A la decisión de Joe Biden, allá por abril del 2021, de no cumplir lo pactado entre la Administración de Trump y los talibanes en los acuerdos de Doha, donde se especificaba que la retirada norteamericana se completaría el primero de mayo de ese año, lo que Biden, postergó unilateralmente al 11 de septiembre en recuerdo de la caída de las torres de Nueva York, el puntapié inicial de la invasión norteamericana y el subsiguiente desastre que duró nada menos que 20 años, los mullah respondieron con una ofensiva iniciada puntualmente ese mismo primero de mayo con el resultado que ya conoce todo el mundo y ha recogido la historia como una de las derrotas norteamericanas más catastróficas en su largo repertorio de guerras, solo comparable a la de Vietnam en 1975.
Frente a la inoperancia del entonces Ejército Nacional Afgano, creado a imagen y semejanza de los estadounidenses con una inversión de miles de millones de dólares, y entre dejar hacer y no saber qué hacer por parte de Washington, ya se advertía que si bien Estados Unidos se retiraba profundamente deshonrado dejaba un campo minado, o mejor dicho una cadena de bombas de demolición retrasadas que de activarse complicaría en mucho a los países fronterizos de Afganistán (Ver: Afganistán, el tiempo expectante), casualmente todos cada vez más distanciados de Washington: Irán, Pakistán, China y por “interpósita persona” Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán y Kazajstán para asaltar intereses rusos y si no su propio territorio con las muchas khatibas integristas que operan en esos países desde China a Irán y desde Pakistán a Kazajistán.
Otra de esas bombas de demolición parece haberse activado después de la de Kazajistán, la que no llegó ni al nivel de fuego artificial (Ver: Kazajistán: Afganistán, por otros medios), en Baluchistán, donde los grupos independentistas parecen estar derivando su lucha contra el Gobierno central de Pakistán al Corredor Económico China-Pakistán (CPEC), el acuerdo de más de 60.000 millones de dólares dentro del gran proyecto global de Pekín en el que la modernización y explotación del puerto de Gwadar sobre el Mar Arábigo, junto a los yacimientos en Reko Diq en el distrito de Chagai, los depósitos de cobre y oro sin explotar más grandes del mundo, ambos emprendimientos en el territorio baloch son dos de los puntos claves del CPEC.
El Ejército Nacionalista Baloch (BNA), conformado en las primeras semanas de enero pasado entre el Ejército Unido Baloch (UBA) y el Ejército de la República Baloch (BRA), hizo su “presentación en sociedad” el 20 de enero con un ataque al tradicional bazar Anarkali de la ciudad de Lahore, la segunda ciudad más grande del país, matando al menos a tres personas e hiriendo a una treintena. Con esta acción la insurgencia separatista muestra su intención de abandonar las montañas de Baluchistán en procura de alcanzar los centros urbanos de Punjab.
Pakistán, socio fundamental de China en el emprendimiento vital para Pekín conocido como la Nueva Ruta de la Seda, desde la caída de Kabul está sufriendo un incremento de las acciones terroristas en diferentes regiones del país, incluso en Islamabad, la capital. En su mayoría reconocidos por el Tehrik-e-Talibán Pakistán (TTP), se creen envalentonados tras la victoria de sus hermanos afganos.
La nueva fusión entre los grupos de fidayees (combatientes baluchis), según se anunció estará destinada a apuntar contra los intereses de China en el país, que como se sabe son muy importantes en inversiones y de un peso geoestratégico primordial para Pekín, por lo que no es difícil inferir que esta aprovisionando de fondos y armas al Ejército Nacionalista Baloch, que por su parte afirman que las inversiones chinas no ayudan ni involucran al pueblo baloch.
Con la formación del BNA, además la unión de las dos tribus más poderosas de Baluchistán tradicionalmente enfrentadas, los Marris asentados en la gran región árida del noreste de la provincia rebelde y los Bugtis, que ocupan el este de la provincia conocida como Dera Bugti. Según los expertos esta nueva alianza logrará que otros grupos rebeldes baluchis converjan a engrosar las filas del Ejército Nacionalista Baloch.
Ya en junio del 2020 el Baluch Raji Ajohi Sangar o BRSA (Movimiento de Libertad Nacionalista Baloch) formó una coalición con el grupo separatista de la provincia de Sindhi, el Ejército Revolucionario Sindudesh (SRA), que aspira a liberar del poder federal tanto a Sindh como a Baluchistán, que apunta a atacar al CPEC
El BNA en su ataque en Lahore, un mercado altamente concurrido, ha mostrado tener objetivos sencillos, de fácil realización, en áreas urbanas, con la posibilidad de conseguir un gran número de víctimas y una gran difusión, tanto dentro como fuera de Baluchistán.
