Miles de personas que huyen de la nueva oleada de violencia entre budistas y musulmanes en el oeste de Birmania se dirigen hacia los ya sobrepoblados campos de refugiados de la capital del Estado de Rajín, Sittwe, informó este sábado Naciones Unidas a la AFP. Tras varias semanas de tranquilidad relativa en una región bajo […]
Miles de personas que huyen de la nueva oleada de violencia entre budistas y musulmanes en el oeste de Birmania se dirigen hacia los ya sobrepoblados campos de refugiados de la capital del Estado de Rajín, Sittwe, informó este sábado Naciones Unidas a la AFP.
Tras varias semanas de tranquilidad relativa en una región bajo estado de emergencia desde los primeros enfrentamientos de junio, la violencia surgió de nuevo entre budistas de la etnia rajín y los rohingyas, una minoría musulmana apátrida considerada por la ONU como una de las más perseguidas del planeta.
Según los medios de comunicación del Estado, desde el pasado domingo, 82 personas han perdido la vida y un centenar han resultado heridas. Cerca de 3.000 viviendas han sido incendiadas.
La organización no gubernamental Human Rights Watch teme que el balance «sea mucho mayor», según expresó la entidad en un comunicado, que se basa en declaraciones de testigos.
Por su parte, Amnesty International ha pedido que las «autoridades intervengan para proteger a todo el mundo y romper el ciclo de discriminación y violencia».
La nueva ola de enfrentamientos ha llevado a miles de personas a huir de nuevo. «Por el momento, tenemos conocimiento de 3.200 nuevos desplazados que han llegado a los campos y alrededores» que albergan a otros desplazados en Sittwe, dijo Vivian Tan, portavoz del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
«Otros 2.500 estarían en camino», agregó.
El viernes, el portavoz del gobierno rajín, Win Myaing, aseguró que 3.000 rohingyas habían llegado en barco a Sittwe, pero les prohibieron entrar en los campos de refugiados y fueron expulsados a una isla cercana.
La violencia intercomunitaria ha dejado más de 150 muertos desde junio en el Estado de Rajín y más de 75.000 desplazados.
Hartos de la atención que se da a la minoría musulmana perseguida de los rohingyas, los budistas de la etnia rajín han decidido hacer oír su voz, con tintes racistas.
«No tenemos derecho a hablar. Estamos marginados en la escena internacional», dice Oo Hla Saw, secretario general del Partido para el Desarrollo de las Nacionalidades Rajines (RNDP).
«Podemos vivir con todo tipo de gente, pero no con los musulmanes de aquí (…), que son como animales», dice U Ohattama, superior del monasterio Klak Kha Mout en Sittwe.
Muchos denuncian la presencia en «sus» tierras de 800.000 rohingyas, a los que ven como inmigrantes procedentes del vecino Bangladesh.
Y se rebelan contra la atención que concede la ONU y las ONG extranjeras desde hace años a esta minoría apátrida.
Los rohingyas están sometidos desde hace décadas a restricciones de desplazamiento, tienen acceso limitado a la educación y la salud y están condenados al trabajo forzado.
La comunidad rajín querría que el mundo se interesara por su propia suerte, ya que con el 44% de la población por debajo del umbral de pobreza, según un informe de la ONU publicado en 2011, el Estado Rajín es el segundo más pobre de Birmania, que a su vez es uno de los países más pobres del planeta.