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Entrevista a Rubén Laufer, investigador y docente de la UBA, a 100 años de la fundación del Partido Comunista Chino

«Mao decía que China era roja pero podía convertirse en blanca»

Fuentes: Rebelión

M.H.: Se cumplen 100 años de la fundación del Partido Comunista Chino. Un Estado socialista dirigido por la clase obrera y fundado en la alianza de obreros y campesinos. ¿Es así? 

R.L.: Este tema es muy trascendente porque efectivamente en días pasados ha habido una catarata de artículos y comentarios de toda índole, esto tiene que ver con el papel que ha adquirido China en el mundo, en la economía y la política mundiales.  

Pero yo creo que el entusiasmo por la China actual en muchos casos lleva a olvidar o a que se distorsionen los hechos históricos. En cuanto a China es más lo que no se dice que lo que se dice. Entre otras cosas creo que una de las cosas que no se dice es que el Partido Comunista de China fue una cosa hasta 1978, pero después se convirtió en otra cosa. Por ejemplo, las fotos que simbolizaban al PCC durante treinta años de socialismo mostraban a los dirigentes del partido y al propio Mao siempre acompañados del pueblo y los trabajadores, en cambio ahora es notable ver que los videos oficiales y propagandísticos del Partido muestran urbes modernas al estilo de Manhattan, con rascacielos y luces láser, pero los trabajadores que las construyeron no se muestran y en qué condiciones sociales y laborales las construyeron menos.  

Otros videos, como uno que resume cuatro mil años de China que curiosamente se saltea los 30 años del socialismo entre 1949, cuando triunfó la revolución, y 1978 cuando se dio la restauración del capitalismo con Deng Xiaoping. Se saltean primero el socialismo que fue la razón de ser de la fundación del Partido Comunista de China en 1921 y, segundo, que fue el período en el que se asentaron las bases del desarrollo productivo y tecnológico de la actualidad.  

Otra cosa que no se dice o se dice poco es que el PCC fue fundado con propósitos de revolución social para liberar al pueblo chino de tres mil años de opresión de los terratenientes feudales y para liberar a la nación china de un largo siglo de dominación por parte de todas las potencias: ingleses, franceses, alemanes, la Rusia zarista, Estados Unidos, etc. Y que para liberarlo, el partido encabezado por Mao Tse Tung encabezó a 450 millones de personas comunes, obreros, estudiantes, campesinos, intelectuales en tremendas guerras revolucionarias.  

Después contra la invasión japonesa, contra la tiranía de Chiang Kai Shek y del Kuomintang apoyado por EE UU. Y triunfó en 1949 y puso inmediatamente en marcha la reforma agraria. Destruyó el poder económico y social de los grandes terratenientes, eliminó los latifundios, redistribuyó las tierras y con eso sentó las bases para seguir la industrialización y la gran modernización que experimentó China en esos años.  

Yo creo que esa fue la gran obra del Partido Comunista de China. Sin eso, en mi opinión, China seguiría siendo hoy un país atrasado, despedazado por las grandes potencias, ni siquiera podríamos imaginarnos los extraordinarios avances económicos, industriales, agrícolas, científicos, tecnológicos que se gestaron durante 30 años de socialismo hasta 1978 y que en realidad son los que explican la China de hoy. 

M.H.: Pasemos de 1978 a 1979. Deng Xiaoping. 

R.L.: Del mismo modo que hago mis estudios creo que es necesario ir comparando permanentemente la China de hoy consigo misma, con la otra China, que fue China socialista. Por ejemplo, hoy hay muchos elogios a la China actual, se dice que los chinos o el Partido Comunista chino sacaron de la pobreza a cifras inverosímiles de personas, hasta 700 millones de personas. Sin bases científicas de conocimiento, pero hay una valoración de la China actual que intenta correr de la escena la obra histórica del período durante la China maoísta.  

