El 9 de setiembre se cumplieron 48 años de la muerte, a los 82 años, de Mao Zedong o Mao Tse-tung (nacido el 26 de diciembre de 1893), líder histórico de la revolución china, principal fundador de la República Popular China (1949), presidente del Partido Comunista Chino y presidente del país desde 1949 a 1973.
Su pensamiento y orientación político-ideológica generó la corriente marxista conocida como el «maoísmo», con gran influencia internacional sobre sectores de izquierda y partidos comunistas.
Como anticipo del libro de próxima aparición “China vs EE UU” publicamos una entrevista a Rubén Laufer, docente de grado y posgrado e investigador en la Universidad de Buenos Aires.
M.H.- ¿Qué podemos decir sobre Mao Tsetung? Y ¿qué se puede decir acerca de la realidad actual de China en relación con las bases que estableció este líder político?
R.L.- Mao Tsetung fue un revolucionario y una gran personalidad del siglo XX. Fue uno de los fundadores del Partido Comunista de China en 1921, y condujo al pueblo chino al triunfo de la revolución que llamaba de “nueva democracia” en 1949, después de 25 largos años de guerra popular, de guerras contra la ocupación del imperialismo japonés, y de guerra contra los llamados “nacionalistas” de Chiang Kaishek respaldados con aviones y armamento norteamericanos, en tiempos en que EE UU, que acababa de triunfar en la Segunda Guerra Mundial, anhelaba reemplazar el dominio japonés por el de Washington.
El triunfo de la Revolución China en 1949 significó la liberación del país más poblado de la tierra. Por entonces China tenía 500 millones de habitantes (equivalente a 10 veces la población actual de la Argentina). Esa enorme masa de población, sobre todo de campesinos, aunque entre las clases trabajadoras había también una minoría de obreros, ya no sería explotada, como lo había sido, por los terratenientes y por las potencias extranjeras. Se crearon las condiciones para que el pueblo chino pudiera iniciar la construcción de la sociedad socialista, porque la revolución eliminó el latifundio, repartió las tierras, y construyó industrias no solamente en las ciudades, sino también en el campo, una cosa inédita en los países llamados del “Tercer Mundo” en ese entonces. La Revolución resolvió problemas históricos como la desocupación y el hambre, y creó, desde cero, un sistema público de educación y de salud.
Todo eso lo hizo en base a una política de independencia y auto sostenimiento, cosa que América Latina no logró aún hoy. Por eso, en síntesis, Mao fue uno de los hombres que más hizo por los explotados y por los oprimidos del mundo.
Con Deng Xiaoping, China cambió de color
M.H.- ¿Qué tiene que ver Mao con la China de hoy?
R.L.- En realidad la China de hoy es el negativo de la China de Mao. Mao hizo numerosos aportes, empezando por el triunfo de esa gran revolución de masas. Un segundo gran aporte fue en los 50-60 cuando, a partir de desentrañar las causas profundas de la restauración del capitalismo en la Unión Soviética y encabezando la lucha política contra ese fenómeno -que no solamente existía en el entonces llamado “campo socialista” en general, sino también dentro de la propia China-, Mao develó que el socialismo es un período históricamente largo, ya que al derrocar el capitalismo no se trata de cambiar una forma de explotación por otra, sino de construir una sociedad sin explotación y sin clases.
A partir del estudio de la experiencia soviética, Mao y una parte de los dirigentes del PCCh determinaron que durante todo el período de la construcción socialista sigue habiendo clases sociales y sigue habiendo lucha de clases; que esa lucha era bidireccional y no unidireccional hacia el socialismo ni hacia la sociedad sin clases, como creía la dirigencia soviética. Que durante todo ese período habría lucha entre los dos caminos, el camino del socialismo y el camino del capitalismo, y que según qué medidas y qué políticas se adoptaran, se avanzaría en una dirección -hacia adelante, hacia la profundización del socialismo- o se retrocedería hacia el capitalismo.
Mao señaló que, con la revolución, en China se había logrado transformar la base económica, pero que seguía existiendo -e iban a existir por mucho tiempo- instituciones, relaciones laborales, normas y hasta costumbres burguesas e incluso feudales como eran las de Confucio, tan elogiadas y tomadas como bandera ideológica en la sociedad china actual (de allí la creación de Institutos Confucio en todo el mundo).
