Más allá del conflicto que abarca el norte de Mali entre los diferentes grupos vinculados a al-Qaeda y al Daesh, que desde 2012 obliga a Francia, a los Estados Unidos junto a la MINUSMA (Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí) a desplegar importantes dotaciones de efectivos y recursos para contener […]
Más allá del conflicto que abarca el norte de Mali entre los diferentes grupos vinculados a al-Qaeda y al Daesh, que desde 2012 obliga a Francia, a los Estados Unidos junto a la MINUSMA (Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí) a desplegar importantes dotaciones de efectivos y recursos para contener la constante ola de atentados y ataques, en la región de Mopti en el centro del país, una guerra con ribetes étnicos agrega más tensión al país africano.
Desde 2015, el número de muertes en choques étnicos ha ido en aumento en el centro del país, donde decenas de personas acusadas de colaborar con las fuerzas de seguridad de Bamako, han sido ejecutadas. Esta desembozada guerra que enfrenta a dos de las principales etnias del país, los peuhls o fulanis, pastores semi nómades, que están siendo perseguidos, por bandas armadas de los Bambara o Dogons, agricultores, la etnia más numerosa de Mali.
Históricamente ambas comunidades han tenido disputas por el acceso al agua y la tierra, aunque por lo general se resolvían sin derramamientos de sangre, pero debido a la perpetua crisis económica y la infiltración de milicianos wahabitas, la tensión ha ido en un constante aumento. La violencia armada en Malí, durante años estuvo concentrada en el norte desértico, pero desde 2015 se ha extendido hacia el sur, motivado por el reclutamiento de muchos peuhls, a organizaciones terroristas.
Fue entonces que el auge del terrorismo fundamentalista, ha provocado que los antiguos conflictos cada año sean más sangrientos. En 2018 la cifra de muertos por estos choques superó los quinientos. En su mayoría peuhls a manos del grupo conocido como Dan Na Ambassagou (los cazadores que confían en Dios), como se conoce a los cazadores Dogons, mientras que cerca de 10 mil peuhls, han debido abandonar sus territorios y sus manadas de vacas, cabras y ovejas, lo que ha generado una nueva alza en los niveles de pobreza y desnutrición. Los Dogon acusan a los peuhls de apoyar a estos wahabitas, al tiempo que los Peuhls acusan a los dogones de apoyar al ejército maliense en su lucha contra el terrorismo.
El último sábado 23 de marzo, al menos 135 peuhsl, han muerto tras el ataque de varios hombres armados, en la localidad de Ogossagou, cerca de la ciudad de Bankass. Lo que se convierte en el ataque más letal en el país desde las revueltas de 2012.
Según los sobrevivientes los atacantes aparecieron en su aldea cerca de las cuatro de la mañana, vestidos a la usanza de los Dogons, con fusiles y machetes dando comienzo a la matanza y la destrucción total de la aldea en la región de Mopti. También se confirmó un ataque similar contra la aldea de Wilingara, sin que se conociera el número de víctimas.
Según distintas fuentes señalan que la matanza, se habría producido en venganza por el ataque perpetrado el domingo 17 por el Jama’at Nasr al-Islam wal Muslimin (Grupo Apoyo al Islam y los musulmanes), filial de al-Qaeda en el Sahel, que asaltó la base militar de Diouram, cercana a Mopti, ataque que dejó 23 efectivos del ejército muertos.
El ataque contra la aldea Ogossagou, es un calco del producido el primero de enero de este año cuando hombres de Dan Na Ambassagou atacaron la aldea peuhl de Koulogon en la región de Mopti asesinado a 37 miembros de la etnia.
Se conoció en horas del domingo, tras una reunión de emergencia convocada por el presidente Ibrahim Boubacar Keita, se ordenó la baja de tres altos jefes militares que se creen serian que el jefe del Estado Mayor, M’Bemba Moussa Keita, y los jefes del Ejército y la Fuerza Aérea, además de la inmediata disolución de la milicia Dan Na Ambassagou, responsables de la matanza.
Según un informe de la oficina de la ONU para la infancia (UNICEF) «los niños están pagando un pesado precio por la intensificación de la violencia» y que «la creciente inseguridad desde 2017 ha dejado como consecuencia un aumento en el número de asesinatos y en el reclutamiento de niños», por las diferentes milicias que operan en el país.
De la guerra por la tierra a la guerra por Dios.
Si bien históricamente los peuhls y los dogon estuvieron enfrentados por las tierras de cultivo y pastoreo desde la aparición de los grupos fundamentalistas vinculados tanto al al-Qaeda, como al Daesh, en los últimos años esa grieta se profundizó por el trabajo militantes de clérigos wahabitas que han trabajado en las antiguas rivalidades étnicas tanto en Mali, como en Burkina Faso y Níger, para conseguir que en vastas extensiones de esos países se conviertan literalmente en ingobernables, para expandir su dominio y lograr el reclutamiento de miles de jóvenes que sin otro destino solo les queda optar por el exilio económico o la guerra «santa».
En diciembre pasado, un informe de Human Rights Watch advirtió que «los asesinatos de civiles por parte de milicianos en el centro y el norte de Malí están fuera de control». Y que es el grupo Dan Na Ambassagou los responsables de la mayoría de esas matanzas, por lo que HRW, reclamó a Bamako que detenga las acciones de sus aliados.
Al tiempo que en barrios como Dialakorobougou, a las afueras de Bamako, están llegando familias enteras de peuhls procedentes de la región de Mopti, en búsqueda de refugio huyendo de la violencia de los Dogons y sus cazadores cómplices del Ejército, mientras que en, Mamadou, Togo, el jefe de la milicia Dogon, denuncia a los peuhl como terroristas por lo que reclama el derecho de su tribu a defenderse.
Para agregar más frentes a esta guerra de múltiples contendientes en mayo del año pasado los peuhl crearon r un grupo de autodefensa llamado Alliance pour le Salut au Sahel (Alianza para la Salvación del Sahel, ASS), que en pie de guerra desafía a los Dan Na Ambassagou en las áreas de Douentza, Bandiagara, Koro y Djenné.
En el marco de la violencia que vive el país a lo largo de 2018, se descubrieron al menos 50 cadáveres de miembros de la tribu peuhl enterrados en fosas comunes, asesinados tras el paso de unidades del Ejército, en ejecución extrajudicial por parte de soldados del ejército malí integrados en la unidad militar del G5 Sahel, una fuerzas militar constituida por tropas de los ejércitos de Mali, juntos a los de Burkina Faso, Chad, Mauritania y Níger.
Si bien es cierto que muchos miembros de la etnia Peuhl, se han involucrado con organizaciones terroristas, en esos grupos también hombres dogon, bambaras, tuaregs y songhays.
Muchos de los peuhl que adhirieron al extremismo religioso, lo hicieron siguiendo los pasos de Amadou Kouffa, el imam de Mopti, líder del Frente de Liberación de Macina, uno de los grupos integrados a Jama’at Nasr al-Islam wal Muslimin, creado en marzo de 2017 junto a al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), Ansar Dine, el Movimiento Unicidad para la Yihad en el África Occidental (MUJAO) y al-Mourabitoun.
La crítica situación de Mali, tiende a agravarse, a pesar de la presencia de los 4500 militares franceses de la operación Barkhane, el número no revelado de tropa norteamericana que opera junto a la frontera con Níger, además de la MINUSMA y los hombres del G5 Sahel, no pueden contener las acciones terroristas que sin duda con la llegada de nuevos militantes provenientes de Libia, Egipto y tras la definitiva derrota del Daesh en Siria, convierten a Mali, en un nuevo Vietnam para occidente.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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