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Nunca importaron los afganos ni fue una guerra contra el terror: importaba dominar Asia y los recursos

Fuentes: Rebelión

La huida de EEUU de Afganistán, el colapso de su gobierno títere y el aniversario del 11S nos sumergen en un océano de propaganda y ocultación.

Especialmente se oculta o se miente sobre el porqué del ataque al país asiático por EEUU y Reino Unido, y su arrastre a 51 ejércitos compinches, incluído el de España. Tras la agresión inicial, EEUU reclutó a una coalición de la OTAN y más países para asentar el dominio del país. Esa fuerza internacional ocupante, ISAF, fue edulcorada con el lema «Ayuda y cooperación”; una cooperación traducida en masacrar bodas, destruir hospitales intencionadamente, arrasar aldeas por la noche o asesinar afganos por deporte. Dejando de lado las burbujas de Kabul y otras ciudades bajo el régimen norteamericano, en muchas zonas del mayoritario mundo rural, los ejércitos de la coalición y las milicias de los caudillos locales instalados por EEUU han dejado una media de diez muertos en cada familia. En 2019 en Qatar ya estaba negociando su derrota EEUU con los Talibán, y simultáneamente ese año fue el más sanguinario de su invasión, con más bombas arrojadas, más aldeas en escombros y más civiles asesinados.  Esa mayoría de la población afgana rural, obligada a elegir entre dos únicas opciones, ha acabado prefiriendo el autoritarismo, seguridad y un mayor respeto a la vida de la gente por parte de los Talibán, en lugar del autoritarismo, cleptocracia, asesinatos y violaciones del régimen de EEUU. Por eso el Estado afgano y sus fuerzas armadas se disolvieron al instante. El ejército no tenía más de un 5% de pastunes por lo que era casi un ejército de ocupación en muchas zonas, con una extrema brutalidad y los soldados sin cobrar durante meses. La guinda fue el presidente Ghani huyendo con 169 millones de dólares, aunque él lo ha desmentido. Este régimen de ocupación militar ha finalizado en una apresurada desbandada producto de la unilateralidad y menosprecio de EEUU a sus reclutas europeos, cuyos líderes todavía hoy están en shock por el trato recibido de Washington. Tras la estampida, los talibanes se han encontrado el regalo de un inmenso arsenal militar con blindados, aviones y helicópteros. También se encontraron un poco desconcertados en un despacho presidencial vacío, y para el mundo entero, y en especial el islámico, será trascendental la imagen de los líderes talibanes junto a un cuadro de un clérigo bendiciendo a un guerrero.  El despropósito de EEUU incluyó abandonar a hurtadillas su gigantesca base de Bagram, que posee un gran aeropuerto militar, para secuestrar el aeropuerto civil de Kabul impidiendo vuelos programados de pasajeros. Ningún medio ha preguntado a EEUU o pedido explicaciones por esto. Desde el requisado aeropuerto de Kabul los marines ametrallaron a los afganos que hasta el día anterior fueron colaboradores de su régimen por interés o por necesidad. Abandonados como los colaboradores de Vietnam del Sur en 1975 o los harkis en Argelia en 1962. En medio de su delirante gestión del aeropuerto, EEUU autorizó el despegue de aviones vacíos de gente, pero con toneladas de cerveza o cientos de perros y gatos callejeros, mientras desesperados afganos que se habían aferrado al fuselaje de las aeronaves eran arrojados al vacío. Sus cuerpos quedaron desperdigados por los suburbios de Kabul. Este desprecio por las vidas afganas ha sido el guión de estas dos décadas de masacres gratuitas. EEUU se despidió con un dron despedazando toda una familia en Kabul, incluyendo sus pequeños entre 2 y 10 años. La familia Ahmadi, de la que nadie dijo nunca su nombre, pagó el precio arbitrario y aleatorio de EEUU en su macabra represalia a un atentado terrorista en el aeropuerto. Los autores del atentado fueron esa oscura franquicia global llamada ISIS que pavimenta la agenda de EEUU, y parecían estar pidiendo a Biden que no se marchase, reclamando su atención matando cientos de afganos y marines. Hubo un regalo postrero. En un último arrebato de vandalismo contra los afganos, antes de marcharse EEUU destrozó gratuitamente la tecnología y los radares del aeropuerto de Kabul.

