El resultado de la primera vuelta de las elecciones peruanas confirma una realidad que preocupa Washington. En América Latina desde hace años se asiste a un cambio en la correlación de fuerzas en prejuicio de la derecha. El fracaso a nivel continental de las políticas neoliberales contribuyó a elevar el nivel de conciencia politica de […]
El resultado de la primera  vuelta de las elecciones peruanas confirma una realidad que preocupa Washington.  En América Latina desde hace años se asiste a un cambio en la correlación de  fuerzas en prejuicio de la  derecha. El fracaso a nivel continental de las políticas  neoliberales contribuyó a elevar el nivel de conciencia politica de amplios  sectores populares.
Los pueblos saben lo que no  quieren. Condenan las agresiones imperiales, el saqueo de sus recursos  naturales, rechazan el ALCA. Pero el consenso entre las fuerzas progresistas  termina cuando se formula la inevitable pregunta: que  hacer?
Del Río Bravo a la Patagonia,  con raras excepciones, los latinoamericanos siguen pagando un elevado precio por  el funcionamiento de los mecanismos de instituciones de fachada democrática,  concebidas para servir a los intereses de las clases  dominantes.
Los pueblos tienen dificultad  en comprender que, por si sola, la elección de presidentes que se presentan con  programas anti-neoliberales y antiimperialistas no es garantía de políticas  orientadas a la transformación radical de sociedades sometidas al sistema de  poder impuesto por EE.UU. Las promesas electorales son casi siempre, no  solamente olvidadas, sino negadas por estrategias incompatibles con  ellas.
Todo indica que en el Perú  empezamos asistiendo a la repetición de un espectáculo bien  conocido.
Ollanta Humala, un ex oficial  del Ejército, fue el vencedor de la primera vuelta. Durante meses, la  candidatura de la derecha oligárquica, representada por Lourdes Flores, lideró  las encuestas. Pero perdió ímpetu en las ultimas semanas .Para la mayoría de los  27 millones de peruanos quedó claro que ella seria en la Casa de Pizarro el instrumento de una  politica de privatizaciones, una defensora del Tratado de Libre Comercio -TLC  con los EE UU, una dócil ejecutora de las exigencias de la Administración  Bush, del FMI y del Banco Mundial. La diferencia de votos-en el  momento en que escribo-entre ella y Alan Garcia es mínima Cualquiera de los dos  puede pasar a la segunda vuelta y enfrentar Ollanta Humala.  
La  Presidencia de Alan Garcia, en los años 80, dejó memoria por una  ola de escándalos de tal magnitud que fue forzado a dejar el país para no  enfrentar la Justicia.  Nunca respondió por los crímenes y la corrupción de que fue  responsable.
Ollanta Humala, para la  mayoría de los europeos, es una incógnita. Entre las fuerzas progresistas, sin  embargo, un sector importante ,sobre todo de jóvenes, identifica en él a un  revolucionario. Intelectuales con responsabilidades, en Francia, Italia y  España, ya lo compararon a Chavez, sugiriendo que, si es elegido, optará por una  politica bolivariana, de orientación claramente  antiimperialista.
Esos ejercicios de futurología  son, como mínimo, livianos.
El pasado de Ollanta Humala no  justifica el optimismo prematuro de admiradores que hace pocos meses desconocían  incluso su existencia. Se presentó como el candidato de los pobres y el  marketing de su campaña funcionó .
El discurso inflamado de  Ollanta y su tónica antiimperialista no apagan sin embargo la memoria del  pasado cuando ejerció como militar el comando de una guarnición en áreas  selváticas. La represión sobre los pobladores fue entonces enmarcada por actos  de barbarie.
El esfuerzo que desarrolla  para convencer al electorado progresista que Fidel y Chavez son para él  referencias en lo que se refiere a la defensa de la soberanía nacional, no  impresiona aquellos que ven con aprensión sus relaciones con gente que tiene  cuentas pendientes con la Justicia. Además  de apoyar a candidatos al Parlamento como Torres Caro, que fue un hombre de Fujimori y se  mueve en un mundo de negocios oscuros, atribuyó tareas de responsabilidad en su  campaña a hombres que trabajaron con Montesinos, quizás el más siniestro  aventurero peruano del siglo XX.
En un comunicado hecho público  hace días el Partido Comunista Peruano le pidió que aclare los motivos del  nombramiento de Salomón Lerner y de coroneles de pasado sombrío para el control  de las finanzas de su campaña.
Es un hecho que los hombres  cambian a lo largo de la vida y muchas veces avanzan con la historia. Pero no  tranquiliza que Ollanta evite el diálogo con las organizaciones de  trabajadores, prefiriendo negociar entre bastidores con personalidades  políticas. 
Frente a tres candidatos-los  principales- que inspiraban legítima desconfianza, no sorprende que se hable  mucho del «mal menor» y que un porcentaje significativo del electorado haya  afirmado que solamente a la hora de votar tomaría su  decisión.
El precedente de Alejandro  Toledo, un populista que funcionó como marioneta de Washington, preocupa. La  izquierda peruana no consiguió unirse en torno a una plataforma programática  asumida por un candidato común con prestigio  nacional.
Hace cuatro décadas, un  soldado progresista, el general Juan  Velasco Alvarado, utilizó las Fuerzas Armadas para implantar reformas de  contenido revolucionario que, en media docena de años, transformaron  profundamente la sociedad peruana. Velasco emprendió la reforma agraria mas  profunda de América del Sur, socializó los grandes diarios, expropió  la IPC, la  transnacional que controlaba el petróleo, y el gigante minero Cerro de Pasco;  creo las comunidades industriales, nacionalizó casi todo lo que había que  nacionalizar. Pero esas grandes reformas fueron emprendidas verticalmente, sin  participación popular. Cuando, alejado Velasco de la Presidencia, su sucesor  , un cómplice del imperialismo, el general Morales Bermúdez, abrió las puertas a  la contrarrevolución – invocando la democracia- el pueblo permaneció pasivo y  no supo defender lo que había recibido como dádiva, casi sin  lucha.
En pocos años, Perú volvió a  ser un país sometido al imperialismo, tratado por Washington como  semi-colonia.
Sintetizando: la victoria de  Ollanta Humala en la primera vuelta de las elecciones peruanas ha sido, sin  duda, una derrota de la  derecha. Pero el futuro próximo es todavía impredecible. Las  incógnitas, muchas, persisten.
El Partido Comunista Peruano  llama la atención del pueblo con respecto a ellas al dirigirse al  candidato:
«Esperamos, señor Ollanta  Humala que, de ser elegido, cumpla con las demandas populares y todo su  nacionalismo y antiimperialismo no sean una pose; de no ser elegido,  esperamos que este con el pueblo, luchando por sus reivindicaciones en las  calles, construyendo la unidad de la izquierda, que no sea solo alternativa de  gobierno sino de poder popular».
	    
            	
	