Para Mao era necesario cambiar esas ideas, instituciones, normas, etc., para hacerlas concordar con la base económica socialista. Sin embargo, muchos otros dirigentes del Partido y del Estado no querían avanzar en ese camino; especialmente algunos que se habían sumado a la lucha revolucionaria para lograr la independencia y para constituirse en una nueva burguesía aprovechándose del trabajo de las mayorías. Este fue el origen de la famosa “Revolución Cultural” -como se la suele llamar abreviando su nombre completo: la Gran Revolución Cultural Proletaria-, lanzada en 1966.
Fue una revolución inédita, porque se llevó a cabo dentro mismo del proceso revolucionario que había triunfado en 1949. En ella, millones de personas criticaron y lucharon contra la vieja y contra la nueva burguesía atrincherada en la propia dirigencia del Estado y del Partido Comunista de China. Después del triunfo de la Revolución no se trataba sólo de dirigir la construcción económica -lo que ya era bastante difícil y complicado en un país tan pobre y atrasado como China-, sino también había que dirigir sucesivas revoluciones durante el socialismo, necesarias, por un lado, para que los trabajadores fueran cada vez más dueños efectivos de la economía, de la política y de la sociedad y, por el otro, y fundamentalmente, para que no se formara otra minoría explotadora que terminara apropiándose de las conquistas del pueblo y restableciera el capitalismo. Esto último fue lo que finalmente sucedió en 1978, al imponerse la corriente partidaria de Deng Xiaoping.
Derrota del socialismo y restauración capitalista
La Gran Revolución Cultural Proletaria duró 10 años. Mao decía que eso no sería suficiente, que probablemente debería haber otras “revoluciones culturales” en el futuro. Eso terminó luego con el triunfo de la facción seguidora del camino capitalista encabezada por Deng Xiaoping.
Podríamos preguntarnos si eso significó el fracaso de Mao. Creo que no fracasó: en realidad primero triunfó, pero en la práctica durante la mayor parte del proceso revolucionario estuvo en minoría, y finalmente fue derrotado. Esto no es lo mismo que fracasar.
En definitiva, después de 10 años de Revolución Cultural se impusieron los llamados “seguidores del camino capitalista”. Se impuso Deng Xiaoping, que llevó a cabo las reformas que darían curso y forma a la China actual. Un país que evidencia un enorme desarrollo económico, pero que ya no es un desarrollo socialista -es decir con las clases trabajadoras ejerciendo efectivamente el poder-, sino un desarrollo capitalista, es decir, en beneficio de una minoría burguesa de empresarios e intelectuales, y a costa de las mayorías trabajadoras, de su trabajo, y de su situación social.
China cambió de color. El PCCh dejó de ser un partido comunista a fines de los 70, y China dejó de considerarse un país del Tercer Mundo, como siempre se había considerado en el período de Mao. Surgió y se empoderó una nueva burguesía que, como todos saben, creó Zonas Económicas Exclusivas con privilegios para las corporaciones extranjeras y nacionales, y después pasó a expandirse hacia afuera con el llamado “Go out”. El estado chino adhirió activamente a la globalización imperialista, y terminó proponiendo a EE UU mantener las llamadas “nuevas relaciones entre grandes potencias”. China dejó de considerarse un país de Tercer Mundo, y pasó a batallar en el mismo plano con otras potencias imperialistas como EE UU, la UE, Rusia, etc.
El abandono de las políticas y de la línea de Mao por Deng Xiaoping es en buena parte responsable de la realidad del mundo actual, incluida la derechización ideológica que tanto se ve en todo el mundo, en Europa, en EE UU, incluso en América Latina. Y también es parte protagónica de las tan frecuentes y reiteradas crisis de los últimos años en el sistema capitalista-imperialista, que en alguna época histórica fue progresista respecto del feudalismo, pero que después se transformó en parasitario. China pasó a padecer y a exhibir los mismos rasgos que las otras grandes potencias del presente: la sobreproducción, la necesidad de apoderarse de recursos de otros países, a veces por las buenas, otras por las menos buenas, y probablemente en un futuro será por las malas.
En ese sentido la China actual es la completa negación del período maoísta.
Quiero destacar mi agradecimiento por esta entrevista. No es muy frecuente que se hable de estos temas y, con el auge de la China capitalista actual, tanto la figura de Mao como los logros de la enorme revolución triunfante en 1949 son barridos prolijamente bajo la alfombra, no solamente por los gobiernos, la “academia” y la prensa de las grandes potencias de Occidente, sino principalmente por la dirigencia actual de China y por muchos que admiran la China de hoy y olvidan, o no estudian, o esconden, las grandes realizaciones de los años del socialismo entre 1949 y 1978.
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