Las vidas afganas no importan a occidente

La propaganda norteamericana en días posteriores nos mostró a marines abrazando niños afganos para que olvidásemos a los seres humanos arrojados al vacío desde los aviones o las miles de familias Ahmadi masacradas estos años. A pesar de esos publireportajes, las vidas afganas nunca han importado a EEUU y la UE. EEUU ha sacrificado al pueblo afgano las veces que ha necesitado durante 40 años: al servicio de la guerra fría contra la URSS, abandonado posteriormente en el agujero negro de la guerra civil afgana; después durante la ocupación militar norteamericana y su régimen de caudillos locales, mafias y terratenientes del opio, y por fin, de nuevo el pueblo afgano arrojado al vacío de los talibanes. Por parte de la UE, hasta el mismo día antes de la caída de Kabul los afganos eran deportados en masa por Turquía siguiendo las órdenes de su contratante europeo. Afganistán era un “país seguro” para la UE y la mitad de los solicitantes eran devueltos. El 10 de agosto, en pleno caos en el país asiático, Grecia, Alemania, Dinamarca, Austria y otros países exigían que se incrementasen y acelerasen las expulsiones de afganos.  Esta trituradora occidental de vidas en Afganistán, pero también en Iraq, Siria, Palestina o Yemen, va inseparablemente ligada a su deshumanización como personas marrones y orientales, no blancas, como hace cincuenta años con los amarillos de Vietnam y Camboya. Además para occidente son todos musulmanes, y los afganos son especialmente oscuros y primitivos.

Matar a los afganos por su bien, evitando a la Corte Penal Internacional

El excepcionalismo y arrogancia occidental se atribuye la autoridad de agredir otros pueblos sin haber sido atacados previamente, sin rendir cuentas y, con soberbia, rechazar pedirles disculpas. Los medios se encargan de afinarlo, moldeando Afganistán y a los afganos con relatos eurocéntricos llenos de falsos dogmas; por ejemplo que nosotros somos los civilizados y no unos brutales colonialistas, como explica Paula Guerra. El enredo de los medios ocultando las razones o los crímenes occidentales hace que muchas crónicas sobre Afganistán aúnen confusión, emocionalidad y responsabilicen de forma velada a los propios afganos de su sufrimiento por su primitivismo y por no aceptar lo que les ofrecemos. Se resume en: “hemos ocupado militarmente Afganistán para ayudarles pero no tenemos más remedio que matarles porque nos atacan”. Es el relato de “dispara y llora” para que sintamos una falsa compasión por aquellos a quienes hemos tenido que matar porque no nos quedaba otra opción que matarles. También se emplea contra Palestina, por ejemplo cuando el New York Times exhibe las fotos de 67 niñas y niños de Gaza masacrados, pero a la vez ese periódico no pide rendición de cuentas al régimen de apartheid israelí y le presta un férreo apoyo mediático. Durante estas semanas es casi imposible encontrar algún medio que nos recuerde que hay una investigación de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra contra EEUU y su gobierno títere. Es un tema tabú del que no se debe hablar. El vaporizado régimen afgano intentaba bloquear esa investigación, y EEUU declaró la emergencia nacional contra la Corte Penal Internacional, intentando destruir ese  tribunal desde entonces.

