La Casa Blanca y el Gobierno títere afgano han mantenido en los últimos meses contactos con la red Haqqani, considerada por Washington como el ala más dura del movimiento de resistencia talibán y a la que vincula además con la red Al-Qaeda. Así lo asegura un diplomático occidental implicado en la mediación en una filtración […]
La Casa Blanca y el Gobierno títere afgano han mantenido en los últimos meses contactos con la red Haqqani, considerada por Washington como el ala más dura del movimiento de resistencia talibán y a la que vincula además con la red Al-Qaeda.
Así lo asegura un diplomático occidental implicado en la mediación en una filtración publicada ayer por el diario británico «The Guardian«.
Los Haqqani, que proceden de la provincia afgana oriental de Jost, tienen su refugio actualmente en la zona tribal fronteriza paquistaní de Waziristán Norte, y lideran la insurrección talibán en el este de Afganistán.
Están dirigidos por Sirajuddin Haqqani, que heredó la dirección militar del clan por enfermedad de su padre, Jalaluddin Haqqani, un histórico muyahidín afgano. Según fuentes conocedoras de los contactos, el mismísimo presidente afgano, Hamid Karzai, se habría reunido en primavera con el propio Sirajuddin Haqqani en la frontera afgana-paquistaní.
El Gobierno estadounidense ha sostenido hasta la fecha que su estrategia negociadora pasaría por aislar a los que considera sectores talibanes incorruptibles negociando una salida con los más proclives al diálogo.
Ese mismo guión, que se ha revelado totalmente falso, era el utilizado la víspera cuando «The Washington Post» reveló negociaciones de alto nivel entre el Gobierno títere afgano y el frente de la resistencia talibán en el sur del país, liderado por el mullah Omar y que es conocido como la Quetta Shura, en referencia a la capital de Baluchistán (Quetta) donde tendría actualmente su refugio-retaguardia.
Las fuentes consultadas por «The Guardian» justifican la decisión de Washington de sondear a la red Haqqani señalando que habría llegado a la conclusión de que no se puede excluir a este grupo si se quiere alcanzar un acuerdo de paz duradero.
Los contactos indirectos con EEUU se llevaron a cabo a través de un intermediario occidental no gubernamental, que se habría reunido varias veces en el último año y medio con representantes de los Haqqani en Pakistán y actuado de mensajero.
Un alto responsable paquistaní confirmó la información a «The Guardian» con un escueto: «No andan descaminados».
Hasta ahí alcanza lo que se sabe, de momento. A partir de aquí, las filtraciones de los últimos días llegan trufadas de valoraciones y adjetivaciones que tienen más que ver con intentos de autojustificación por parte de Washington y sus aliados o, en su caso, con intoxicaciones y estrategias negociadoras.
Así, la misma fuente occidental aseguró al diario británico que la red Haqqani sería en este momento más poderosa que la Quetta Shura. «Ésta sigue siendo importante, pero no tanto como se pensaba hace dos años. Su prestigio e impacto han decaído y cada vez tiene menos importancia en el campo de batalla. Ahora la amenaza procede de los Haqqani», asegura la fuente. Precisamente esa supuesta pérdida de peso del frente de la resistencia liderado por el mullah Omar -dirigente espiritual de los talibanes- era el argumento utilizado por las fuentes de «The Washington Post» para justificar que estuviera dispuesto a negociar con Occidente. «Saben que los elementos más radicales están a punto de asumir el control total del movimiento», decían concretamente esas fuentes.
«Todos quieren negociar»
Pues bien, el mismo argumento es utilizado ahora por las fuentes consultadas por «The Guardian» para presentar la decisión de la red Haqqani de acceder a negociar. Este otro frente de la resistencia, hasta ayer «sordo» a cualquier perspectiva negociadora, «considera que es la mejor solución para el conflicto afgano y no quiere quedarse fuera de la foto». Sirajuddin Haqqani «ha comprendido que no será nadie si no se compromete en el proceso» de paz.
