Algún que otro analista, hecho a los grandes medios de comunicación como al oxígeno, se empinó sobre sí mismo, en pose tribunicia y con juicio apriorístico, para augurar catástrofe segura cuando tuvo que ser alargada la segunda y prevista última jornada del segmento de altos funcionarios de la XIV Cumbre del Movimiento de Países No […]
Algún que otro analista, hecho a los grandes medios de comunicación como al oxígeno, se empinó sobre sí mismo, en pose tribunicia y con juicio apriorístico, para augurar catástrofe segura cuando tuvo que ser alargada la segunda y prevista última jornada del segmento de altos funcionarios de la XIV Cumbre del Movimiento de Países No Alineados -celebrada en La Habana del 11 al 16 del presente septiembre-, porque los expertos no lograron dejar a punto en tiempo la totalidad de los documentos que debían someter a consideración de los cancilleres, en la segunda fase de la cita.
«Ya veis: no resultará, como lo vaticinamos», parecían decir a voz en cuello al escribir aquellos que, sin reparar en el peso de la heterogeneidad del MNOAL -118 miembros, con la reciente incorporación de Haití y San Cristóbal y Nevis- y en la amplitud de temas impuesta por el mundo contemporáneo, ponían énfasis en que la desaparición de la URSS y la consiguiente unipolaridad en las relaciones internacionales significaban retos imposibles para la enorme organización tercermundista de concertación política.
El fin de la división del mundo en dos bloques que otorgó nombre y esencia al Movimiento -no alineados con las alianzas militares, en primer lugar- suponía para diversos observadores la pérdida de la relevancia de la agrupación en la palestra mundial, e «incluso la posibilidad real de su extinción en tanto entidad para la articulación de las reivindicaciones fundamentales del Sur», como aclara un destacado articulista.
Extinción que habría significado un verdadero cataclismo para los «humillados y ofendidos», la doliente mayoría de la humanidad, porque los NOAL se convirtieron desde su fundación en grandes promotores de la lucha anticolonialista e impulsores de un Nuevo Orden Económico Internacional, además de conductores del proceso de desarrollo del Derecho Internacional, que halló el vórtice en la ONU.
Pero ya a la altura de la primera sesión de los cancilleres resultaba pertinente declarar el éxito de una cita por muchos aguardada con impaciencia, por estar llamada a la revitalización, en un orbe donde el imperialismo y su hipóstasis económica, la globalización neoliberal, andan de cuña entre naciones con intereses comunes. Se consensuaba sin mayores obstáculos la Declaración sobre los Propósitos y Principios y el Papel del Movimiento de Países No Alineados en la Coyuntura Internacional Actual.
Algo digno de aplauso, porque, pesimistas crónicos aparte, sin lugar a dudas el MNOAL atravesaba una crisis, de la que los miembros esperaban empezar a salir en esta cumbre de La Habana definiendo nuevos propósitos, tales como el relanzamiento de los objetivos económicos y sociales; la creación de un frente (común) ante el unilateralismo de los Estados Unidos y las guerras de Occidente contra el islamismo, libradas con el pretexto de una cruzada antiterrorista; así como la reforma de la ONU.
Crisis que desde siempre los ha rondado, pues, en el decir del colega Augusto Zamora, de la digital Rebelión, «no pudieron consolidarse como foro efectivo en campos tan relevantes como el económico y nunca han logrado resolver las profundas divergencias ideológicas entre sus miembros». Tales divergencias «determinaban su fracaso al abordar asuntos que afectaban seriamente a aliados estratégicos, fueran estos EE.UU. o la URSS, o que chocaran con sus compromisos militares o geopolíticos».
Finalizada la Cumbre, puede aseverarse que lo peor pasó -y eso es de por sí un éxito, un enorme éxito-. En palabras del canciller cubano, Felipe Pérez Roque, a partir de la decimocuarta cita el Movimiento de Países No Alineados comenzará a transitar una nueva etapa, de reverdecido protagonismo en la escena mundial. Consideración que encuentra la base inicial en la cuantiosa asistencia, de 56 jefes de Estado o de Gobierno y 90 cancilleres, entre otros dignatarios y altos funcionarios,
¿Otro signo? El prevaleciente «clima de unidad y cohesión sin precedentes en estas cumbres» y la profundidad y proyección de los documentos -«No hay documentos pendientes de aprobar; ni una palabra, ni una coma»-. Lo que pone al MNOAL en capacidad de trabajar más unidos y firmes en sus principales tareas: la defensa del Derecho Internacional y del multilateralismo, la preservación de la Carta de las Naciones Unidas, la lucha por el derecho a la paz con justicia y al desarrollo de los miembros.
