La ofensiva lanzada por el Ejército paquistaní contra los talibán está desencadenando una crisis humanitaria entre los civiles que habitan en el valle de Swat, atrapados entre dos fuegos. Abandonados a su suerte por el personal sanitario que ha huido hacia Peshawar, agonizan durante horas sin agua, sin electricidad, sin medicamentos y sin asistencia. Esta […]
La ofensiva lanzada por el Ejército paquistaní contra los talibán está desencadenando una crisis humanitaria entre los civiles que habitan en el valle de Swat, atrapados entre dos fuegos. Abandonados a su suerte por el personal sanitario que ha huido hacia Peshawar, agonizan durante horas sin agua, sin electricidad, sin medicamentos y sin asistencia. Esta situación se registraba hace ocho días y la situación ha empeorado notablemente desde entonces.
Sin electricidad, agua o medicamentos, el principal hospital de Swat no es capaz de acoger a los civiles heridos en la ofensiva del Ejército paquistaní contra los talibán en el noroeste de Pakistán, según relatan los médicos que han huido.
El establecimiento de 500 camas situado en Saidu Sharif, un barrio de la periferia de Mingora, la capital del distrito de Swat, ha sido literalmente abandonada por su personal, cuenta por teléfono un cirujano ortopédico que ha huido y que ha alcanzado Peshawar, la capital de la provincia del Noroeste.
«Ninguna infraestructura médica está en condiciones de funcionar en Mingora», una ciudad de unos 300.000 habitantes, continúa este hombre que no quiere ser identificado.
Los demás hospitales del valles de Swat y alrededores, escenario desde hace más de dos semanas de una vasta ofensiva del Ejército contra los talibán vinculados a Al-Qaeda, están también a punto de ser cerrados, dejando sin esperanza a los numerosos heridos -combatientes o civiles atrapados entre dos fuegos- de la zona, según aseguran los responsables de la administración local.
Cientos de enfermeros, médicos y farmacéuticos no han tenido otra alternativa que huir, confirma a través del teléfono Lal Noor, director del hospital de Saidu Sharif.
«Soy el último que abandonó el establecimiento el pasado domingo», explica, también desde Peshawar.
«Los heridos que habían logrado recorrer el camino hasta el hospital me contaron que la gente agonizaba en sus casas, gritando para recibir ayuda», añade este médico.
«Esto sucedía hace ya ocho días, y ya entonces no había electricidad ni carburante para hacer funcionar los generadores. Reclamé sin cesar a las autoridades que nos protegiesen, pero fue en vano», se desahoga, amargamente ante la imposibilidad de atender a los heridos.
La organización internacional de defensa de los derechos humanos Human Rights Watch (HRW) denunció ayer que los talibán impiden huir a los habitantes de Swat para obligarles a servir de escudos humanos, mientras que el Ejército bombardea indiscriminadamente las zonas habitadas.
El Ejército aseguro que ha tomado la iniciativa frente a los combatientes islamistas, pero numerosas personas de los 360.000 desplazados desde hace diez días cuentan que hasta hace poco los talibán eran los dueños de las calles de Mingora.
Los conductores de las ambulancias se niegan a coger el volante por miedo a convertirse en objetivo de los disparos de los talibán o de los obuses de mortero del Ejército, asegura Noor. «Sabemos que hay víctimas civiles y gente que necesita asistencia urgente. Todo está cerrado. ¿Cómo sobrevivirán?».
Dos misiles lanzados por un avión estadounidense sin piloto mataron ayer a al menos ocho combatientes islamistas en el noroeste de Pakistán, cerca de la frontera afgana, según el Ejército paquistaní.
Al menos seis personas, miembros de las fuerzas de seguridad y civiles, murieron y trece más resultaron heridas ayer en los atentados suicidas llevados a cabo por los talibán contra edificios oficiales en Khost, en el este de Afganistán, indicó un responsable médico.
Una serie de atentados suicidas que tenían como objetivo edificios municipales y del gobierno provincial y que fueron reivindicados por los talibán golpearon la pequeña ciudad de Khost, situada a 40 kilómetros de la frontera paquistaní, según el Ministerio del Interior.
«Por el momento, hemos recibido seis cadáveres y tenemos a trece heridos en el hospital», indicó a France Presse el director de la sanidad pública de la provincia de Khost, Amir Padshah Rahmatzai.
Tres de los muertos son civiles y los otro tres, hombres que llevaban uniformes de las fuerzas de seguridad afganas, precisó.
Un soldado estadounidense también resultó herido, sin que su vida corriese peligro, como consecuencia del intercambio de disparos con los insurgentes que atacaron los locales del gobierno provincial, al que no pudieron acceder, indicó un portavoz del Ejército estadounidense, el brigadier Brian Naranjo.
En Khost se ubica la base militar estadounidense de Camp Salerno.