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Paraguay: El ALBA frente a la vuelta a la esclavitud

Fuentes: Rebelión

Revisado para Rebelión por Ferran Muiños Ballester

Es obvio que a nadie le gusta ser dominado, ni que otro tenga poder sobre su vida o su muerte, o decida si merece considerarse digno. A nadie le gusta que la inseguridad transforme su vida en un miedo constante.

Sin embargo en Paraguay a un empleado le resultará imposible librarse del flagelo de la explotación, le guste o no le guste; y ricos y pobres vivirán además con miedo a los delincuentes.

Las condiciones actuales favorecen tal situación: un rampante capitalismo salvaje con alta desocupación deja a los perversos el plato servido y a las víctimas el camino abierto a la desesperación. En este contexto los sindicatos han perdido su poder, porque la larga fila de desocupados permite a los empresarios, por un lado, prohibir la afiliación so pena de un despido no precisamente caro (un salario mensual por cada dos años de antigüedad), y por otro, pagar al empleado, en la mayor parte de los casos, el salario mínimo, independientemente de su formación o antigüedad (e incluso menos, si el empresario está dispuesto a sobornar al inspector).

La sociedad paraguaya se ha tornado patológicamente centrífuga. Los que pueden huyen, mayoritariamente a España y Argentina, y me consta que el paraguayo sufre -más que los ciudadanos de otros países-, por la lejanía de su terruño. Paraguay tuvo poca inmigración, exceptuando a quienes llegaron después de la Guerra de la Triple Alianza (que tampoco fueron muchos) y la mayor parte de sus habitantes tiene raíces en la colonia. Para más escarnio, es quizás el único país verdaderamente bilingüe de América: el guaraní es hablado por todos los paraguayos, a veces mezclado con el español (yopará). La emigración actual es tan alta que ha desestabilizado la moneda local por el ingreso desde el exterior de 2 millones de dólares diarios, en un país con menos de 6 millones de habitantes.

¿Cómo se agudizó la desocupación, con la espantosa consecuencia de niños desnutridos, prostitución femenina y masculina (travestís) y delincuentes desesperados? Es posible responder sin pensar demasiado: la entrada en Mercosur y la corrupción «explicada» por la transición de la dictadura de Stroessner a la «Democracia», amparada por una impunidad jurídica delirante.

El Mercosur (unión aduanera) aportó a Paraguay un impuesto común a las importaciones extrazona. Como resultado se acabaron las excursiones de argentinos y brasileros para comprar electrodomésticos, whisky y demás necedades a mitad de precio, facilitando además la destrucción de las incipientes industrias paraguayas. La competencia conlleva beneficios, pero hay que agregar: «para el que gana».

La Justicia en Paraguay es generalmente injusticia. Existen, y bien documentados, «escándalos jurídicos», como por ejemplo el que un juez falle a favor de una de las partes contrariando lo que explícita y taxativamente prohíbe una ley nacional, conseguido el fallo a «platazo» limpio. ¿Creen ustedes que se puede recurrir a esa misma justicia para remediar la situación?

La única gran esperanza para acabar con la desocupación estructural de Paraguay es la integración en el ALBA. ¿Y qué más? Es necesario acercarse al socialismo del siglo XXI. La corrupción en todos los niveles sólo puede atacarse eficientemente con la democracia participativa.

Y para hacer realidad esa esperanza, queda que gane las elecciones de 2008 el ex obispo Lugo, un curita valiente que no teme a nada, ni siquiera a la muerte. Veremos muchas acciones para neutralizarlo y quizás incluso para eliminarlo físicamente, pero con todo el optimismo que nos queda, clamamos: ¡No podrán!

Guillermo F. Parodi es escritor, profesor universitario, miembro del Observatorio Internacional de la Deuda y de los colectivos de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Este trabajo se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar la fuente, el autor y el corrector.