La monarquía feudal nepalí está derrotada. La ofensiva popular para poner fin a un régimen anacrónico está en su fase final. Las movilizaciones populares se multiplican desde que el pasado 6 de abril se pusiese en marcha la convocatoria de huelga general contra el rey Gyanendra. Una huelga que iba a tener cuatro días de […]
La monarquía feudal nepalí está derrotada. La ofensiva popular para poner fin a un régimen anacrónico está en su fase final. Las movilizaciones populares se multiplican desde que el pasado 6 de abril se pusiese en marcha la convocatoria de huelga general contra el rey Gyanendra. Una huelga que iba a tener cuatro días de duración y que ha terminado siendo indefinida hasta lograr la caída de la monarquía. Ni la represión (una decena de muertos, varios centenares de heridos y miles de detenidos), ni los toques de queda, ni los allanamientos de casas en busca de «terroristas maoístas» han logrado que el pueblo nepalí dé marcha atrás en su combativa decisión: fin de la monarquía, puesta en marcha de una asamblea constituyente, formación de un nuevo ejército -aunque se mantendrá una parte importante de su integrantes, aunque no de sus mandos- y reinstauración de la democracia.
El mundo está empezando a mirar ahora a un país desconocido pese a que en él se viene librando desde hace diez años una guerra popular revolucionaria que ha llegado hasta el punto en el que están ahora las cosas. La BBC -el servicio de información extranjero que más cubre el acontecer nepalí- publicaba al comienzo de la huelga general que el rechazo al rey Gyanendra es del 72% y el apoyo a la guerra revolucionaria desencadenada por el PCN (m) asciende al 25% en las ciudades. Dos cifras a tener en cuenta, puesto que hasta ahora el apoyo que recibía el EPL -brazo armado del Partido Comunista de Nepal (maoísta)- era pequeño en las ciudades y en ellas existía un importante respeto a la institución monárquica. Las consignas se radicalizan y ya no se pide simplemente el retorno de la democracia, sino la muerte del rey (1).
Un hecho significativo, y que indica que la monarquía tiene sus días contados, es que las asociaciones de empresarios, como la de Biratnagar, que fue la primera, han expresado públicamente su apoyo a las protestas. El ejemplo ha sido seguido por la asociación de industriales de Morang y la Cámara de Comercio de Panchthar. Las importaciones desde India están prácticamente paralizadas y desde el día 6 no circulan mercancías por el importante paso de Birgunj, en el distrito de Bara. La mayor parte de los aeropuertos han cerrado sus pistas a los vuelos nacionales y las transacciones bancarias son casi inexistentes. Además, comienza a escasear el keroseno y el gas para cocinar puesto que también se está resintiendo la importación de productos derivados del petróleo. Y es que la huelga general indefinida está ya repercutiendo en la economía del país, con predicciones nada optimistas para la monarquía y sus cada vez más escasos apoyos: para el mes de junio, de continuar la huelga, ya no habrá dinero líquido en las arcas del tesoro porque la consigna ahora es no pagar agua, electricidad, teléfono u otros servicios que puedan suponer un ingreso para la monarquía.
Las movilizaciones se están extendiendo como una mancha de aceite por todo el territorio nepalí y se crean «zonas liberadas» o «republicanas», en aquellas zonas donde la implantación de la guerrilla es evidente (2), y «zonas democráticas», en las principales ciudades, donde la oposición antimonárquica es fuerte. Lalitpur, Patan, Janakpur, Kirtipur, Butwal, Hetauda, Chitawan, Janakpur, Pokhara (la ciudad turística por excelencia), Gaidakot, Kawasoti, Rajhar, Pragatinagar, Dumauli, Bardaghat, Sunwal, Tilakpur, Basa, Parasi, Nawalparasi, Bara, Birgunj, Achham e, incluso, determinados barrios de Katmandú dan buena fe de ello. En muchas de estas de estas ciudades los manifestantes han salido a la calle con banderas del Che Guevara y pancartas, en castellano, con un ¡Ya basta! que deberían tener reciprocidad en el mundo latino: ¡Solidaridad con la lucha del pueblo nepalí! Recientemente «Rebelión» publicó un artículo de un intelectual nepalí residente en EEUU, Pratyush Chandra, donde hacía un paralelismo entre la situación de Nepal y Venezuela (3) y no es casual, puesto que América Latina es hoy el continente donde se están mirando la mayor parte de los pueblos del mundo.
