Más de 700 mil millones de dólares en 2011 y una cifra casi similar para 2012, conforman el gasto militar de Estados Unidos, en medio de una fuerte crisis económica y política, ésta última debida a la congelación de las negociaciones entre demócratas y republicanos sobre el aumento del techo de la deuda. Con una […]
Más de 700 mil millones de dólares en 2011 y una cifra casi similar para 2012, conforman el gasto militar de Estados Unidos, en medio de una fuerte crisis económica y política, ésta última debida a la congelación de las negociaciones entre demócratas y republicanos sobre el aumento del techo de la deuda.
Con una desocupación oficial que supera el 9%, la más alta en la historia del país, y un intenso plan de recortes a los gastos sociales, la Casa Blanca parece no tener intenciones de hacer cambios profundos en lo que respecta a su poderío castrense.
Del presupuesto militar total de 2011 aprobado por el Parlamento por un monto total de 708 mil millones de dolares, 549 mil millones de ellos son destinados para la defensa nacional y los restantes 159 mil millones para las intervenciones militares en el extranjero, principalmente en Afganistán e Irak.
El presupuesto de este año tuvo un aumento del 3.4% con respecto al de 2010, en tanto que el de 2012 rondará los 671 mil millones de dólares.
Mientras el poder adquisitivo de los estadounidenses se desploma, con excepción del 10% más rico del país, en mayo pasado se conoció que Washington llevaba gastados 750 millones de dólares en la guerra de agresión contra Libia.
Por su parte, el secretario de la Fuerza Aérea estadounidense, Michael Donley, reconoció que la operación aérea contra territorio libio tiene un costo de 4 millones de dólares diarios.
En un informe reciente, el Centro para Valoraciones Estratégicas y Presupuestarias (CVEP) reveló que la zona de exclusión área en Libia aprobada por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas podría representar para Estados Unidos un gasto de entre 30 y 100 millones de dólares semanales.
Hasta el momento, los planes oficiales para activar la economía estadounidense tuvieron repercusiones casi nulas y el dinero de los contribuyentes sigue un destino concreto: del total de los impuestos recaudados, de cada dólar, 2 centavos van destinados a educación mientras que 26,5 fluye hacia el gasto militar.
En las negociaciones por el techo de la deuda, más allá de las posturas divergentes entre demócratas y republicanos, el tema militar no tuvo una presencia real.
Las intenciones de Obama son aumentar los impuestos a los más ricos y, de esta forma, aplacar el descontento de las capas medias que se llevan todo el peso de la crisis.
Siguiendo una postura histórica, los republicanos rechazan esta medida y proponen mayores recortes al gasto público, política que varios de sus gobernadores ya aplicaron en los estados de la Unión.
Pero ni demócratas ni republicanos muestran interés en cuestionar que Estados Unidos ostenta el 42,8% del gasto militar del mundo.
A la nación del norte le queda hasta el 2 de agosto próximo para decidir sobre el endeudamiento, que ya superó su límite, llegando a los 14.29 billones de dólares.
Analistas locales sostienen que pese a los duros cruces entre la Casa Blanca y la jefatura republicana parlamentaria, el acuerdo llegará a último minuto.
A su vez, el Fondo Monetario Internacional (FMI) reclamó seriedad en las negociaciones y vaticinó que si no se alcanza una postura común, Estados Unidos podría caer en una nueva recesión como la sufrida durante el último tramo de la administración de George W. Bush.
Según las previsiones, la deuda pública podría alcanzar el 99% del Producto Interno Bruto (PBI) en 2011 y 103% en 2012, algo similar a lo ocurrido en Grecia e Italia.
En estos dos casos, la salida fue el despido masivo de trabajadores públicos, la privatización de empresas estatales y el aumento de impuestos con el objetivo de salvar al sistema financiero.
Ante este panorama incierto, queda claro que Estados Unidos profundizará los recortes sociales y su presupuesto militar tendrá variaciones mínimas, más parecidas a un golpe de efecto que a descartar las guerras de agresión como política de Estado.