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«Mejor Trabajo» ¿para quién?

Fuentes: Labor Notes

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Con la mejor intención, la Oficina Internacional del Trabajo ha lanzado programas de «Mejor Trabajo» en diversos países en la esperanza de mejorar las duras condiciones de sufrimiento constante de los trabajadores de la vestimenta.

En términos familiares a todo veterano de los proyectos de administración laboral, la OIT – agencia especial de Naciones Unidas establecida en 1919 para encarar los problemas de los trabajadores – predice que se puede lograr alivio excluyendo conflictos e integrando a todos en un mismo equipo.

Hay proyectos de ‘Mejor Trabajo’ en Jordania, Vietnam y Haití; han sido basados en el modelo «Mejores fábricas en Camboya» (BFC) de una década de duración, pero con un ominoso nuevo giro – financiamiento del Banco Mundial, Jones Apparel, Sears, Wal-Mart, Levi Strauss, y muchos gobiernos de países ricos.

¿Quién puede imaginar que trabajadores que enfrentan dificultades increíblemente largas en la lucha por la autoorganización se beneficiarán con este proyecto? La respuesta de Camboya es «no lo harán.»

A mediados de septiembre un abogado camboyano de derechos laborales, Moeun Tola, testificó ante un panel de derechos humanos del Congreso de EE.UU. Su mensaje fue que las condiciones de trabajo en su país han «deteriorado fuertemente.»

La Unión Global de trabajadores de la vestimenta y de la industria textil señaló en un estudio reciente que los trabajadores camboyanos pasaron casi 25 días de trabajo en huelgas por bajos salarios en los primeros seis meses de 2006.

Los 48 trabajadores camboyanos de la vestimenta con los que hablé durante un viaje de investigación repitieron las mismas antiguas quejas sobre talleres de extrema explotación: paga por debajo del nivel de subsistencia, horas extra obligatorias, y jefes abusivos.

La ayuda a los dictadores es buena

Mejores fábricas en Camboya fue creada por el ex presidente Bill Clinton; aumentó la cuota de exportaciones de vestimenta a EE.UU. de ese país. A cambio, la industria tendría que someterse a inspecciones regulares de equipos de «auditoría social» de la OIT.

Aunque en general Clinton fue terrible en cuanto a derechos laborales globales, éste fue un momento esperanzador – por fin una apertura positiva para la OIT y su presupuesto anual de 900 millones de dólares.

La OIT ha sido utilizada desde hace tiempo por déspotas corruptos como Suharto en Indonesia, para dar a los dictadores un aura de respetabilidad mediante colaboraciones en conferencias y «declaraciones conjuntas» vacías de contenido sobre la importancia de proteger a los trabajadores.

Una brecha increíble existe entre la retórica autosatisfecha y la realidad. En 1989, pedí a la embajada de EE.UU. informaciones sobre estadísticas de cumplimiento de la ley laboral en Indonesia. Los inspectores encontraron más de 13.000 trasgresiones, y sólo 14 casos habían llegado al primer paso de investigación.

Pero incluso poca información es mejor que lo que suministra la OIT, o sea nada. Cifras semejantes simplemente no existen para ningún país en el sitio en Internet de la OIT.

Asesinatos de dirigentes sindicales

El objetivo de Clinton fue dar a Camboya un trozo de la torta de la subcontratación de vestimentas al extranjero. Las exportaciones de vestimenta de ese país a EE.UU. aumentaron de 3,7 millones de dólares en 1996 a 2.180 millones en 2006. Un cálculo afirma que 330.000 puestos de trabajo en la vestimenta afectan a cerca de un cuarto de la población de 9 millones de Camboya.

Aunque pueda ser agradable informar que una política de EE.UU. funcionó para ayudar a un país traumatizado y agotado por la guerra, es ingenuo no mirar bajo la superficie del sistema de producción de prendas de vestir que ayudamos a crear – y ver lo que su expansión significa para los trabajadores en todas partes.

