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Mensaje leído en la presentación de la revista Contrahistorias, en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Cuicuilco, 26 junio 2006

México: Presos, campañas y elecciones

Fuentes: La Jornada

Compañeros de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, de varios temas quiero hablar hoy con ustedes: la cárcel, la defensa de los presos de Atenco, la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y la otra campaña, la UNAM y las inminentes elecciones nacionales. 1. La cárcel Los compañeros presos están llevando una ardua lucha […]

Compañeros de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, de varios temas quiero hablar hoy con ustedes: la cárcel, la defensa de los presos de Atenco, la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y la otra campaña, la UNAM y las inminentes elecciones nacionales.

1. La cárcel

Los compañeros presos están llevando una ardua lucha por sus derechos, por sus ideas y por su libertad. Todo apoyo externo hacia esa lucha es significativo y bienvenido, tanto para los de adentro como para los de afuera, las dos dimensiones que el mundo adquiere cuando uno está preso. Como preso político del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz estuve seis años en la antigua cárcel de Lecumberri, entre 1966 y 1972, junto con muchos otros compañeros de organizaciones de izquierda y del movimiento de 1968. Hablo, pues, por experiencia vivida y por conocimiento recibido, desde mi primera e invariable adhesión al socialismo revolucionario, allá por 1944, el día en que el pueblo de París reconquistó, armas en mano, su ciudad sobre los invasores nazis.

Diré cinco puntos, que no por sabidos está demás repetir en estos días:

a) El primer territorio de defensa de los presos es la organización de su vida en la prisión. Es preciso ordenar la rutina de la vida cotidiana contra el mundo absurdo de la cárcel: el despertar, el dormir, el ejercicio, la conversación y la discusión, la cocina o el sencillo aderezo de la comida recibida, la convivencia, las noticias, la lectura y el estudio entre compañeros.

b) Es necesaria la relación más estable posible con los presos comunes. No puede ser una relación de intimidad, pero tampoco una de lejanía. La mayoría de ellos respeta a los presos políticos, muchos los ayudan y son solidarios. Es preciso establecer, desde el lado de acá, una relación de distancia y respeto con los guardianes: evitar entrar en conflicto, evitar entrar en confianza. Algunos de ellos pueden ser, sin demostrarlo mucho, humanos y hasta solidarios. Se trata de aprender a distinguirlos.

c) Hay que instalarse en la cárcel como en territorio propio, superar la ansiedad de esperar cada día la salida, vivir a fondo cada uno de esos días, muchos o pocos, como todos los días de la vida. Es preciso estudiar, aprender lo que otros saben y enseñar lo que uno puede. Es necesario el orden y hasta la pequeña belleza dentro de cada celda o espacio ocupado. En el año 2000, las compañeras presas del movimiento estudiantil de la UNAM hacían todo esto y habían armado unas celdas impecables, contra la dirección carcelaria que prefiere el desorden, la dejadez, la depresión. Es preciso recurrir a esa experiencia, así como a la de los compañeros del 68 y a la de tantos otros compañeros y compañeras que han pasado por cárceles mexicanas o latinoamericanas, a comenzar por los presos zapatistas.

d) El apoyo externo de familias y compañeros es indispensable e invalorable, cualquiera sea la forma que tome: visitas, libros, comidas, canciones, mensajes. La cárcel es una prueba de amistad, fraternidad y solidaridad. Junto a la lucha por la libertad, es necesaria una lucha tenaz y cotidiana por las condiciones dentro de la cárcel, la entrada y la amplitud de las visitas, el derecho a tener libros, televisores, radios, computadoras, utensilios de cocina, todo aquello que hace la vida cotidiana y que en la cárcel se comparte. Todo eso se había conquistado en la cárcel de Lecumberri ya en tiempos de Díaz Ordaz. No es posible aceptar que hoy ya no exista.

e) Ni la vida en la cárcel, ni la revolución, ni el movimiento social necesitan de héroes. El heroísmo proclamado suele ser un mecanismo de culpabilización de los demás, de quienes no somos héroes, sino nomás personas cotidianas. Los héroes verdaderos no saben que lo son y, por lo tanto, no lo andan proclamando. Entre las cosas del heroísmo inútil están las huelgas de hambre innecesarias. No tiene caso, apenas caído preso o presa, iniciar una huelga de hambre por la libertad. Existen antes otros caminos y otros métodos. La huelga de hambre es un método de lucha extremo, cuando ya no queda de otra, como los revolucionarios rusos en las infames prisiones de Stalin, los insurgentes irlandeses en las cárceles crueles de Margaret Thatcher o los presos de Bush en el espacio sin ley de Guantánamo. Como sucede con cualquier otro método de lucha, la huelga de hambre innecesaria desgasta al compañero y al movimiento y no hace mella al enemigo.