El abuso occidental de las mujeres afganas

Algunos medios han vendido un fraudulento criticismo, pontificando sobre cómo debía haberse planificado y ejecutado la ocupación para someter mejor el país, pero sin cuestionar la invasión, con el relato distorsionado y volviendo a abusar de las mujeres afganas. Hace veinte años las noticias sobre las mujeres afganas llenaban los medios de comunicación o desaparecían de los mismos siguiendo las directrices de los poderes de EEUU, como ha revelado Wikileaks. El reeditado cinismo de estas semanas en el abuso de las mujeres afganas y de todo el pueblo afgano ha sido denunciado por Olga Rodríguez en medios importantes. En otros medios pequeños también encontramos las denuncias de Ana Ballesteros o de María Landi. A pesar de los avances en las ciudades, la larga dominación de EEUU no mejoró la situación de las mujeres, e incluso la empeoró por la impunidad de los caudillos locales que trabajaban para el régimen. Esos terratenientes de opio violaban menores y el ejército de EEUU tenía orden de silenciarlo. El 80% de las mujeres se han seguido casando forzadas, muchas de ellas niñas. Las mujeres violadas eran asesinadas o acababan en la cárcel por delito moral. Hamid Karzai, el primer presidente afgano con EEUU, aprobó una ley en 2009 que autorizaba a un esposo a matar de hambre a su mujer si ella le rechazaba sexualmente. El aeropuerto de Kabul sigue llevando su nombre. Esa ha sido la realidad del régimen de EEUU para las mujeres. Partiendo de la brecha entre las mujeres afganas rurales y las urbanas, serán ellas quienes lucharán por sus derechos, y para ello no necesitarán la visión colonial de occidente, ni su propaganda, ni sus balas o bombas. En definitiva, después de años de indiferencia informativa, la resucitada atención mediática sobre Afganistán, denigrando y usando a sus habitantes, ha sido producto del espectáculo de la derrota del imperio y no por una hipócrita y repentina preocupación por las vidas afganas.

Las mentiras de la agresión a Afganistán

Iniciar una guerra de agresión contra Afganistán sin ningún ataque previo del país asiático ya es el primer crimen de guerra que no se nombra, se esquiva sistemáticamente y a partir del cual se han perpetrado todos los demás durante veinte años. Para evitar esta incómoda realidad se teje un confuso relato por occidente. Por supuesto, es falso el argumento de que se invadió este país por la humillación de EEUU tras el atentado terrorista de Al Qaeda del 11S. EEUU podría haber ejecutado muchas posibles venganzas más baratas, rápidas y a la vez mediática y sanguinariamente satisfactorias. El grupo terrorista Al Qaeda no fue la razón. Unos cientos de integrantes, reclutados, entrenados y utilizados por EEUU -por ejemplo en su traslado a la guerra de Yugoslavia– ocupaban más titulares y declaraciones políticas que energías de EEUU para investigarles, a pesar de los chivatazos y certezas sobre un gigantesco atentado. Tampoco la razón fue Bin Laden, a quien los talibanes ofrecieron entregar en 1998 y en 2001, y tanto Clinton como Bush lo rechazaron. Las razones tampoco fueron llevar la democracia, ni la libertad para las mujeres afganas. Y tampoco la razón fueron los talibanes, los cuales se esfumaron y se autodisolvieron a los pocos meses de la invasión norteamericana. Aunque nos parezca increíble, en 2002 ya no había insurgencia en Afganistán.

Las razones de la agresión contra Afganistán

La primera razón fue ocupar el espacio central de Asia tras su balcanización por la desintegración de la URSS, bloqueando cualquier futura restauración de la influencia de Rusia o crecimiento de China. La segunda razón fue obtener los recursos de la región, especialmente el gas de Turkmenistán y los propios recursos minerales de Afganistán si se conseguía sostener un régimen títere estable y duradero en el tiempo en todo el país para las inversiones. Brzezinski fue consejero de seguridad nacional de EEUU e ideólogo de referencia para la Casa Blanca durante varias décadas. Fue el iniciador de las décadas de masacres para el pueblo afgano ordenando armar y financiar el monstruo del extremismo en Afganistán para hundir a la URSS en un Vietnam soviético. Sus oscuros agentes como Christina Rocca entregaban los misiles a los mercenarios reunidos en Afganistán con los primeros 500 millones de dólares destinados por Carter para fundar el terrorismo islamista. En agosto de 1979, la embajada de EEUU en Kabul informó que los intereses de EEUU se beneficiarán con la desaparición del gobierno socialista, “a pesar de los reveses que esto signifique para la sociedad y economía de Afganistán«.

