El líder golpista Min Aung Hlaing promete «aniquilar» a las fuerzas de resistencia contra el régimen militar, acabando con cualquier esperanza de diálogo.
Si alguien había pensado que podría haber un diálogo entre la junta militar de Myanmar y la oposición democrática, como propugnan la ONU y la comunidad internacional, esas esperanzas se vieron completamente frustradas cuando el líder militar del país, el general en jefe Min Aung Hlaing, pronunció su discurso el 27 de marzo, Día de las Fuerzas Armadas.
En esa ocasión, el líder golpista prometió «aniquilar hasta el final» a los que describió como «grupos terroristas» y también animó a las numerosas organizaciones armadas de las minorías étnicas en Myanmar a no apoyar a esos «grupos terroristas» y, en su lugar, «vivir dentro de un marco legal». Analistas interpretan que se estaba refiriendo a un Acuerdo Nacional de Alto el Fuego de 2015, ya clausurado, que los militares acordaron entonces con un número limitado de ejércitos rebeldes de las minorías étnicas.
También fue importante el 27 de marzo la muestra de unidad que las fuerzas armadas mostraron, disipando las nociones persistentes pero erróneas de luchas de poder entre los militares de línea dura y los llamados «reformistas», supuestamente representados por Thein Sein, quien fue presidente del país de 2011 a 2016.
Al menos 25 exoficiales, de varios de los gobiernos nombrados por la junta militar desde la represión sangrienta del levantamiento prodemocrático de 1988, estuvieron en el desfile y en otros actos celebrados en la capital Naypyidaw. Entre ellos estaba Thein Sein, que al parecer ofreció «palabras de consejo» a Min Aung Hlaing quien, a su vez, se inclinó en señal de respeto hacia el expresidente.
No era la primera vez que Thein Sein mostraba sus verdaderas inclinaciones. En diciembre del año pasado, el exgeneral, a quien observadores occidentales apodaron en su día «el Gorbachov de Myanmar» por su supuesta agenda reformista, hizo donaciones a familias de personas asesinadas o heridas por sospecha de actuar como informantes para la junta militar.
No hace falta decir que Thein Sein nunca ha hecho donaciones a las numerosas familias de personas abatidas, por el ejército y la policía, cuando se manifestaban pacíficamente en contra del golpe de estado del año pasado.
Desde el golpe, y según el grupo independiente Asociación de Asistencia a los Presos Políticos, 1.723 personas desarmadas participantes en manifestaciones han sido asesinadas o torturadas hasta la muerte en diversos centros de detención. Más de 13.000 personas, entre activistas, representantes políticos locales, periodistas y trabajadores del servicio sanitario, han sido encarceladas por dar apoyo al movimiento en contra del régimen militar.
Estas cifras no incluyen los miles de personas que han muerto por ataques aéreos y fuego de artillería en aldeas de territorios de las minorías étnicas, donde la resistencia al golpe ha crecido en el último año. Según un comunicado del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para las Personas Refugiadas del 11 de febrero, el número de personas desplazadas internas en Myanmar se ha duplicado desde el golpe, superando actualmente la barrera de las 800.000.
Mientras la atención del mundo se centra en estos momentos casi por completo en la invasión rusa de Ucrania, en Myanmar se está produciendo otra tragedia masiva, sin que haya mayor respuesta por parte de la comunidad internacional.
En una declaración de octubre del 2021, las potencias extranjeras, incluyendo a la Unión Europea, parecerían haber externalizado la cuestión de Myanmar a la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés): «La Unión Europea hace un llamamiento a Myanmar para que se comprometa de forma constructiva con el Enviado Especial de la ASEAN para aplicar plena y completamente el Consenso de Cinco Puntos de la ASEAN. Subraya la necesidad de que el ejército facilite visitas periódicas a Myanmar del Enviado Especial de la ASEAN, y de que éste pueda entrevistarse libremente con todas las personas que desee».
El Consenso de Cinco Puntos, que se adoptó cuando Min Aung Hlaing realizó una breve visita a Yakarta el 24 de abril del año pasado, pedía el cese de la violencia y «un diálogo constructivo entre todas las partes implicadas».
El comunicado de la UE llamó la atención al referirse al consenso, el cual estaba ya invalidado cuando se emitió la declaración. La junta militar no ha permitido que ninguna persona enviada de la ASEAN se reúna con nadie, salvo con sus funcionarios, y Min Aung Hlaing y sus secuaces nunca han pronunciado la palabra «diálogo».
