El asesinato de Osama bin Laden a manos de un comando estadounidense en Pakistán llevó a muchos sectores sociales de este país a reclamar que el gobierno no acepte asistencia extranjera y supere su condición de «mercenario de Washington». El líder de la red extremista Al Qaeda murió en una operación encubierta de Estados Unidos […]
El asesinato de Osama bin Laden a manos de un comando estadounidense en Pakistán llevó a muchos sectores sociales de este país a reclamar que el gobierno no acepte asistencia extranjera y supere su condición de «mercenario de Washington».
El líder de la red extremista Al Qaeda murió en una operación encubierta de Estados Unidos en suelo pakistaní el 2 de este mes.
El ministro jefe de la provincia de Punjab, Shahbaz Sharif, declaró que su gobierno dejaría de aceptar la asistencia de Estados Unidos y cancelaría seis acuerdos en materia de salud, educación y gestión de desperdicios sólidos.
Sharif prometió «romper el plato de las limosnas», que, según él, socava la soberanía de Pakistán.
Numerosas personas creen que actúa para la galería, pero el ministro jefe de Punjab, una de las provincias más grandes y donde reside 60 por ciento de los 180 millones de habitantes, se hizo eco de un sentimiento creciente entre diferentes sectores de la sociedad, desde académicos, economistas y políticos, pasando por los medios de comunicación y hasta la gente de a pie.
Todos reclaman un freno al ingreso de fondos extranjeros, y no sólo de Estados Unidos.
Pakistán es uno de los principales receptores de la asistencia de Estados Unidos junto con Egipto e Israel. En la última década recibió 20.700 millones de dólares, dos tercios de los cuales destinados al sector militar.
«Necesitamos arriesgarnos realmente y, por lo menos, tratar de ser independientes», señaló la escritora Farah Moazzam.
«¿Qué podemos perder?», preguntó. La asistencia extranjera está en el origen de todos los problemas y dificultades de Pakistán, sostuvo.
«Padecemos esclavitud política y colonización. Desde hace muchos años nos hacen creer que no sobreviviremos si se corta la asistencia. Pero lo lograremos», añadió.
El analista financiero Munaf Lakda, quien trabaja en una compañía multinacional, cree que es hora de que Pakistán se valga por sí mismo. «Podemos sobrevivir si permanecemos unidos», apuntó.
Pero hay una trampa, alertó. «Nuestros líderes tendrán que ajustarse el cinturón, lo que no harán, pues tienen una agenda totalmente diferente», explicó.
El economista Rasul Baksh Rais, residente de Lahore, capital de Punjab, cree que depender de la asistencia extranjera interfiere con «nuestra racionalización de las prioridades de desarrollo y de cuestiones de políticas públicas en materia de defensa y de desarrollo».
La única forma de reducir la dependencia es aumentar los impuestos, señaló. «El verdadero problema no es la carga del presupuesto defensa, sino de préstamos», explicó.
Casi 55 por ciento del presupuesto nacional se utiliza para pagar deudas. El gobierno sigue solicitando préstamos porque «nuestras autoridades se benefician de esa política», señaló Rais.
«El gasto en defensa representa 28 por ciento del presupuesto, es muy alto y necesitamos bajarlo, pero no podemos hacerlo hasta que no revisemos nuestro paradigma en materia de seguridad nacional», explicó.
Muchas personas sienten que este país ha sido víctima de injusticias.
Casi 30.000 pakistaníes han muerto desde el 11 de septiembre de 2001, tras los atentados terroristas contra Nueva York y Washington, incluidos 5.000 soldados, policías y agentes de inteligencia.
«Sí, claro que sufrimos injusticias», señaló Haris Gazdar, analista político y económico. «Nuestro pueblo ni siquiera sabe lo barato que fueron vendidas sus vidas a los extranjeros. Sí, a los estadounidenses, pero no es nada comparado con los sauditas».
Pero «la mayoría de nuestra gente fue asesinada por Al Qaeda y sus aliados, no por Estados Unidos. Los sauditas son los mayores financieros del terrorismo en nuestro país. Sin embargo, los consideran benefactores», indicó Gazdar.
El enorme presupuesto volcado a defensa no impide que el país se vea regularmente golpeado por atentados terroristas y sea considerado el más peligroso. En el proceso, la salud y la educación se vieron seriamente perjudicadas.
Desde hace poco tiempo, y en especial desde la muerte de Bin Laden, muchos pakistaníes comenzaron a cuestionar los millones de dólares otorgados al ejército, acusado de dar refugio a combatientes no regulares y responsables de actos terroristas.
La lección más importante que debe aprender Pakistán del episodio de Bin Laden, según Gazdar, es que el ejército debe dejar de tener un «doble juego, abandonar a los yihadistas» y dejar la política exterior en manos de quienes fueron «encomendados para ello por la Constitución».
Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, Pakistán se hundió porque «apenas si tubo otra alternativa viable de participación», según Rais.
«Para nosotros no fue una participación por elección, sino por una necesidad derivada de nuestros pasados vínculos con el movimiento islamista afgano Talibán y nuestras circunstancias geográficas», explicó Rais.
«No hay forma de saber si los asesinatos y las muertes de pakistaníes en atentados terroristas habrían sido menos si hubiera permanecido neutral en el conflicto, lo que, de hecho, nadie habría aceptado ni considerado creíble», apuntó.
¿Pakistán podría haber adoptado otra actitud tras los atentados de 2001?, ¿podría haber seguido ayudando al Talibán sin consecuencias? preguntó Hasan Askari Rizvi, analista en cuestiones de defensa. La situación se ve con mayor claridad «sin sentimentalismos», apuntó.