EEUU es experto en crear monstruos, apoyarlos y luego combatirlos, o no, según la ventaja que resulte de hacerlo. Desde Suharto en Indonesia, las dictaduras y paramilitares de América, los Jemeres rojos de Pol Pot o el terrorismo islámico, con ISIS como última franquicia. Brzezinski señaló que EEUU debía conquistar el Asia balcanizada tal como había logrado en la balcanización europea de la URSS y Yugoslavia. Afirmó que la hegemonía de EEUU dependía de cuánto tiempo, y con qué eficacia, consiguiera mantener su dominio en el centro de Asia. Para lograrlo era imprescindible no poner límites a la militarización de EEUU y a su política exterior, así como fabricar un consenso interno en la sociedad mediante el control de los medios de comunicación. Esa es la foto de EEUU de hoy, dirigidos desde 2001 por algo parecido a una Junta Militar. Las masas continentales de Eurasia y África convierten a las Américas y Oceanía en periféricas, con la dificultad que eso implica para EEUU en mantener su hegemonía. El 75% de la población mundial vive en ese espacio, posee el 75% de los recursos energéticos y representa el 60% del PIB mundial. Y su centro geográfico es la cicatriz que va desde el Canal de Suez a Líbano y Palestina, Siria, Iraq, Irán, Afganistán y las repúblicas ex-soviéticas de Asia. Afganistán es una de las casillas centrales del tablero, y la franja es el nuevo Oriente Medio que quería diseñar Condoleezza Rize en 2006 mientras supervisaba personalmente la invasión de Israel al Líbano. Tener que huir de una de las posiciones centrales de Eurasia sin poder dejar un gobierno títere significa que a EEUU sólo le queda el recurso de intentar un futuro de caos en Afganistán para que tampoco caiga bajo la influencia de rivales geopolíticos. No estamos en 1980 y ese objetivo de EEUU de su  “caos constructivo” está fracasando lentamente en Oriente Medio. El proyectado Nuevo Siglo Americano dominando el centro de Asia, Oriente Medio y el mundo ha fracasado en menos de 20 años, como Brzezinski reconoció en 2016. Se puede decir que fueron las dos potencias, y no solamente la URSS, quienes perdieron la Guerra Fría en el corazón de Asia con unos años de desajuste temporal. Mirando hacia el pasado se puede ver desde otra óptica. Si EEUU es el sujeto heredero y continuador de la política colonial del Imperio Británico, entonces lo que los afganos han sufrido en estas décadas ha sido la continuación del enfrentamiento en Asia entre el imperio ruso y el imperio británico/anglosajón, con derrota de ambos. La victoria del Gran Juego será para Pakistán, China y otros países asiáticos.