La Cumbre se caracterizó por la emisión de cinco textos capitales en el objetivo señero de prorrumpir en una nueva etapa de trabajo, caracterizada por un mayor protagonismo del Movimiento, explícitamente decidido a hacerse oír en la liza mundial. De ellos, el de más señalada importancia, conforme a Pérez Roque, es la Declaración sobre los Propósitos y Principios y el Papel del Movimiento de Países No Alineados en la Coyuntura Internacional Actual, que refrenda los principios de Bandung -se destacan el respeto a la soberanía territorial, la no intervención en los asuntos internos de los países y el fortalecimiento de la ONU-, y que trasciende concretamente porque rechaza las amenazas a la paz y la seguridad internacionales y condena toda manifestación de unilateralismo, los intentos de ejercer la dominación hegemónica, la doctrina del ataque preventivo contra países tercermundistas y la amenaza del uso de la fuerza.
Incluso, refuta la catalogación de las naciones en buenas y malas, rotundo codazo al concepto del Eje del Mal, el comodín utilizado por los Estados Unidos como arma geopolítica en su pretendida contienda contra el terrorismo. Los NOAL han dejado sentado que se oponen a las medidas coercitivas unilaterales, a la agresión, al terrorismo y a la injerencia en los asuntos internos de cualquier país.
A nadie debe pasar inadvertido que han marcado posición sobre los más complejos problemas de las injustas relaciones internacionales y ratificado plenamente los fundamentos que los convierten en una agrupación tan necesaria como heterogénea; entre otras razones, porque acaba de reiterar que la democracia es un valor universal, basado en la voluntad del pueblo, libremente expresada, de determinar su propio régimen político, económico, social y cultural, y en su plena participación en todos los aspectos de su vida…
Y quizás lo más enjundioso: han coincidido en que, si bien todas poseen características comunes, no hay un modelo único de democracia, y esta no es patrimonio de país o región alguna. Concepto que viene a asentar un valladar teórico a la obcecación gringa por imponer su modo de vida política, para concentrar en el puño cerrado a las decenas y decenas de «oscuros lugares del mundo».
Igualmente importantes, declararon los reunidos, son el respeto, el disfrute y la protección de los derechos humanos y las libertades fundamentales para todos, basados en los principios de universalidad, objetividad, imparcialidad y no selectividad. Ello, con la garantía de la promoción y la protección de todas las categorías, incluidos aquellos que se erigen en atributos colectivos de los pueblos y los llamados derechos de solidaridad, los cuales, por cierto, Occidente suele pasar por alto.
Por otra parte, el empeño económico encontró eco en la Cumbre, pues esta se pronunció por la promoción del desarrollo sostenible de los pueblos, basado en la cooperación; en ese sentido, reclamó la participación plena de todas las naciones, ricas y pobres, en las relaciones económicas internacionales, en igualdad de condiciones y con oportunidades iguales, pero con responsabilidades diferenciadas. Lo cual, de concretarse, podría eliminar uno de los principales motivos de la crisis que ha asediado al movimiento de manera sempiterna.
Pero como la crisis se ha manifestado también en el propio estilo de trabajo, la posible solución está reflejada en un documento que permite ratificar e institucionalizar los métodos de funcionamiento, dispersos, decididos en momentos distintos y fuera de reglamento. Entre otras medidas, se acordó la creación, en Nueva York, de una unidad de Apoyo a la Presidencia, ente que contribuirá a superar el hecho de que no existe secretariado, por temor al predominio de unos pocos países, y que, según deseo explícito, estará desprovista de burocratismo, por pequeña y flexible. De igual modo, se proclamó el Foro de los ex Presidentes y se formalizó el mecanismo de la Troika, ahora integrada por Cuba (sede de esta Cumbre), Malasia (la anterior) y Egipto (la próxima).
Sí, a ojos vista lo peor pasó. De acuerdo con el primer vicepresidente cubano, Raúl Castro, las posiciones e iniciativas de una cita multitudinaria y de evidente consenso confirman la identidad, razón de ser y vigencia del Movimiento, y permitirán a este dar un paso adelante en el empeño común de la revitalización. De la revitalización y el perfeccionamiento, como faros en el mar proceloso de una contemporaneidad signada por ciertas pretensiones hegemónicas. Vigorización que, de enraizarse, devolverá al Movimiento la identidad que casi pierde con la caída de los dos bloques. Sí, los Alineados están dejando la infausta fama de alienados, impuesta por alguien con malsano interés. ¿Habrá que señalar al interesado?