La nueva ola de violencia entre musulmanes y budistas registrada en el oeste de Birmania ha desplazado a más de 26.000 personas, según Naciones Unidas, que está preocupada por la falta de recursos para poder ayudarlos. Tras varias semanas de cierta calma en el Estado de Rajín, que está bajo estado de emergencia desde los […]
La nueva ola de violencia entre musulmanes y budistas registrada en el oeste de Birmania ha desplazado a más de 26.000 personas, según Naciones Unidas, que está preocupada por la falta de recursos para poder ayudarlos.
Tras varias semanas de cierta calma en el Estado de Rajín, que está bajo estado de emergencia desde los primeros enfrentamientos registrados en junio, surgió un nuevo brote de violencia entre budistas de la etnia rajín y los rohingyas, una minoría musulmana apátrida considerada por la ONU como una de las poblaciones más perseguidas del planeta.
El nuevo brote de violencia ha dejado más de 80 muertos, 22.587 desplazados y 4.655 viviendas destruidas, dijo este domingo a la AFP el jefe de la ONU en Rangún, Ashok Nigam, antes de advertir de que el balance puede empeorar.
La mayoría de los desplazados son musulmanes y están cerca de sus pueblos destruidos.
Aunque varios miles llegaron por barco a Sittwe. Si se suman estos ‘boat people’, el número total de desplazados es de unos 26.000, dijo este domingo el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Centenares de ellos se encuentran en una playa al exterior de Sittwe, constató una periodista de la AFP. Como Cho Cho, musulmana de 28 años, que llegó de Kyaukphyu, más al sur. «Nuestra casa ardió. Mi hijo fue asesinado. Mi marido también. Por favor, mátennos a todos», dice desesperada con un bebé en los brazos.
«No tengo ninguna esperanza. No tenemos nada. Es como perder la vida entera», dice Hla Win, desplazado de 27 años.
Unas 75.000 personas fueron desplazadas en el primer brote de violencia en junio, principalmente rohingyas que viven en condiciones de pobreza extrema en las afueras de Sittwe en campos donde carecen de comida y cuidados.
Las autoridades empezaron a llevar abrigo y comida, dijo Zaw Htay, de la oficina del presidente Thein Sein, que señaló que la violencia estalló en lugares «inesperados».
En Minbya, una de las comunas afectadas por la violencia esta semana, más de 4.000 personas han sido desplazadas, según la policía local.
Se han desplegado fuerzas de seguridad para evitar nuevos brotes de violencia.
La policía y el ejército se han interpuesto «entre los musulmanes y los rajines», dijo el responsable de la policía en Minbya.
Pese a todo, después de dos días de tranquilidad precaria, se registraron nuevos incidentes en Pauktaw, una de las comunas afectadas, donde fueron incendiadas centenares de viviendas, según un responsable rajín.
Estos nuevos enfrentamientos preocupan a la comunidad internacional, que teme que pongan en peligro el proceso de reformas emprendido por el presidente Thein Sein tras la disolución de la junta militar en marzo de 2011.
Desde junio, han muerto 170 personas, según un balance que probablemente no refleja toda la realidad en Birmania.
Pero los rohingyas no son las únicas víctimas musulmanas de los últimos acontecimientos, dice Chris Lewa, de la ONG The Arakan Project, que defiende los derechos de los rohingyas. «No sólo los rohingyas son blanco, sino los musulmanes en general y, particularmente, los kamans, que son una minoría reconocida que tienen la ciudadanía», dijo.
Muchos kamans se encuentran entre los centenares de desplazados llegados a la playa de Sittwe. «No somos rohingyas», dice Aye Kyaw, de 30 años. «Queremos que nos protejan», concluyó.