Ofensiva guerrillera
La movilización popular está siendo acompañada por una importante ofensiva guerrillera en todo el país a excepción del valle de Katmandú. Aquí, el Ejército Popular de Liberación decidió suspender sus acciones armadas para no dar ninguna excusa a la monarquía para que reprimiese las protestas, pacíficas, convocadas por la Alianza de los Siete Partidos (ASP) en pro del retorno democrático. La ASP -en la que están el Congreso Nepalí, el Congreso Nepalí-Democrático, el Partido Campesino, el Partido Comunista de Nepal Unificado Marxista Leninista y el Anandi, entre otros dos más pequeños y algunos representantes de la sociedad civil- alcanzó un acuerdo con el PCN (m) en el mes de noviembre de 2005 (4) en el que se daba por finalizada su posición pro-monárquica y se comprometían a aceptar la principal reivindicación guerrillera, la asamblea constituyente.
El PCN (m) decía en su comunicado de cese el fuego temporal y limitado lo siguiente: «Declaramos el cese el fuego [en el valle de Katmandú] en este momento histórico confiados en nuestra alianza con los partidos políticos parlamentarios y la sociedad civil (…) y apoyamos la decisión de los siete partidos para continuar la huelga general, que se está convirtiendo en una sublevación nacional, hasta que caiga la monarquía autocrática. (…) Como una medida de nuestra ayuda para alcanzar el éxito, indicamos: a) el desafío a todo tipo de intento de impedir [por el gobierno] demostraciones de rechazo popular bien a través de prohibiciones o toques de queda; b) eliminar del país todas las estatuas reales; c) eliminar todos los nombres [en edificios, señales, letreros indicativos] que hagan mención al gobierno monárquico; d) la declaración de zonas republicanas en las comunidades y a nivel local; e) impago de impuestos; d) el EPL se reserva el poder controlar los accesos a las ciudades por carreteras y caminos (…)» (5).
Y es que fuera del valle de Katmandú no hay tregua alguna y el EPL ha asestado golpes demoledores a las fuerzas monárquicas. En Malangawa atacaron una base militar, tomaron las oficinas gubernamentales y asaltaron una cárcel, liberando a todos los presos. En Nawalpur derribaron un helicóptero de combate MI-17; en Butwal, Kapailvastu, Laxminagar, Golpark (donde fue atacada otra base militar), Sukhhanagar, Mahendra, Sitúan, Bharatpur y otras ciudades más pequeñas se produjeron combates y algunas localidades fueron tomadas temporalmente por la guerrilla, retirándose de la mayoría de ellas a excepción de Teraj, para evitar ataques del ejército monárquico contra la población civil. El Ejército Real Nepalí ha atacado con helicópteros poblaciones que habían sido tomadas por la guerrilla, como ha denunciado la Oficina de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos (6).
El ejemplar gesto político del PCN (m) ha logrado que la protesta creciese, provocando una crisis total en el régimen y en los imperialistas. El cese el fuego ha desmontado la estrategia de «infiltración terrorista» en las protestas y ha puesto de manifiesto que no es posible un cambio pacífico de las estructuras si no va unido a la fuerza militar. Al mismo tiempo, la represión ejercida por el rey Gyanendra ha dejado poco espacio para las maniobras internacionales de mediación y hay muchos gobiernos que se lamentan del tiempo perdido, presos de sus palabras críticas contra Gyanendra cuando el 1 de febrero dio el golpe de Estado, a la hora de reanudar la ayuda militar a su marioneta real. Ahora sólo les queda presionar a la ASP para que rompa su acuerdo con los maoístas. Esta presión está llegando desde EEUU e India por dos víashttp://www.rebelion.org/imagenes/30292_4.jpg distintas.
El embajador de EEUU en Nepal, James F. Moriarty, aparece una y otra vez en los medios de comunicación nepalíes criticando la «ilegitimidad» de dicho acuerdo y alertando sobre sus «peligrosas consecuencias» ante un posible triunfo militar del EPL. El embajador sigue la línea trazada por el Departamento de Estado, que en su página web «invita» al rey a restaurar la democracia «inmediatamente» y a «comenzar un diálogo con los partidos constitucionales» puesto que «esta es la mejor manera de ocuparse de la insurrección maoísta y devolverle la paz y la estabilidad a Nepal» (7). No debería causar excesiva sorpresa el interés de EEUU puesto que Nepal es uno de los países que se menciona como amenaza [la guerra popular], junto a Venezuela o Cuba, por ejemplo, en la nueva Doctrina de Seguridad Nacional presentada por Bush el 16 de marzo de este año.