Mientras que el pasado dos de febrero en momentos que el Primer Ministro pakistaní, Imran Khan, visitaba China, el Ejército de Liberación de Baluchistán (BLA) ejecutó el mayor ataque contra el ejército pakistaní en años, poniendo en marcha la Operación Ganjal (alias del comandante muerto en combate Mazar de Lyari en Kalat el 24 de septiembre pasado). La acción terrorista, realzada por unidades diferentes de la Brigada Majid, se prolongó por 72 horas en la que habrían muerto 16 fidayees y 195 regulares en dos ataques separados contra las bases del Frontier Corps en los distritos de Panjgur y Noshki. Según el ejército habría tenido ocho bajas propias y provocado veinte entre los atacantes.
Ahora resta analizar por qué ahora se intensifica la resistencia baluchi, que si bien con mucha presencia histórica ha tenido intermitencias desde la conformación de Pakistán tras la partición con India en 1947. Este resurgir no puede referirse a la victoria de los talibanes afganos. A pesar de que los insurgente pakistaníes han permitido a los afganos tener bases y refugios durante sus guerras, nunca se ha detectado una alianza que sobrepase ese acuerdo, aunque los talibanes sí pudieron servir de ejemplo por su unidad.
Una frontera de amor y odio
Si bien la relación entre los talibanes e Islamabad es mucho más extensa que los 2.700 kilómetros de la Línea Durand, como se conoce la frontera que comparten ambos países que a lo largo de su historia han tenido momentos de muchas coincidencias y de muchos enfrentamientos, como parece ser ahora que la relación se ha deteriorado con la llegada de los mullah a Kabul, de la que el Inter-Services Intelligence (ISI), la poderosísima oficina de agentes pakistaní que no estuvo ausente de esa victoria, ahora parece estar perdiendo influencia para conseguir que limiten a los separatistas baluchis con base en Afganistán, presentes allí en pago de los mismo y antiguos favores.
Dadas las presiones norteamericanas en 2014 y los reiterados ataques que sufría Pakistán por parte de muyahidines que se filtraban por la porosa frontera, Islamabad comenzó un plan para cercarla y contener los ataques terroristas y el contrabando transfronterizo. A pesar de haber cubierto más del 90 por ciento de la frontera en su momento, los militantes continuaron llegando a Pakistán y siguieron atacando desde la frontera que finalmente perdió las cercas y el control.
En el pasado mes de diciembre dos incidentes se registraron en la frontera entre efectivos del ejército pakistaní y talibanes afganos el 19 de diciembre, un comandante talibán en Nangarhar amenazó con abrir fuego contra los militares pakistaníes que estaban cercando un sector de la frontera si continuaban con esa tarea, algo similar sucedió el día 30 en la provincia de Nimruz, al suroeste de Kabul.
El pasado domingo día 6, cinco soldados del ejército paquistaní fueron asesinados en un puesto fronterizo al noroeste del distrito de Khurram, en territorio afgano, en un ataque reivindicado por el Tehrik-e-Talibán Pakistán (TTP).
Tras la ruptura del alto el fuego entre el TTP e Islamabad el pasado 10 de diciembre, el Ministerio de Relaciones Exteriores pakistaní había advertido a los mullah afganos que consideraría al TTP como un caso testigo de su capacidad para controlar a los terroristas.
“Si los talibanes no pueden abordar las preocupaciones de Pakistán, ¿quién confiaría en ellos y en su promesa de cortar los lazos con al-Qaeda y otros grupos similares?”, preguntó el canciller de Pakistán Shah Mahmood Qureshi.
El retorno de los mullas a Kabul había sido considerado, tanto por la diplomacia como por la inteligencia pakistaní, como la gran oportunidad para volver al predominio sobre Kabul y sacarle la delantera a India, que con las política antiislámicas del Primer Ministro indio Narendra Modi volcarían a los mullah hacia Islamabad, lo que no se ha verificado en el campo.
Expertos pakistaníes creen que desde Kabul no se tomarán medidas contra las bases que el TTP tiene en la provincia afgana de Nangarhar, fronteriza con Pakistán, y que ellos sí, envalentonados por la victoria de los fundamentalista de agosto, intentarán hacer lo mismo en su país, arruinando el plan chino del CPEC, lo que casualmente tendría un beneficiario fundamental, el mismo que ha dejado minada toda la región.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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