza que la secularización de Líbano destruiría la identidad del país. Por consiguiente, la nación vive en la constante penumbra de la guerra civil.
Traducción: Jorge Anaya