No vengo aquí a decir a nadie lo que tiene que hacer. Digo nomás que es preciso recurrir a la experiencia vivida, que entre nuestra gente mexicana las sucesivas generaciones y sus luchas han atesorado.

2. La defensa

Dos cosas aquí quiero anotar:

a) La defensa de los presos políticos es una tarea democrática. Como tal, es una tarea amplia, en la cual hay que incluir al mayor número disponible, voluntario y posible, cualesquiera sean sus ideas, creencias o posiciones sobre otros temas. Excluir de esa defensa a compañeras o compañeros porque se tienen posiciones divergentes o contrarias, o por sospechar que quieren sacar provecho de su participación, o por la diferencia política que sea, es sectarismo de lo peor. Es hacer de los presos la propiedad de cada grupo o capilla.

No estoy hablando de la situación actual, que a este respecto desconozco. Hablo de una larga experiencia nacional e internacional que una y otra vez reaparece, al igual que la grilla, al igual que las sectas, los poseídos y los iluminados. La defensa de los presos no es propiedad de nadie. Bienvenidos cuantos quieran organizarla en sus tiempos y a sus modos. Las puertas de la campaña por la libertad de los presos de Atenco están abiertas para quienquiera venga a sumarse, en lo que quiera y como pueda.

b) Los procesos contra los presos de Atenco no tienen ningún sustento jurídico. Cualquier juez honesto ya los habría puesto a todos en libertad. La tarea de los abogados es demostrarlo, y lo están haciendo. Tampoco tiene sustento jurídico la separación de los presos y el encierro de tres de ellos en una cárcel de alta seguridad. La defensa jurídica no sustituye ni perjudica a la defensa política. Una defensa legal con abogados capaces, coordinados y democráticos es indispensable para destruir en el terreno jurídico el montaje de los fiscales y los jueces. La mano que abre las puertas de las cárceles es la movilización y la defensa política, pero la llave necesaria para que esa mano lo haga es la defensa jurídica. No la descuidemos ni la menospreciemos. Respetemos a los abogados que nos defienden. También aquí en México hay una larga experiencia. Tengo entre mis recuerdos la solidaridad, la valentía y la destreza profesional de dos abogados que hace 40 años se la jugaron por nosotros: Carlos Fernández del Real y Guillermo Andrade.

3. La Sexta Declaración y la otra campaña

La revista Contrahistorias, que hoy presentamos, publica los comentarios de quienes estamos en esta mesa sobre la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Se trata de un documento razonado, vívido, con sustento teórico y escrito en el sencillo lenguaje de la experiencia. Dice las palabras que los políticos y los partidos institucionales niegan o eluden: explotación, despojo, racismo, represión, las cuatro patas reales del régimen capitalista en México y en el mundo, aunque las encubran las ideologías y las televisoras.

Sobre ese texto fundador el EZLN lanzó la otra campaña. Recogió en su trayecto múltiples voces y organizaciones de los pueblos que dijeron del dolor, el sufrimiento, la opresión, la explotación, y también del respeto a sí mismo y a los demás, de las luchas y sus motivos, sus deseos y sus objetivos.

Creo que ese memorial de agravios, ese paciente escuchar que ninguna otra organización emprendió con tal intención y envergadura, fue una iniciativa necesaria y un acto de audacia intelectual, esencial entre todas las audacias.