El Partido Comunista de China con Mao promovió una profundísima reforma social. Durante esos años, centenares de millones de campesinos eran dueños de la tierra, de su trabajo, en general en forma de cooperativas, de comunas y en las ciudades las fábricas no eran propiedad privada de pocos, eran del Estado y las administraban consejos de obreros, técnicos, dirigentes. La gente común, del campo y la ciudad se dirigían a sí mismos en la propiedad y en la operación de los medios de producción de la riqueza social. Y, por lo tanto, se aseguraban a sí mismos lo que ellos llamaron “el tazón de hierro de arroz”, es decir, las garantías que tenían de alimentación, vivienda, vestido, de atención médica y escuelas gratuitas.  

En esa época China seguía siendo pobre en términos de Producto Bruto, como suelen medir los economistas, pero había eliminado lo principal de la miseria, la droga, la prostitución, las epidemias, estas son cosas que relatan muchos viajeros, inclusive muchos viajeros latinoamericanos.  

Parafraseando lo que suele decirse de países latinoamericanos, que somos ricos con gente pobre, yo creo que China en esos años de socialismo llegó a ser un país pobre con gente rica, no en términos de dinero, sino de necesidades básicas satisfechas. Cosa que no solo en los países latinoamericanos, sino en buena parte del mundo no sucede. 

Esto empezó a cambiar en la última parte del período socialista, en ese período tan discutido y polémico que fue la llamada “revolución cultural” y que un poco presagia ese cambio que se produce con Deng Xiaoping a fines de los 70.  

En los 60 tanto el PCC como Mao advirtieron que en China la burguesía, que todavía existía, intentaría restaurar el capitalismo, como ya había sucedido en la URSS nuevamente capitalista que se convirtió en potencia mundial y pasó a competir palmo a palmo con EE UU la hegemonía mundial. Por eso Mao decía que China era roja pero podía convertirse en blanca. 

Y en relación a la URSS por eso se preocuparon mucho por mantener la independencia de China y movilizaron a grandes masas de jóvenes y obreros a la Revolución cultural para que eso no sucediera, para que China no se volviera a convertir en un país capitalista que oprimía a su gran mayoría de trabajadores y no se transformara en un país expansivo que empezara a oprimir a otros países como había sucedido con la URSS.  

Por más que haya que criticar los excesos, la violencia que tiñó el proceso de la Revolución cultural, yo creo que la principal violencia era robarles a los trabajadores la tierra, la fábrica, las conquistas sociales que habían obtenido con tanto esfuerzo revolucionario y eso finalmente pasó.  

Pero no pasó con la Revolución cultural sino con las reformas capitalistas de Deng Xiaoping. La Revolución cultural fue derrotada, después de 1978 Deng restauró el capitalismo, se eliminaron las comunas rurales, se privatizaron las empresas estatales y el mismo Partido Comunista de China, que había construido esas medidas, esas estrategias como el tazón de hierro de arroz, las destruyó, le dio privilegios a las corporaciones chinas, a las corporaciones extranjeras y China se convirtió en una fábrica de pobres.  

China se convirtió en los años 80 y 90 en una verdadera fábrica de pobres y desocupados 

Hoy se habla mucho de la campaña contra la pobreza y la cantidad de gente que el gobierno de China sacó de la pobreza, pero en realidad hay grandes campañas contra la pobreza, que es una pobreza que no proviene de la explotación de las potencias extranjeras sino de la privatización de China.  

China se convirtió en los años 80 y 90 en una verdadera fábrica de pobres y desocupados. Se inventó el término de trabajadores migrantes para referirse a cientos de millones de personas salidas del campo, de las empresas rurales y las comunas disueltas, para ir a buscar trabajo, igual que pasaba en la propia Argentina en los 40. Se llenó de trabajadores explotados hasta el suicidio, como lo sucedido en la fábrica Foxcom en el 2010. Se llenó de represión como se vio en 1989 cuando por primera vez el Ejército Popular de Liberación que jamás había levantado las armas y menos contra el pueblo, fue sacado a la calle para atacar al pueblo. Y se llenó de corrupción, las más altas esferas del Partido y del Estado. Hace algunos años la propia CEPAL rebelaba que aun cuando fueran enormes las inversiones de China en Venezuela, Ecuador, Brasil, la propia Argentina, el 95% de los capitales que salían hacia América Latina no venían a nuestros países y mucho menos a la producción, iban a paraísos fiscales como las Islas Caimán.  

