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Más que vacunas

Fuentes: Observatorio de la Política China

Aunque a algunas personas pueda sorprenderle, en realidad, no es ni mucho menos extraño que China, a día de hoy, pueda destacarse como uno de los pocos países en el mundo con capacidad para concebir y producir vacunas contra la Covid-19. Y progresivamente, a una escala que no admite comparación.

En la actualidad, los laboratorios CanSino, Sinopharm y Sinovac producen cuatro vacunas comercializadas en numerosos países, adoptando cinco enfoques tecnológicos diferentes. Al mismo tiempo, está llevando a cabo los ensayos clínicos de 17 vacunas más, y siete de ellas están en la fase 3.

Pero no hay nada misterioso en todo esto. Los avances científicos de China en materia de salud no son un hecho aislado. Por el contrario, son consecuencia de un enorme esfuerzo económico, político y social por restaurar, también en esto, el potencial histórico del país. Cabe recordar como el bioquímico británico Joseph Needham –conocido en China como Li Yuese- necesitó nada menos que 15 tomos para inventariar los aportes científicos de China a la civilización humana en su monumental obra Science and Civilization in China. Como también, más contemporáneamente, la formulación de las cuatro modernizaciones, incluyendo la ciencia y la tecnología, determinó una visión de la recuperación del país asociada al desarrollo científico y tecnológico. No es que ahora China quiera librar una batalla por la influencia, según unos, o por la hegemonía global, según otros, utilizando la tecnología como trampolín. Lo que en realidad atestiguamos es la consecuencia de un ejercicio de continuidad histórica que cabría remontar incluso a varios siglos atrás.

China es hoy una potencia que exhibe sus avances científicos en todos los órdenes. No hay día que no surja una información aquí o allá relativa a un descubrimiento, la creación de nuevas infraestructuras en este campo (como el reciente centro nacional de innovación tecnológica) o al incremento de los compromisos financieros. El gasto chino en I+D ascendió en 2020 a 372.000 millones de dólares y en investigación básica casi duplicó la cantidad de 2015. En el transcurso del XIII Plan Quinquenal la tasa media de crecimiento anual fue del 16,9 por ciento. La posición de China en el Índice Global de Innovación, publicado por la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual), pasó del número 29 en 2015 a la 14 en 2020. Sus universidades de investigación escalan posiciones con rapidez en los rankings globales. Todo hace pensar que ese enorme esfuerzo se mantendrá en los próximos años.

En el transcurso del XIV Plan Quinquenal, que será aprobado estos días en Beijing en el marco de las lianghui, el país implementará una serie de importantes proyectos prospectivos y estratégicos a nivel nacional sobre ciencia y tecnología en campos de vanguardia como la inteligencia artificial, la información cuántica, los circuitos integrados, la vida y la salud, la ciencia del cerebro, las tecnologías genéticas y la medicina clínica.

En otro ámbito, los logros de los científicos e ingenieros espaciales chinos ya no pueden ser obviados. Este año, la construcción de la estación espacial entrará en una etapa decisiva, un objetivo que se suma al éxito de la misión lunar o a Marte con la sonda Tianwen-1.

Los avances científicos están contribuyendo a la vitalidad del desarrollo de alta calidad. Y esto afecta tanto a la economía inteligente o la digitalización industrial como a la mejora de la calidad de vida de las personas o la gestión general de la salud como asimismo a un formato educativo multinivel que proporciona talentos con altas capacidades para las diferentes áreas.

En pocos años y con presupuestos y capacidades limitadas en comparación con los países más desarrollados, ha sido mucho lo logrado, alcanzando en un lapso breve lo que a otros les costó décadas de esfuerzo. China, por ejemplo, ha superado a EEUU en número de robots operativos; produce el doble de vehículos que Japón y EEUU juntos, cuenta con casi mil millones de usuarios de Internet (el triple que EEUU); está en el segundo puesto en inteligencia artificial a nivel mundial pero invierte en ella el doble que EEUU; o es la primera economía digital del mundo con un volumen de pagos 20.000 veces superior al de EEUU…

Todos estos elementos ayudan a comprender la fiabilidad y calidad de su producción en todos los ámbitos. Sus vacunas se han ensayado más allá de sus fronteras, en países de varios continentes, y pese al interesado recelo de algunos, se abren paso en cada vez más latitudes. De esta forma, China no solo reduce la dependencia sino que ofrece una alternativa a terceros.

La cooperación es una constante en las propuestas científicas chinas. Ya al inicio de la pandemia y cuando aun no se sabía a ciencia cierta la magnitud del problema al que el mundo se enfrentaba, China compartió la secuencia del genoma de la cepa del coronavirus, lo cual contribuyó de modo decisivo a sumar capacidades colaborativas en lo científico para contener y superar la enfermedad. Una emergencia de salud como la que vivimos, que ha supuesto la muerte para miles de personas en todo el mundo, bien merece la solidaridad, tal como ha reclamado el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, para evitar un catastrófico fracaso moral. Y la ciencia china, con sus enormes capacidades mejoradas, constituye un activo del que la humanidad no puede prescindir.

Fuente: https://politica-china.org/areas/sociedad/mas-que-vacunas