Cuando el primer ministro camboyano Hun Sen consolidó el poder durante esta década, la violencia contra los huelguistas se hizo más común. Los dirigentes sindicales más agresivos y efectivos fueron abatidos a tiros en la calle. Uno de ellos, Chea Vichea, dio una entrevista poco antes de su muerte en 2004, en la que dijo: «La idea de la OIT es que no le gusta que los trabajadores se declaren en huelga. Le gusta que negocien. Pero en Camboya, si [los empleadores] no ven que los trabajadores son fuertes, no negocian. Es lo mismo en todas partes.»

El sindicato de Chea tenía 40.000 miembros en el sector de la vestimenta, pero el programa Mejores Fábricas en Camboya redujo su papel al de un pequeño eslabón en una maquinaria de relaciones industriales.

Es «lo mismo en todas partes» porque las marcas globales se abastecen en compañías de producción en Corea, Taiwán, o China. Esas compañías luego se establecen en Estados de un solo partido o donde no existe un partido de importancia favorable a los trabajadores. El gobierno de Hun Sen, sin embargo, comenzaba a sentir la presión de un partido políticamente potente, orientado hacia los trabajadores.

El hermano de Chea dice que el gobierno lo hizo matar. Alguien se acercó a Chea, que leía un periódico en un quiosco y le disparó en la cabeza y en el pecho.

«Auditoría social» o autoayuda

¿Cómo será «Mejor Trabajo» en países como Vietnam? El gobierno lo recibió bien, no cabe duda, cuando el programa se estableció durante la ola más grave de huelgas que haya habido en el país – más de 1.000 huelgas salvajes, que ocurrieron casi exclusivamente en fábricas orientadas a la exportación, de inversiones extranjeras.

Algo en el trabajo en las fábricas lleva a los trabajadores a decir «ya no lo toleraremos más» y a llamar a los gerentes a sentarse, dignamente, con sus representantes. Los gobiernos autocráticos ciertamente no quieren que se desarrolle un modelo semejante, para que no se propague a otras esferas.

Sin embargo existe un problema clave. Muchos trabajadores en el mundo en desarrollo casi no ven ejemplos de sindicatos que logren prestaciones o salarios más altos. Sindicatos oficiales alineados con partidos gobernantes, algunos controlados por ex oficiales militares, refuerzan su cinismo.

«Lo mismo en todas partes» también significa que la industria de la vestimenta pague cualquier ínfimo salario mínimo que sea exigido legalmente, y que la negociación colectiva simplemente no tenga lugar en ningún sitio aparte del puñado de empresas de vestimenta que quedan en los países ricos.

Y mientras los administradores en las fábricas de los proveedores y los funcionarios del gobierno local pueden afirmar ante los compradores de Nike y Gap que se respetan (de cierto modo) los derechos de los trabajadores a la libre asociación, han hecho todo lo que está dentro de su considerable control para impedir verdaderas negociaciones.

Con más fuerza, cierran fábricas en las que los trabajadores obtienen ventajas, como lo hicieron recientemente en Tailandia y en la República Dominicana.

De modo que el apoyo de la OIT a la «integración» en un ambiente semejante es peor que cuando simplemente se disimulan las fechorías de miles de fábricas de proveedores de las grandes marcas. Funciona para privar a los ciudadanos del mundo en desarrollo de un arma esencial en el arsenal de la resistencia, el sindicato independiente y agresivo.

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El libro de Jeff Ballinger: «Protests and the Corporate Response; Tiananmen to Seattle» fue publicado por la Universidad de Pisa. Es cofundador de No Sweat Apparel. Para contactos escriba a: [email protected]

Fuente: http://www.labornotes.org/2009/12/%E2%80%98better-work%E2%80%99-garment-workers-which-side-are-you

Rebelión ha publicado este artículo con permiso del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.