El intento de fomentar la división del enemigo para debilitarlo de cara a un proceso negociador a la baja forma parte del abc de este tipo de procesos. Ello explicaría el intento de presentar a ambos frentes talibanes (el del este y el del sur) como crecientemente enfrentados desde sus respectivos refugios-retaguardias, distanciados geográficamente 400 kilómetros a lo largo de la Línea Durand, que parte en dos a la población pastún afgana y paquistaní.
El responsable estadounidense para la región AfPak, David Petraeus, trató de alimentar esta tesis cuando, a finales de septiembre, confirmó por primera vez contactos con los talibanes. «Algunos acuden a hablar con el Gobierno; otros vienen a nosotros», señaló, para anunciar que «la reconciliación con los altos responsables talibanes es competencia del Gobierno afgano».
Este último puso en marcha ayer el Alto Consejo de Paz, cuya creación fue decidida por una asamblea tribal (Jirga) reunida en junio en Kabul. En el consejo participan, entre otros, antiguos dirigentes talibanes hoy desmovilizados, como el ex representante ante la ONU, Hakim Mujahid y Arsalan Rahmani, quien fue ministro de Educación o Asuntos Islámicos.
Comunicado talibán
Desde el frente de batalla, y con motivo del noveno aniversario del inicio de la invasión, los talibanes difundieron un comunicado en el que no hacen referencia a las negociaciones pero en el que aseguran controlar más del 75% de Afganistán y toda la red de carreteras.
«Nueve años después, los bastiones de la yihad y de la resistencia contra los invasores estadounidenses y sus aliados nunca han sido tan fuertes», señala.
Una pista, si no la única, para entender el escenario afgano.
NUEVE AÑOS
El 7 de octubre de 2001, misiles Tomahawk y bombardeos B1 y B52 comenzaron a castigar a Kabul y a otras ciudades afganas. Era el inicio de la operación «Justicia Ilimitada». Nueve años después, toca negociar.
zona alemana
Un soldado alemán murió y otro estaba en estado crítico a consecuencia de un atentado suicida al norte de Pol-e-Khomri, en la provincia norteña afgana de Baghlan. Alemania ha perdido 44 soldados desde el inicio de su intervención.
La guerra se extiende no sólo a Pakistán sino incluso a Tayikistán
Pakistán se ha convertido, en su condición de retaguardia de la resistencia afgana y de vía de avituallamiento para las tropas aliadas, en un frente de guerra abierto en el que el régimen de Islamabad se encuentra entre la espada de las presiones estadounidenses y la pared de la creciente ira popular.
EEUU sigue bombardeando suelo paquistaní -ayer mató a otros cuatro «insurgentes islamistas» y el Movimiento Talibán de Pakistán responde quemando sus camiones de avituallamiento -72 calcinados en Quetta y Nowshera el pasado miércoles-.
Alrededor de 150 personas han muerto desde septiembre en los bombardeos protagonizados por drones -aviones no tripulados- estadounidenses. 120 camiones han sido incendiados en menos de una semana.
El régimen paquistaní ha dado por zanjada la crisis con EEUU por la muerte de dos soldados paquistaníes hace días en un ataque de helicóptero de la OTAN. Pero mantiene cerrado el paso de Khiber. Y un portavoz dio un paso más ayer al asegurar que no comprende ni ve justificación alguna a los ataques con drones.
A este escenario se suma Tayikistán, que comparte más de 1.000 kilómetros de frontera con Afganistán. 34 soldados tayikos murieron el miércoles al ser derribado un helicóptero Mi-8 y otros seis en un atentado en el valle de Racht, escenario de una insurrección islamista que está tomando cuerpo desde finales de agosto. La sombra del Movimiento Islámico de Uzbekistán, que encendió en los noventa el estratégico valle de Fergana, vuelve de nuevo. Y lo hace en un momento crítico en la zona. D.L.
ISLAMABAD
Funcionarios de EEUU aseguraron al diario «The Wall Street Journal» que el régimen paquistaní reivindica su papel en un eventual proceso de paz. El servicio secreto interior (ISI) tiene estrechas relaciones con los talibanes afganos.
Fuente: http://www.gara.net/paperezkoa/20101008/225021/es/Nueve-anos-guerra-abocan-EEUU-negociar-Afganistan–
rCR