Traducido por Caty R.
El pulso entre Moscú y Washington se exacerba en el trasfondo del conflicto por el control del Cáucaso, geoestratégico y rico en hidrocarburos.
Los dardos envenenados entre Washington y Moscú se multiplican en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, convocado en repetidas ocasiones durante los últimos días para intentar alcanzar un acuerdo de tregua entre los beligerantes georgianos y rusos. Zalmay Khalizad, el representante de Estados Unidos en la ONU, ha acusado a Rusia de llevar a cabo una «campaña de terror», a lo que el representante ruso ha respondido señalando que esa declaración es «inaceptable, sobre todo en la boca del representante de un país cuyas actuaciones en Iraq, Afganistán y Serbia conocemos muy bien»
Así, las dos superpotencias retoman las clásicas expresiones de la Guerra Fría, lo que en realidad demuestra, de forma descarnada, el verdadero trasfondo del conflicto. Se trata de las fricciones, cada vez más fuertes, que surgen entre los imperios. Así, Moscú y Washington intentan, a la manera clásica, instrumentalizar las ambiciones nacionalistas de unos y las reivindicaciones separatistas de otros.
La escalada es todavía más grave porque se dirige, en primer lugar, al control de los recursos de hidrocarburos de toda la región, dependiendo de que las considerables reservas de petróleo y gas caucasianos transportadas por las tuberías transiten evitando o no el paso por la Federación Rusa. Washington, que ha tomado posiciones en Georgia prometiendo su apoyo a Tbilissi para su integración en la OTAN, avanza también los peones de una estrategia imperialista renovada que se dirige, más allá de los objetivos energéticos, a «la contención» de las potencias rusa y china. Estados Unidos se esfuerza desde hace más de un decenio en la construcción de un glacis de Estados amigos en los flancos de los dos gigantes, con la instalación de sus bases militares.
Incluso Bernard Kouchner, el ministro francés de Asuntos Exteriores francamente poco sospechoso de tibieza con la causa atlantista, reconocía ayer la descarada injerencia de Washington. La mediación de Europa es verdaderamente deseable, defendió en las ondas de RTL, porque Estados Unidos es «en cierta forma, una parte del conflicto»
De esta manera el ministro señalaba, con razón, la enorme responsabilidad de la Unión Europea, que puede impedir la huida hacia delante en una espiral bélica extremadamente peligrosa. Pero para estar a la altura Europa debe atreverse a jugar una mediación original, su credibilidad de mediadora está vinculada a su capacidad de demostrar menos sometimiento con respecto a las tesis de Washington.
Ciertamente Europa mantiene relaciones más equilibradas con Rusia que Estados Unidos, pero no ha sabido oponerse al despliegue de estaciones de radares antimisiles de EEUU sobre el territorio europeo, lo que ya había contribuido a reactivar el clima de «guerra fría» con Moscú. Es imprescindible, por lo tanto, que Europa revise su enfoque.
Actualmente la humanidad se enfrenta a desafíos vitales en materia social, ecológica o energética, que crean la necesidad de una concepción de las relaciones internacionales distinta de las dictadas por las viejas lógicas del poder heredadas de los dos últimos siglos. Europa puede asumir ese objetivo a condición de que sepa mostrar la misma firmeza frente a Moscú que frente a Washington.
Original en francés:
http://www.humanite.fr/2008-08-12_International_La-friction-des-empires
Bruno Odent es periodista del diario comunista francés L’Humanité.
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.