Mientras la situación se deteriora y la guerra revolucionaria avanza, el Departamento de Estado ha recomendado al personal «no indispensable» de su embajada en Katmandú y a los familiares que abandonen el país, se ha visto obligado a cancelar «por motivos de seguridad» la visita de una delegación de siete integrantes, encabezada por Dennis
Haster, para intentar convencer a los partidos políticos de que dialoguen con el monarca y a cerrar su oficina consular y su biblioteca (8). La mediación parece imposible y el único cartucho que tenía EEUU, el Centro Carter -que tenía prevista una visita para el 4 de mayo- ha declinado asistir siguiendo las recomendaciones del Departamento de Estado. Sólo queda una de estas vías de mediación abierta, y es la del centro Henri Durant, radicado en Ginebra.
Es, por lo tanto, a India a quien compete tomar cartas en el asunto y hay una comprensión entre las potencias imperialistas o subordinadas al imperialismo, como es el caso de Gran Bretaña, sobre ese asunto (9). Diferentes sectores de EEUU abogan por que sea el Ejército Real Nepalí quien controle abiertamente la situación, con o sin el rey, al estilo de lo que sucede en Pakistán con Musharraf. Sin embargo, India es reacia a tal extremo porque eso provocaría una insurrección general de los maoístas en su propio territorio, especialmente en los estados de Andhra Pradesh, Madhya Pradesh, Orissa, Maharashtra y Bihar aunque el movimiento maoísta se está extendiendo a otros dos estados más de India como Chatisgarh y Jharkhand.
India ha advertido a la monarquía de Gyanendra que tiene que dar pasos rápidos para restaurar la democracia en Nepal puesto que, en caso contrario, la alianza de los maoístas con la ASP «podría ser peligrosa para todo el subcontinente», en referencia al territorio indio (10) y sus emisarios están intentando convencer al rey de que «una victoria militar es imposible» [sobre los maoístas] y que debe restaurar «de inmediato» las libertades democráticas a fin de impedir su derrocamiento. El embajador indio en Katmandú, Shiv Mukherjee, se entrevistó con Gyanendra el pasado lunes, 17 de abril, y le transmitió un mensaje categórico: «si desea salvar lo que queda de monarquía, debe entregar el poder a la Alianza de los Siete Partidos» (11). En un paso más, el Gobierno indio ha enviado un delegado especial para tratar la crisis política de Nepal y reiterar la exigencia de Nueva Delhi de que se restaure la democracia. Karan Singh, parlamentario y ex embajador de India en EEUU se entrevistó con el rey y dijo a la televisión india que hay que poner soluciones a una situación general «que se está deteriorando muy rápidamente» y que India no quiere que Nepal «se sumerja en el caos, porque los intereses vitales de seguridad de India están viéndose comprometidos» (12).
La presión de India no es sólo al rey, sino que también está utilizando sus influencias entre los partidos de la ASP, como el Congreso Nepalí, para que influyan en los maoístas y éstos permitan el mantenimiento de la monarquía «a la europea». El PCN (m) ha recordado a los partidos de la ASP el acuerdo de 12 puntos suscrito con ellos y les ha advertido seriamente contra cualquier acuerdo que ponga fin al movimiento popular, que «ni puede ni debe ser parado» hasta que se alcance el compromiso de derrocar a la monarquía y se instaure la asamblea constituyente (13). No parece posible, sin embargo, que el pueblo nepalí dé marcha atrás en su decisión de derrocar a la monarquía.
|
————————–
(1) The Guardian, 10 de abril de 2006.
(2) IPS, 9 de abril de 2006
(3) Rebelión, 10 de abril de 2006.
(4) «Diez años de guerra revolucionaria en Nepal», Rebelión 20-02-2006.
(5) Partido Comunista de Nepal (maoísta), declaración del alto el fuego en el valle [de Katmandú], 3 de abril de 2006.
(6) Oficina de Información de la ONU, 4 de abril de 2006.
(7) www.state.gov, 10 de abril de 2006
(8) www.state.gov, 13 de abril de 2006.
(9) «Diez años de guerra revolucionaria en Nepal», Rebelión 20-02-2006.
(10) UPI, 30 de marzo de 2006.
(11) South Asian Media, 17 de abril de 2006.
(12) Katmandú Post, 19 de abril de 2006.
(13) Ibid.