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Afganistán

Por qué los radicales masacran y oprimen a la etnia hazara (la clase baja del país)

Fuentes: Rebelión [Imagen: Niñas de la etnia hazara]

Durante más de un siglo los hazara han sido esclavizados y vendidos. Tanto los hombres como las mujeres, como su descendencia, vienen sufriendo todo tipo de abusos por parte de los pastunes, la etnia autoritaria y dominante que se considera una casta superior.

El último atentado contra la etnia hazara, que integra a las clases más bajas del país, causó al menos 120 muertos y unos 150 heridos, según la cadena afgana Ariana News. El crimen, perpetrado por un hombre-bomba el pasado viernes, 8 de octubre, en una mezquita chií de la localidad de Jan Abad, provincia de Kunduz, noreste del país, ha sido reivindicado por el Estado Islámico (EI). [1]

Ese pueblo estigmatizado, al que los talibanes y el Estado Islámico (EI) consideran “hereje”, es originario de la región central de Hazarayat (la tierra de los hazaras, cuya capital es Bamiyán). Su aspecto, son de piel blanca y tienen rasgos “achinados”, y algunas de sus costumbres heredadas de sus antepasados, los mongoles, les ha hecho merecedores de un desprecio irracional que clama al Cielo. 

Los Talibán (pastunes, sunnitas radicales) ya lanzaron, en marzo de 2001, un durísimo mensaje a los hazara, con la voladura de los Budas de Bamiyán, dos esculturas de estilo greco-budista, de 55 y 36,5 metros de altura y 1500 años de antigüedad, que formaban parte del patrimonio de la humanidad. Su dinamitación “fue coherente”, pues los musulmanes son iconoclastas (Mahoma destruyó a bastonazos los 365 ídolos que había alrededor del santuario de la Kaaba, en cuyo interior se encuentra la Piedra Negra). 

Seis meses después de la demolición de dichos Budas, que se encontraban cerca de la antigua Ruta de la Seda, los Talibán atacaron las Torres Gemelas de Nueva York (11-S) para demostrar la vulnerabilidad del Imperio y advertir a Europa de que no es aconsejable meter las narices en los lugares sagrados del Islam (Osama Bin Laden odiaba a los EEUU por ese motivo). 

La etnia Hazara, que representa entre el 10 y el 15% de la población del actual emirato (que tiene unos 39 millones de habitantes) es la tercera del país después de los pastunes (el 42%) y los tayicos (25%). Tayikistán forma parte de la frontera norte de Afganistán. 

En mayo de 2021, cuando los EEUU “controlaban” Afganistán, un grupo terrorista atacó una escuela femenina hazara en Kabul (las mujeres de esa comunidad son grandes defensoras de la educación y el trabajo, lo que choca con el fundamentalismo Talibán) matando al menos 85 personas, la mayoría niñas, y causando heridas a otras 150.  

Los hazara, que hablan persa y son chiíes, viven en la región central y montañosa de Hazarayat. Su capital Bamiyán tiene unos 138.000 habitantes. También hay comunidades de esa etnia en la provincia afgana de Balochistán, en Pakistán y en la ciudad de Mazhad, en Irán, país que tradicionalmente les da refugio. 

Se dice que son descendientes de los mongoles, mezclados con la población autóctona, que dejó Gengis Khan en esas tierras en el siglo XIII. En el siglo XIX la etnia hazara llegó a ser mayoritaria en Afganistán y representaba el 67% de la población total. En el año 1893, cuando ese pueblo perdió su autonomía y reinaba Abdur Rahman Khan, conocido como el Emir de Hierro, más de la mitad fueron masacrados. 

Durante más de un siglo los hazara han sido esclavizados y vendidos. Tanto los hombres como las mujeres, como su descendencia, vienen sufriendo todo tipo de abusos por parte de los pastunes, la etnia autoritaria y dominante que se considera una casta superior. 

Muchos niños hazara son comprados por talibanes pudientes que los utilizan de “bailarines” para amenizar sus fiestas” y como “bacha bazis” (juguetes sexuales). 

Los hazara suelen tener los peores trabajos y muchos de ellos son empleados como criados en las mansiones de los pastunes adinerados (talibanes). El señor de la casa, que puede tener varias esposas, a veces “dispone” de sus sirvientas hazara e incluso tiene hijos bastardos con ellas (los harami), que suelen repudiar por la vergüenza que acarrea “una criatura impura” a su “honorable familia”.    

En la novelística del escritor afgano Khaled Hosseini (Kabul, 1965), autor de obras como Y las montañas hablaron, Cometas en el cielo, etc., es recurrente el tema de los abusos sexuales que padecen los hazara, principalmente los niños (que se compran en orfanatos) y las muchachas, muchas de las cuales son obligadas a casarse por sus dueños pastunes, con auténticos vejestorios, cuando apenas tienen doce o trece años. 

En “Mil soles espléndidos”, obra que Khaled Hosseini dedica a las mujeres, el personaje central es una niña hazara, Mariam (producto de la unión de su padre pastún y su criada hazara). Su progenitor, cuando reconoce que la pequeña es un estorbo, la entrega en matrimonio a un hombre repugnante que la obliga a llevar burka porque -arguye- “sólo el marido puede ver a su esposa”, y que se enoja con las mujeres modernas que llevan faldas cortas, fuman, estudian, trabajan y se desenvuelven con libertad (estamos en los años setenta). 

Al tiempo que habla mal de “esas putas” (y de sus débiles maridos) guarda en un cajón revistas pornográficas.  Marian descubre su secreto y ve, en las páginas prohibidas, a mujeres muy bellas y totalmente desnudas. “Muchas tienen las piernas totalmente abiertas y se las ve todo”. 

¿Cómo dice que a la mujer solo la puede ver su marido y él está obsesionado con mujeres desnudas que tendrán esposos, padres, hermanos?  

Con esa interrogante, Mariam se pregunta si realmente Dios es bueno, cae de rodillas, se pone a rezar y trata de entender por qué Alá hizo así a los hombres. 

Nota: Algunos analistas barajan la hipótesis de que una parte de los talibanes afines al Estado Islámico están en contra del acercamiento entre Beijing y Kabul, ya que en Afganistán se han refugiado muchos uigures (de la provincia china de Xinjiang) y los comunistas del gigante asiático quieren su captura y repatriación para evitar que se encienda el avispero de esos musulmanes rebeldes (tan insumisos como los taiwaneses) que sueñan con crear en su feudo chino un Turkestán independiente.  

Nota:

[1] El Estado Islámico surgió de las cenizas de la guerra de Irak, que se llevó a cabo con la mentira de que Sadam Hussein poseía armas de destrucción masiva. Se podría decir que el EI es un hijo no deseado (un harami) de George Bush, Tony Blair y José María Aznar, los dirigentes de los países que patrocinaron el conflicto. Bush embarazaría a Blair, éste daría a luz a Aznar, y con la placenta de José María y los fluidos del trio, saldría esa criatura que ya ha puesto el huevo de la serpiente en medio mundo. 

Blog del autor: Nilo Homérico 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.