Creo que es preciso terminar esa tarea. De ella -no de los acuerdos de cúpula para después negociar con quienes ocupen cargos electivos- tendrá que surgir un documento que alcance a expresar esa realidad y sus demandas, como los 11 puntos iniciales de la rebelión de 1994 expresaron las de las comunidades indígenas sublevadas. Tendría que ser la forma programática de todo lo vivido y escuchado y dicho, las palabras que expresaran a la vez las luchas, los objetivos y los deseos de vida y libertad, de trabajo y disfrute, de fraternidad y respeto.

No sé cómo se podrá llegar a hacer ese documento, pero se está volviendo tan indispensable como la organización autónoma frente a las instituciones y a sus partidos. En este punto siento que entre el discurso teórico y político de la Sexta Declaración y la actividad organizativa de la otra campaña está existiendo desde finales de abril una disparidad. No soy adherente de la otra campaña, pero creo que puedo transmitirles mi preocupación.

La otra campaña se declara ya una organización, y tal vez lo sea. Pero lo que uno alcanza a ver es una sumatoria o una agregación de diversas organizaciones, más grandes o más pequeñas, cada una con sus propios fines, programas, creencias y lealtades internas, que se han colocado bajo el paraguas de la otra campaña y de la persona y la conducción del delegado Zero, pero poco comunican entre sí, si es que lo hacen.

Si en verdad se trata de una organización, es una frágil ligazón la que los une. Pueden converger para una u otra actividad. Pero la lucha revolucionaria no está hecha de la sucesión de las campañas y de la suma de los grupos, sino de la creación en las luchas del tejido social de ideas, lealtades, experiencias y confianza mutua por medio de la prueba, en el tiempo y en el territorio, de victorias, derrotas, fidelidades, fraternidades y solidaridades.

De lo que se trata, pienso, es de crear espacios de encuentro, grandes o pequeños, para las diversas luchas y organizaciones sociales, políticas y culturales que la iniciativa zapatista ha convocado y las que corren por otros caminos. Esos espacios no pueden ser una organización centralizada, sino el lugar de encuentro y coordinación de realidades, experiencias y memorias muy diversos. La organización no puede preceder al programa. Se van formando juntos, los une la experiencia y la fraternidad, brotan de la vida real que trascurre en lo mínimo y en los detalles. Esto ya existe en cada metro cuadrado de tierra mexicana.

Quien se proponga organizar ese universo en movimiento necesita flexibilidad y, sobre todo, ideas trabajadas entre todos, no consignas recibidas por ninguno. Necesita, además, aquello más durable de las tradiciones de lucha que nuestros ancestros nos han trasmitido: una indestructible tolerancia entre compañeros, el que está a nuestro lado y piensa diferente, el que quiere estarlo y aún no se decide, el que se alejó y quiere regresar.

4. La UNAM

Hablé de tolerancia y de fraternidad. Daré un ejemplo práctico de qué entiendo por tales palabras, desde mi pequeño espacio en la comunidad de trabajo, conocimiento y estudio de la UNAM. Los compañeros de la ENAH aquí presentes podrán perfectamente comprenderlo.

Compañero delegado Zero: vengo a pedir aquí que el auditorio Che Guevara nos sea devuelto a la comunidad universitaria. Defiendo un espacio público que es de la comunidad, no de uno o varios grupos cualesquiera sean sus ideas, motivos o razones para ocuparlo desde hace años. Pido simplemente respeto a un principio mínimo de universalidad.

Nuestra comunidad ha sido despojada del usufructo colectivo de un espacio, un bien común que debe ser de todos. Siendo de todos, quien tiene derecho o no a utilizarlo no puede ser decidido por uno o varios grupos de ocupantes ni tampoco por la sola voluntad de las autoridades. En uno y otro caso, es autoritarismo y exclusión. No sé quiénes son las personas que mantienen ese espacio público en su poder ni qué ideales o intereses los guían. Me da lo mismo: el Che Guevara no es de ellos, es de todos.

