El asesinato del científico iraní Mohsen Fajrizadeh en las cercanías de su casa, señala a Israel, cuyo gobierno no ha contestado a la acusación directa realizada por Teherán.
No ha sido el primer científico iraní asesinado: en los últimos años, Masud Ali Mohammadi, Majid Shahriari, Dariush Rezaineyad;Hasan Tehrani-Moghaddam, jefe del programa de misiles de los Pasdarán; y Mostafa Ahmadi Roshan, cayeron también tiroteados, con bombas adosadas a sus coches o por la explosión de una motocicleta.
Estados Unidos sigue ese mismo patrón de asesinatos, y no solo con Bin Laden. Arabia siguió sus pasos. El siniestro Mohamed bin Salmán está detrás del descuartizamiento del periodista Yamal Jashoggui en el consulado saudita de Estambul. Obama, presentado como un presidente progresista, aprobó centenares de ejecuciones selectivas. Según The Bureau of Investigative Journalism, una organización sin ánimo de lucro de Londres,solamente en Pakistán, Somalia y Yemen, Obama autorizó 563 operaciones con drones que mataron a más de 800 civiles: un completo programa de asesinatos. Obama ordenó diez veces más ataques letales que George W. Bush, ocultó las torturas de la CIA al Senado, y mientras defendía la abolición de la pena de muerte firmaba la Kill List, la lista de personas que iban a ser asesinadas: le proyectaban en una pantalla los rostros de quienes se pedía su autorización para matarlos.
Clive Stafford Smith, un abogado británico especialista en derechos humanos, ha revelado recientemente que en sus letales ataques contra “terroristas” la CIA ha asesinado a 76 niños y 29 adultos inocentes. Ronen Bergman, un periodista israelí que colabora con Yediot Ajronot, obtuvo confesiones de algunos miembros de los servicios secretos israelíes: querían asegurarse de que su versión de los asesinatos llegaba al mundo. Su libro, Rise and Kill First: La historia secreta de los asesinatos selectivos de Israel, es estremecedor. A lo largo de los setenta años de su historia, Israel no ha dejado de cometer asesinatos extrajudiciales, operaciones especiales para matar en cualquier lugar del mundo.
Desde 1968, cuando Yaser Arafat fue elegido dirigente de la OLP, los servicios secretos israelíes empezaron a preparar planes para asesinarlo. Llegaron a entrenar a un palestino para que llevase a cabo su ejecución. En 1982, Ariel Sharón llegó a considerar la posibilidad de derribar un avión comercial donde viajaba Arafat. Sharón, el cómplice de las matanzas de Shabra y Chatila, tuvo que prometer a George W. Bush que no asesinaría a Arafat, aunque finalmente murió de una repentina y extraña enfermedad que los palestinos achacan a un envenenamiento del Mossad. Los organismos del espionaje, Mossad y Shin Bet, actúan sin ningún control democrático; solo responden ante el primer ministro.
Estados Unidos e Israel no solo matan, también realizan operaciones especiales, inoculan virus informáticos en organismos y empresas, realizan sabotajes económicos y destruyen fábricas, equipamientos y centros de investigación. La justificación de los asesinatos extrajudiciales, a todas luces ilegales, que violan el derecho internacional y la más elemental noción de los derechos humanos, es la misma para Estados Unidos e Israel: afirman que combaten en una “guerra contra el terrorismo”. Pero aunque se aceptase esa burda justificación, Washington y Tel-Aviv no pueden ignorar su obligación de cumplir el derecho internacional humanitario, ni pueden asesinar y maltratar a la población civil de territorios ocupados. Tampoco pueden bombardear civiles arguyendo que son miembros de organizaciones terroristas.
Washington persigue a sus enemigos, muchos de los cuales son miembros de grupos islamistas creados y financiados por la CIA que escaparon después a su control, y su programa de asesinatos se inscribe en su intento de mantener la hegemonía en el planeta: mientras mata con drones, apoya a terroristas que operan en regiones como el Xinjiang chino o el Cáucaso ruso. Como desveló Ronen Bergman, Tel-Aviv justifica sus asesinatos con una siniestra cita del Talmud de Babilonia: “Si alguien viene a matarte, levántate y mátalo primero”. Cultivando la épica de pueblo amenazado, pese a ser la principal potencia militar de Oriente Medio y el único país de la región que posee armamento nuclear, Israel aplasta a los palestinos, roba sus tierras, destruye sus vidas, asesina a sus dirigentes, alarga sus manos ensangrentadas al Líbano y Siria, a Iraq y Egipto, a Jordania o a Irán. Como Estados Unidos, guarda su Kill list, la lista para matar.