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"Viaje a mi blanquitud" (Colaboración)

Nuestro propio castigo o una memoria histórica global (8.1/∞)

Fuentes: Público

Agradezco este espacio que se me permite compartir con mi compañera Laura; intentaré hablar desde las grietas que tiene el sistema, desde mi humilde identidad subalterna y, a la vez, desde mi blanquitud. Espero poder transmitir amor y rabia, y empatizar con algunas de ustedes. Gracias por leernos.

«Una civilización que se muestra incapaz de resolver los problemas que suscita su funcionamiento es una civilización decadente. Una civilización que escoge cerrar los ojos ante sus problemas más cruciales es una civilización herida.Una civilización que le hace trampas a sus principios es una civilización moribunda». Discurso sobre el colonialismo, Aimé Césaire. 

A estas alturas, parece quedar clara la intención de «viaje a mi blanquitud»donde se hace un llamamiento a la revisión profunda y personal sobre nuestra blanquitud. No basta con indignarse unos días ante el abuso policial y asesinato (uno de tantos) de una persona negra en Estados Unidos; no basta recordar (únicamente el día 12 de octubre) que la fiesta nacional de España celebra el etnocidio que se comentió en Abya-yala; no basta con asistir a las manifestaciones con nuestro cartel reivindicativo que tiraremos al finalizar la marcha o lo guardaremos para la próxima manifa antirracista. No, no basta.

Dado el recorrido de este espacio de reflexión, debería haber quedado clara la necesidad de revisarse profundamente como sujetas blancas a nivel individual, un ejercicio imprescindible si realmente defendemos el antirracismo. Rabia, vergüenza, tristeza, decepción, aceptación (de mi cultura racista). Algunos de los estados emocionales en los que se puede fluctuar durante el proceso de deconstrucción blanca. El camino es largo y no es fácil, pero recompensa.

Recompensa a nivel personal; y si se deja un momento de lado el ego blanco, recompensa muchísimo más a nivel histórico y de justicia social. Y no hablo solo de justicia social hacia los más oprimidos (cosa que también debería quedar clara a estas alturas), hablo de justicia social hacia la propia cultura. Una necesidad imperiosa de revisar la memoria histórica a nivel internacional, una revisión en la que el Norte global se haga cargo de su propia memoria histórica, dejando así de escudarse detrás de una idea de Desarrollo distorsionada y contaminada por la doctrina del crecimiento económico y un sistema occidental cristiano, blanco, masculino, cuerdo y heterosexual que somete al propio Occidente y domina a los demás territorios.

Porque ya advirtió uno de los grandes teóricos de la negritud del siglo XX: «Occidente es indefendible»; y se podría añadir: y sigue siéndolo en el siglo XXI.

La memoria histórica es el recuerdo de las cosas que han sucedido pero vistas desde el presente. No se trata de una reconstrucción del pasado (para eso ya está, o debería estar, la Historia, el ejercicio historiográfico que realizan las historiadoras), sino del sentido subjetivo que tienen unos hechos del pasado para las sociedades del presente: ¿Cómo se perciben esos hechos en las sociedades actuales? ¿Qué está generando esa percepción? Dicho de otra forma y utilizando una comparación que suelo exponer a estudiantes de secundaria: a veces, optamos por hacer un ejercicio de terapia individual en algún momento de nuestras vidas para revisar posibles heridas, percepciones de hechos pasados o emociones en general. La memoria histórica sería esa terapia que toda sociedad actual necesita para revisar los posibles traumas (del griego τραῦμαtraûma, ‘ruptura, herida’) vividos en sociedades pasadas.

Hagamos pues un pequeño ejercicio de memoria histórica. Para empezar, situémonos en el momento de la declaración de Discours sur le Colonialisme(1950) enmarcado en una época de reconfiguración del mundo después de la II Guerra Mundial. Aimé Césaire ante la decepción e hipocresía de las políticas franceses recitó su discurso en la Asamblea de París señalando con el dedo a filósofos, pensadores y políticos occidentales que sustentaron (y sustentan) las teorías de la colonización, el racismo y la barbarie moderna de Occidente.  Discurs sur le colonialisme fue probablemente uno de los discursos más contundentes del siglo XX: una declaración contra los abusos del colonialismo, especialmente en África y Asia y una oda a la igualdad de los pueblos. A través de un análisis dialéctico de la ideología colonialista occidental Césaire pone al descubierto las raíces del racismo y el colonialismo europeo desvelando el sustrato eurocéntrico de las ciencias «universales» actuales. Nos hablaba a nosotras, hablaba a la blanquitud y nos recordaba la deshumanización del colonizador. Nos citaba palabras textuales de filósofos tan en la base de la cultura europea que da asco citarlos.

«[…] que nadie coloniza inocentemente, que tampoco nadie coloniza impunemente; que una nación que coloniza, que una civilización que justifica la colonización y, por lo tanto, la fuerza, ya es una civilización enferma, moralmente herida, que irresistiblemente, de consecuencia en consecuencia, de negación en negación, llama a su Hitler, quiero decir, su castigo.» Discurso sobre el colonialismoAimé Césaire.

Ahora, cambiemos el verbo «colonizar» del discurso por «explotar» y podríamos definir algunas de las realidades que viven las sociedades occidental del siglo XXI. ¿Hemos digerido el mensaje de Césare que nos interpela directamente como civilización? ¿Nos ha servido de algo que Jean Paul Sartre, uno de los mayores escritores y activista político occidental del siglo XX, escribiera el prólogo a la obra de su discípulo, Franz Fanon? ¿Hemos realizado algún tipo de terapia (ejercicio de memoria histórica) como sociedad ante la barbarie colonial y fascista? Yo diría que no, que si esto fuera una terapia individual nuestra psicóloga nos diría que queda mucho trabajo por hacer. De hecho, creo que ni tan solo hemos aceptado el problema, ni nos hemos planteado una posible «terapia».

Y a la vista está que de negación en negación hemos llamado a nuestros «Hitlers», a nuestros propios castigos: los Trumps, los Bolsonaros, los Abascales que proliferan bajo el paraguas de un neofascismo internacionalizado y extremadamente liberal en lo económico. Con el auge de estas ideologías que practican la política del odio, sin olvidar la necesidad primordial de que todas transitemos por un  proceso individual de deconstrucción de nuestra blanquitud, se revela urgente la revisión de la memoria històrica del Norte global: una oportunidad para reparar, a nivel histórico y de justicia social, la ‘memoria histórica global’.

Laura Fernández es «una chica blanca «normal y corriente»» (si eso ahora significa algo), está @EnDeconstruxion y en una serie de artículoscompartirá su proceso de deconstrucción blanca.

Mar Paietta Morea es historiadora, investigadora y docente. Rebuscando en el pasado y presente de las relaciones internacionales para intentar entender este mundo complejo. Apostando por el derecho a la educación y la comunicación para la liberación. Ni suficientemente argentina, ni suficientemente española. Vivo entre mi blanquitud y mi racialización.

Fuente: https://blogs.publico.es/conmde/2020/11/18/blanquitud-castigo-memoria-historica-global/