Las razones de la larga ocupación de Afganistán

En 2002 los talibanes desaparecieron, todos los líderes tribales aceptaron en asamblea la dominación de EEUU y por primera vez en décadas no había insurgencia ni enfrentamientos armados. Bush podía haber proclamado el fin de la guerra pero no lo hizo. Si él hubiera dado por finalizada la “Guerra contra el terror” tras acabar con los talibanes y se hubiera marchado de Afganistán después de un corto período de relevo, no podría garantizarse un régimen títere estable. Tampoco podría iniciar la segunda fase de esa supuesta guerra contra el terror: la invasión y ocupación de Iraq. Afganistán reúne el valor geopolítico de su situación en el centro de Asia y para el gasoducto de Turkmenistán a Pakistán, TAP, y también por los billones de dólares en tierras raras, minerales e hidrocarburos afganos. Esos yacimientos eran deseados por Bush y también por los demócratas, como el candidato Pete Buttiegieg que tiene un gran mapa en el salón de su casa de las riquezas afganas. Pero los recursos afganos y el TAP eran sólo una posibilidad, pues dependían de un régimen títere estable y duradero para las grandes inversiones necesarias. Sin embargo en Iraq el saqueo de billones de dólares era fácil e inmediato con la infraestructura construida y en funcionamiento.  Por tanto Bush necesitaba mantener las operaciones bélicas en un Afganistán que paradójicamente estaba en calma expectante, pues necesitaba conseguir tiempo para establecer el nexo con Saddam Hussein. En enero de 2002 Bush asustó a sus ciudadanos: en una remota cueva afgana, los marines habían descubierto planos y mapas de depuradoras de agua y centrales nucleares de EEUU, así como manuales de armas químicas. Fue el primero de los muchos montajes para enlazar con las supuestas armas químicas de Iraq. Unos años después con Iraq ya invadido, se demostró que el hallazgo anunciado por Bush era otra mentira, pero fue útil para su estrategia de que Afganistán fuese la puerta de entrada a Iraq. Este belicismo expansivo geopolítico lo aplicó posteriormente Obama a Siria y Norte de África. Con respecto al gasoducto de Turkmenistán, eran más honestos los medios occidentales en 2001 que hoy reconociendo su importancia en la invasión a Afganistán. El petróleo y gas del Mar Caspio eran necesarios para frenar el desarrollo de Rusia y China, y marginar el gas de Irán. También para que EEUU no tuviera que depender de Oriente Medio. El oleoducto Azerbaiyán-Georgia-Turquía también cumple esa función. Años antes del 11S y de la agresión contra Afganistán, EEUU estuvo negociando con los talibanes sobre la construcción de los TAP. Una delegación del movimiento talibán viajó a EEUU, invitados a Texas por la compañía petrolera Unocal y a Washington por el Secretario de Estado. Esta petrolera, que consiguió sus concesiones petrolíferas en Asia apartando irregularmente a otras compañías, marcó la política de EEUU sobre Afganistán. Su objetivo era crear una Ruta de la seda norteamericana antes que la china. Personajes a sueldo de Unocal han ocupado los cargos políticos de EEUU relacionados con Afganistán: entre ellos Robert Oakley embajador en Pakistán, la citada traficante de misiles Christina Rocca, o Zalmay Khalilzad, que ha pasado por todos los sillones de EEUU, hasta ser el actual negociador de la derrota norteamericana frente a los talibanes. También el presidente afgano Hamid Karzai estuvo a sueldo de Unocal. Un obstáculo en 1997 era que el régimen de los talibanes estaba sancionado por la ONU, y por tanto EEUU no podía invertir en Afganistán. Los talibanes debían mostrar una buena conducta entregando a Bin Laden para lograr su reconocimiento internacional y poder construir el oleoducto. Pero los talibanes rechazaron la oferta de 100 millones de dólares al año por el tránsito previsto de hidrocarburos de Turkmenistán, unos 30 centavos por barril, y además querían pruebas de los vínculos terroristas de Bin Laden antes de entregarle a EEUU. En 2021 la subasta se ha multiplicado por diez. El hundido régimen de Turkmenistán ofrece hoy 1.000 millones de dólares al año a Afganistán si construye el gasoducto. Al final EEUU valoró que los talibanes no iban a ser útiles como gobierno títere necesario para controlar el corazón de Asia, al margen de que pudiera haber acuerdo sobre el gasoducto TAP. En agosto de 1998 se rompieron las negociaciones. Al Qaeda atentó contra las embajadas de EEUU en Kenia y Tanzania, y Clinton bombardeó con misiles de crucero Afganistán y Sudán. EEUU abandonó su primera opción de explorar al movimiento Talibán para dominar Afganistán y pasó a la segunda opción: conquistar el país e imponer un régimen títere duradero. Meses antes del 11S, en junio de 2001, justo cuando se fundó la Organización de Cooperación de Shanghai, la maquinaria de la guerra de EEUU ya estaba preparada contra Afganistán. El gigantesco atentado contra las torres gemelas por un grupo terrorista sirvió para acallar la crítica a invadir un país que ya se tenía pensado invadir previamente.  Y de esa forma, EEUU creó la guerra afgana y luego la perdió.