Durante la última visita de la ASEAN a finales de marzo, realizada por el viceprimer ministro y ministro de Asuntos Exteriores de Camboya, Prak Sokhonn, todo lo que la junta tenía para ofrecerle era una reunión con Su Su Lwin, la esposa de Htin Kyaw, presidente de 2016 a 2018 y miembro de la Liga Nacional para la Democracia (NLD, por sus siglas en inglés), partido destituido por los golpistas. Su Su Lwin, sin embargo, declinó reunirse con el enviado de la ASEAN, alegando «problemas de salud».
Pero eso no impidió que Noeleen Hayzer, enviada especial del Secretario General de la ONU a Myanmar, se reuniera no solo con Prak Sokonn, sino también con el gobernante autoritario de Camboya, Hun Sen, cuyo país ocupa este año la presidencia rotatoria de la ASEAN.
El 1 de abril, la oficina de Hayzer emitió un comunicado en el que se refería al «sólido paraguas de la ASEAN y la ONU», añadiendo que «la ASEAN y toda la comunidad internacional tienen la responsabilidad de amplificar y apoyar la voluntad de la ciudadanía».
Las voces críticas dirán que parece haber olvidado, convenientemente, que la ASEAN es una formación de diez naciones, en su mayoría no democráticas, que durante sus ya casi 55 años de historia nunca ha ayudado a resolver un solo problema en los estados miembros o en las disputas bilaterales entre ellos.
Dichas problemáticas incluyen el conflicto de Timor Oriental y las disputas fronterizas entre Camboya y Tailandia, Camboya y Vietnam, Malasia y las Filipinas, las insurgencias transfronterizas entre Tailandia y Malasia y, quizá lo más importante, una postura común sobre el Mar de China Meridional ante China, país que tiene importantes reivindicaciones sobre esta vía marítima estratégica.
De hecho, los dos principios rectores de la ASEAN, el consenso y la no injerencia, incapacitan al bloque en lo que respecta a seguridad regional o a la promoción de la paz y la democracia. La ASEAN solo puede mostrar como progreso algunos acuerdos comerciales y normas de exención de visados para personas ciudadanas de los estados miembros.
Mientras tanto, el ejército de Myanmar continúa con su brutal campaña para eliminar las fuerzas de la resistencia y asegurarse el control del país. Las elecciones que anunció Mun Aung Hlaing pueden celebrarse o no celebrarse en 2023, pero antes de que eso ocurra los militares se asegurarán de que la NLD quede debilitada política y organizativamente.
La NLD ha obtenido victorias masivas en todas las elecciones a las que se ha presentado. La primera fue en 1990 para una Asamblea Nacional que nunca llegó a reunirse, ya que los militares la acabaron reemplazando con un órgano para redactar la Constitución formado por menos de 100 representantes de las 492 personas elegidas como diputadas, designando ellos mismos hasta 600 delegados.
La victoria de 2015 permitió que la NLD formara gobierno. En las siguientes elecciones de 2020, el ejército tomó el poder antes de que se reuniera la asamblea electa de representantes. Los generales están ahora ocupados preparando la selección de sus propios comisionados electorales. Mientras tanto, todo el liderazgo de la NLD, incluyendo el presidente Win Myint y la consejera de estado Aung San Suu Kyi, permanecen bajo custodia militar.
Desde que los tanques entraron en Rangún y Naypyidaw y las protestas fueron respondidas con balas, miles de activistas han huido a las zonas fronterizas donde las fuerzas rebeldes de las minorías étnicas controlan los territorios. O han organizado su propia resistencia en partes del centro de Myanmar, zona que no había visto ninguna insurgencia desde la década de 1970.
La resiliencia y espíritu de lucha de estas fuerzas es notable. Sin embargo, la gran cantidad de unidades de resistencia locales, agrupados de forma imprecisa como Fuerzas de Defensa Popular, no parecen coordinar actividades bajo un mando central. Son frecuentes las emboscadas y escaramuzas en diversas partes del país, pero no parece que exista una estrategia coherente para luchar contra la junta militar.
No cuentan con suficiente armamento para desafiar el poderoso arsenal del ejército, pero aun así las fuerzas de la junta están al límite en muchos frentes, lo que hace imposible que Min Aung Hlaing cumpla con su promesa de «aniquilar» la resistencia.
Sin la colaboración de la comunidad internacional, solo puede haber una conclusión para el país: la tragedia de Myanmar continuará, en un futuro previsible de más agitación interna, más flujos de personas refugiadas hacia países vecinos y más represión de cualquier disidencia. Bajo unos generales inflexibles para los que las nociones de compromiso, diálogo, y voluntad de la ciudadanía simplemente no existen.
Fuente: https://asiatimes.com/2022/04/annihilation-over-compromise-for-myanmars-generals/