Lo que se constituyó con Deng Xiaoping después de 1979 no es un socialismo con características chinas, es el viejo y conocido capitalismo, por más características chinas que tuviera.  

M.H.: El PCC cumplidos sus cien años ¿se volvió capitalista? 

R.L.: No. Yo creo que se volvió capitalista mucho antes de cumplir cien años, se volvió capitalista a fines de los 70 cuando cambió la naturaleza política de su dirección y la naturaleza social de los sectores que representaba. El cambio de naturaleza del partido yo creo que tuvo dos momentos de salto, uno es a fines de los 70 que es el que mencioné recién. Otro fue en los 90, bajo la presidencia del Partido y del Estado por Jiang Zemin se estableció la llamada “triple integración” y con ella se promovió la incorporación de los empresarios al PCC, lo cual significó en la práctica la proyección de los jefes de las grandes corporaciones industriales y bancarias a la propia dirección del Partido y del Estado. Es decir, el PCC que ya había cambiado de color, profundizó en los 90 su cambio de color, naturaleza y cambió todo. Cambió su rol dentro del país y el rol de China en el mundo. Todo cambió, la estrategia de auto sostenimiento que era tan característica de la China maoísta, se convirtió en una política de succión de recursos naturales de otros países del mundo, entre ellos los nuestros, del petróleo de Venezuela y Ecuador, del cobre de Perú y Chile, la soja argentina. Lo mismo pasa con muchos países africanos.  

Lo que fue la línea de apoyo de la China socialista a los países del Tercer Mundo en la época en que la propia China se consideraba parte y que su destino estaba ligado a la lucha de los países del Tercer Mundo por su emancipación de la opresión colonialista. Se transformó después de los 70/80 en una puja, un tironeo de repartos de influencias y la puja por un mundo que la dirigencia china llama ahora “multipolar”, un mundo con muchos polos de los cuales la propia China pueda pujar por el reparto de zonas de influencia, de zonas de inversión, de zonas comerciales, etc.  

Lo que fue la ideología del derecho a rebelarse que impregnaba el período socialista, se transformó, para decirlo en una palabra, en Confucio, en la ideología feudal de la subordinación social. Como nos llegaría hacia el futuro a través del discípulo de Confucio, Mencio, que sostenía las llamadas tres subordinaciones, de la esposa al esposo, del siervo al señor y del gobernado al gobernante. 

Y lo que fue de las conquistas sociales también se transformó, la vivienda se transformó en una cosa carísima e inaccesible. Incluso pese a la existencia de verdaderas ciudades fantasma, ciudades enteras que fueron construidas a partir de los 2000 y especialmente luego del 2008 como una vía de canalización de capitales excedentes, una forma especulativa de inversión; pero en las que no vive nadie.  

La educación se transformó de un instrumento de formación de los trabajadores, en un bien de ascenso social, en una cosa cara y exclusiva solo para los que pueden pagarla. Cambió la naturaleza de la pobreza, ya no es ahora la vieja condición de un pueblo oprimido por siglos por las potencias extranjeras, sino que ahora está el resultado de lo que fue la privatización de China, como sucedió aquí luego del período menemista que muchos recordamos, donde esas privatizaciones significaron el hambre de millones.  

Y así apareció lo que la dirigencia actual, especialmente con Xi Jinping llama o considera “el sueño chino” que ya no es el sueño de 1949 cuando en el acto de proclamación del gobierno popular Mao Tse Tung dijo aquella frase famosa en la que afirmaba que el pueblo chino se había puesto de pie contra la dominación extranjera, de ese puñado de dueños del país que eran los grandes terratenientes. Ahora apareció este sueño, que en el propio discurso en el que Xi Jinping celebró los cien años del Partido, calificó a ese sueño como el de la revitalización nacional de China, que creo que con la actual dirigencia, es en realidad el sueño del gran empresariado chino de transformar a China en la gran potencia, en todos los órdenes del presente: tecnológico, militar y económico.  