El trasvase de riqueza a las élites de occidente y Golfo Pérsico

Hay otro elemento que ha dinamizado las guerras infinitas de estas primeras décadas del s.XXI y Julian Assange lo expresaba en 2011 en una entrevista: la transferencia de riqueza de los ciudadanos europeos y de EEUU hacia las élites de las compañías de armamento, dentro del proceso ultraliberal de concentración de la riqueza de las últimas décadas. EEUU ha reconocido haber gastado más de 2 billones de dólares (2 millones de millones) en la guerra. Los medios de propaganda de Washington quisieron convencernos de que EEUU estaba aplicando un gigantesco Plan Marshall para el desarrollo de Afganistán. La realidad es que fue una maquinaria circular, con el 90% del gasto destinado a las élites de corporaciones militares subcontratadas por la guerra. Los 2 billones fueron a parar a cinco principales empresas de armamento, que han multiplicado por diez el valor de sus acciones en estos 20 años, el doble de beneficio que el resto de compañías más rentables de Wall Street. Solamente el 10% del dinero acabó gastado en Afganistán, una suma enorme, pero no en forma de inversiones o infraestructuras. Ese dinero engrasaba el régimen títere de caudillos y mafias. Por ejemplo, Afganistán llegó a tener 700 bases militares. Para garantizar la seguridad de los convoyes de suministro frente a los ataques de grupos armados desconocidos (de los propios mafiosos locales), EEUU pagaba a esos caudillos 2.000 $ por la seguridad de cada camión. Ese cacique regional si era necesario pagaba un peaje a los talibanes. Las bases militares de EEUU encargaban obras públicas en su zona pagando en metálico a los afganos que luego hacían fila ante la base militar. No se creó ninguna infraestructura productiva salvo carreteras y túneles de interés militar. Ni siquiera relacionado con las necesidades de la ocupación, pues la comida y la ropa viajaban desde bases militares del Golfo Pérsico. Las ONG occidentales financiadas por gobiernos o corporaciones también han sido otro actor de la corrupción en Afganistán, tal como sufren otros pueblos de la región, bajo un falso altruismo de los propios agresores. El régimen afgano no tenía ingresos por fiscalidad propia y no podía pagar por sí mismo a los empleados públicos, policía o ejército. El dinero era transferido por EEUU y la mayor parte de esos gigantescos fondos eran robados por los líderes en los que se apoyaba Washington mientras los empleados públicos no cobraban durante meses.

El PIB afgano en 2011 fue de 18.000 millones de dólares. Ese mismo año 2011 salieron por el aeropuerto de Kabul 11.000 millones de dólares en efectivo, casi el valor del PIB, con destino a Emiratos y Qatar porque no había límite a la cantidad de dinero que un pasajero podía sacar del país. Cuando se puso límite, los altos cargos afganos del régimen de EEUU seguían excluidos de declarar en el aeropuerto. Al otro lado del planeta, los efectos del saqueo y bombardeo de heroína contra los ciudadanos de EEUU los podemos ver en las calles de Filadelfia y otras ciudades.

El futuro

Tras el agujero negro que ha dejado en el país, EEUU quizá intente explorar otra vez a los talibanes. Pocos días después de la conquista del país por el grupo talibán, el Director de la CIA llegó a Kabul para reunirse con uno de sus más importantes líderes, antiguo prisionero de EEUU. Tras esta reunión, los talibanes aceptaron que los mercenarios y contratistas de EEUU escondidos por Afganistán puedan salir del país. Veremos si ha habido más acuerdos, por ejemplo de gasoductos, aunque será aún más difícil que en 2001. Veinte años después de su fundación, la  Organización de Cooperación de Shanghai representa la mitad de la población mundial, la mitad de reservas de hidrocarburos conocidas y cuatro potencias nucleares. Irán será miembro de pleno derecho en la próxima reunión de Tayikistán. El desarrollo asíatico continúa, y la diplomacia de la OCS será quién gestione y absorba el vacío en Afganistán. El país afgano seguramente se acabará convirtiendo en una teocracia dictatorial como las del Golfo Pérsico en lugar de un régimen de salvajismo fuera de control. El nacimiento de una era de hegemonía eurasiática es la pesadilla de EEUU, y también el mal sueño de ese apéndice de Asia llamado Europa, que de forma casi accidental se convirtió en dominante hace 500 años con su colonialismo.

Daniel Lobato es activista en solidaridad con Palestina y pueblos de Oriente Medio

@dlobatob

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.