Compañero delegado Zero: ustedes han utilizado ese espacio, objeto de un despojo, para reuniones de la otra campaña. Entiendo, pues, que tienen buena relación con esas personas. Vengo a pedir dos cosas, a los compañeros de la otra campaña y a ti personalmente:

a) Que ya no acepten reunirse en ese auditorio arrebatado a la comunidad universitaria y no legitimen de ese modo el despojo. Son los sectores más reaccionarios quienes están felices con que el Che Guevara haya dejado de ser lo que antes era. No moverán un dedo para cambiar la situación.

b) Que la otra campaña, y tú personalmente, pidan a las personas que ocupan el Che Guevara que lo devuelvan a nuestra comunidad. Sugiero que esa devolución sea a una comisión de estudiantes, profesores y trabajadores elegida democráticamente por la comunidad de la Facultad de Filosofía y Letras; que esta comisión se haga cargo del uso y la administración del auditorio abierto a todos; y que vuelva a ser uno de nuestros grandes espacios públicos de discusión, de organización, de luchas, de cultura, de arte, de encuentros de todo tipo abierto a todos los cientos de miles de universitarios de la UNAM. Por eso lo llamamos Che Guevara.

5. Las elecciones

El próximo domingo 2 de julio tendremos las elecciones presidenciales. Tengo entendido que la otra campaña piensa convocar a una manifestación para ese día, a las 10 de la mañana, desde el Angel de la Independencia hasta el Zócalo. Tengo entendido también que entre el viernes 30 de junio y el sábado primero de julio, la otra campaña realizará una reunión plenaria donde se tomarán acuerdos sobre esa actividad.

Pido aquí que en esa plenaria decidan remplazar esa manifestación por otro tipo de actividad colectiva en un recinto preciso, donde no interfiera con quienes quieren ir a votar o no pueda ser tomada como pretexto para una provocación de cualquier tipo. No les propongo un repliegue, sino un cambio espacial de juego. Diré mis razones.

Como lo he dicho públicamente hace ya tiempo, no votaré el 2 de julio por ninguno de los candidatos presidenciales ni los de sus partidos. No necesito repetir aquí lo ya escrito. Los cinco candidatos se limitan a proponer modos diversos de administrar el orden neoliberal, según lo exige el Acuerdo de Chapultepec. Veo proyectos y propuestas improvisados e irrealizables. Escucho consignas, insultos y palabras vacías. Entonces, no les puedo creer. Pienso que es preciso mantener la propia independencia y no alimentar ídolos ni ilusiones para poder organizarnos cuando se venga lo que sin falta se ha de venir.

Pero sucede que la elección es vista por muchos como una posibilidad de cambio o de defensa. No se trata sólo de la disputa por el mando entre diferentes gestores del neoliberalismo. Por otro lado, el acto electoral condensa la expectativa, el deseo, la ilusión, lo que ustedes quieran, de una buena parte de la población que cree poder utilizar su voto como instrumento de cambio o de protección contra la derecha social, institucional y confesional. Muchos de esos que quieren votar son de los nuestros. Son aquellos que defendieron la rebelión de enero de 1994, los acuerdos de San Andrés, la Marcha del Color de la Tierra, la educación pública, y defienden hoy a los presos de Atenco sobre los cuales todos los candidatos callan.

Una cosa es no alimentar ilusiones y mantener la propia independencia de pensamiento y de acción. Otra es imponer a los demás, que creen o quieren hacer su propia experiencia, la convicción de uno. Es preciso comprender ese deseo, esa ansiedad diría yo, convencida o escéptica, que llevará a votar a tantos con quienes infaltablemente nos encontraremos del mismo lado en las luchas futuras. Que escuchen las razones de la otra campaña es una cosa; que lleguen a verla como un obstáculo autoritario a su experiencia y a su afán de hacer algo en la elección, es otra.

Compañeros de la otra campaña, compañero delegado Zero: no propongo silenciar verdades ni compartir ilusiones o ansiedades; pero nada hay que hacer en lo inmediato que separe en los hechos a la otra campaña de quienes están de este lado y lo estarán mañana cuando haya que enfrentar al gobierno neoliberal del color que nos toque. Es preciso comprender a quienes en verdad son de los nuestros y respetar su deseo actual de acudir a votar, para preparar desde ahora el encuentro futuro y no muy lejano.

Para eso, dos cosas son necesarias: mantener, decir y explicar la propia posición; y no hacer nada que parezca oponerse en los hechos a que los demás expresen la propia y hagan su experiencia por sí mismos.

Recordarán después palabra y actitud, cuando llegue la hora del encuentro.