Me parece que hay un cambio inclusive de tono con Xi Jinping. Muchos recuerdan que Deng Xiaoping en los 80 había proclamado la consigna que encuadraba las estrategias mundiales del Estado de China en una línea de prudencia, “esconde tu fuerza, aguarda tu momento”. Yo creo que con Xi con la gran burguesía monopolista de China consideran llegado el momento.  

Tal vez la mayor materialización de ese cambio se grafica en la famosa iniciativa de la Franja y la Ruta, la nueva Ruta de la seda, una iniciativa realmente faraónica, que no solamente proyecta a todas las corporaciones chinas a todo el mundo, sino que rebela la trascendencia estratégica que tiene para esa dirigencia el hecho de haber sido incorporada como objetivo estratégico a las dos Constituciones, tanto a la del propio PCC como a la Constitución del Estado.  

Y entonces ahí vienen todas las políticas que van forjando una base material referida a la proyección mundial de esta iniciativa y al logro de la misma. Se multiplicó desde el ascenso de Xi Jinping a fines de 2012/3 la centralización del poder político en el propio aparato del PCC, su extrema verticalización. Pusieron mucho el acento en la intensificación o fortalecimiento del mercado interno, de ahí viene la estrategia actual de la llamada doble circulación que intenta resolver los problemas de la sobre producción y los problemas de la caída o la baja del consumo.  

Y viene también hacia afuera la política exterior muy nacionalista, hoy se llama “asertiva” en relación a terminar con los intentos independentistas de lo que sigue siendo una provincia robada a China en el período revolucionario que es Taiwán, la represión al movimiento de reclamos democráticos en Hong Kong, las políticas para favorecer las posiciones y contrarrestar los reclamos de los países vecinos sobre el Mar de China. El rechazo a las denuncias interesadas de las otras potencias, del trabajo servil en la provincia occidental de Xinjiang, etc. Es decir, se utiliza todo el poderío del Estado a nivel mundial para avanzar en posiciones, en relaciones comerciales, inversiones en muchos países del mundo y principalmente para asociar a las corporaciones financieras y tecnológicas, por un lado con las burguesías monopolistas de Europa, pero también con las propias clases dirigentes de países como los nuestros, cosa que los chinos hacen para asegurar su propia seguridad alimentaria, su propia seguridad energética, aun a costa de reforzar la dependencia, el atraso industrial de nuestros países, etc.  

Creo que sí ha habido un cambio notable en la naturaleza del PCC. A nosotros, no debería sorprendernos tanto porque fenómenos bastante parecidos ocurrieron con los partidos de arraigo popular que hemos tenido en la Argentina, como el Radicalismo que después de la dictadura, en el período de Alfonsín, prácticamente cambió su naturaleza, lo mismo con el Peronismo con Menem. Eso es lo más significativo que podemos registrar respecto de los cambios del PCC a lo largo de la historia.  

Me gustaría agradecerte doblemente la invitación a hablar de este tema, porque es tan sistemática y profunda, no solo en Argentina y América Latina sino también en algunos otros países grandes como los europeos, pero particularmente en países de nuestra región, es tan poderosa la presencia interna de intereses asociados a China, que yo creo que en las últimas dos décadas se fueron desarrollando sectores internos, gubernamentales, de los partidos políticos, empresariales, académicos, periodísticos ya con múltiples compromisos de toda índole en relación a los intereses chinos.  

Esto tampoco debería sorprendernos, los hubo en la época de la relación privilegiada con Inglaterra, en la época de la profunda penetración de intereses norteamericanos después de la Segunda guerra mundial, en los 60. Por lo tanto este es un proceso que ya debería ser conocido pero no por eso es menos importante, a veces más importante de señalar porque China llega con el prestigio de las conquistas sociales logradas por el socialismo, el gran desarrollo del cual el Partido Comunista fue base como describimos recién, de modo que es importante tamizar esta verdadera catarata de artículos y comentarios vinculados a los 100 años del PCC a la luz del nuevo rol que desde hace varias décadas China ejerce en la región y también dentro de la Argentina.